Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Las mil y una maneras de rodar un documental

Texto: Ana Sánchez de la Nieta

El documental venía asociado a programas para frikis sobre flora y fauna. Pero eso era antes… La calidad de nuevas producciones y las horas que pasamos viéndolas confinados lo han convertido en estrella.


Si hablamos del documental como género menor, hablamos en pasado, porque en la actualidad son muchos los espectadores que se han enganchado a estas producciones que se mueven entre la ficción y la información y que toman prestados elementos del reportaje y del drama. Las causas de este auge son varias, pero la principal es, sin duda, el nivel que han alcanzado los documentales en los últimos años. Títulos como Amy, Searching for Sugar Man o Inside Job, por nombrar solo algunos de la última década, podrían competir con cualquier largometraje por sus elaborados guiones, sus impecables montajes o la calidad del sonido y la imagen (aunque estas dos fuentes vengan muchas veces de archivos). También hay que destacar la variedad de temas, la originalidad en la narración y, por supuesto, un largo confinamiento que ha animado a las plataformas a incluirlos en sus catálogos. Además de entretener, tienen la capacidad de formar al espectador y acercarle a personajes, acontecimientos o lugares para él desconocidos.

Pero, para no especular, ahí van algunos ejemplos. Todos ellos, títulos estrenados en los últimos meses que demuestran cómo el documental es algo más que una narración con voz en off o un puñado de entrevistas. Y cómo, con una buena historia y enfoque narrativo, se puede elaborar un documental que, al igual que un thriller en condiciones, pegue al espectador a la pantalla.

Empezamos por uno de los más recientes y aplaudidos por el público. Cuenta la historia de un anciano nonagenario que entra en una residencia para investigar si hay malos tratos. Estrenado en el Festival de San Sebastián, El agente topo sorprendió por ganar el premio del público, un galardón reservado a las películas más entretenidas y positivas del certamen. Y se entienden todos los reconocimientos que quieran darle porque este proyecto de la chilena Maite Alberdi suma los elementos de un buen documental —investigación, labor de análisis, planteamiento del tema— con los de una buena película, con un guion y un casting magníficos. 

Algunos critican que El agente topo es ficción y no documental porque la cinta se mueve en las arenas movedizas de ambas cosas. Un modo de abordar el género, por otra parte, que no es original y que ha hecho que algunos bauticen estos productos como un subgénero: «documental de ficción» lo llaman. 

El disidente resulta más sobrio en recursos dramáticos: un documental que se adentra en el desenlace de la vida del periodista Jamal Khashoggi. El columnista del Washington Post, conocido por su férrea oposición al Gobierno saudí, desapareció sin dejar rastro después de acudir al consulado árabe en Estambul en 2018. 

Se construye a través de provocativas entrevistas que suponen un auténtico ejercicio de periodismo de investigación. No es un thriller policiaco, es un documental, pero la tensión y el nervio de El disidente tienen en quien lo ve el mismo efecto, con el agravante de que lo que se está contando muy probablemente ocurrió. 

En La pintora y el ladrón la premisa de la historia sería inverosímil… si no fuera real. Alguien roba dos importantes obras en una galería de Oslo. Cuando lo descubren, la autora de los cuadros, una joven pintora naturalista, manifiesta su deseo de conocerle y entrevistarse con él. Este impulso y el indudable carisma de ambos son las bases de este extraño reportaje noruego que dialoga a varias bandas sobre la naturaleza del arte pero también del crimen, la seducción de traspasar los límites y el riesgo, y la necesidad de entender al otro para emprender un camino de redención o perdón. 

Mucho más convencional, pero no menos fuerte y contundente, es la serie documental El desafío: ETA, que ha dirigido Hugo Stuven y que cuenta, además de con valiosos y numerosos testimonios de primera mano (víctimas, colaboradores de la banda, policías, guardias civiles, periodistas, políticos, etcétera), con un archivo audiovisual que es auténtica historia de España. 

Se percibe un trabajo de análisis y selección titánico y el esfuerzo por ofrecer una mirada global a un fenómeno que todavía duele. El formato seriado, que es otra de las novedades que han incorporado últimamente algunos documentales, ayuda a digerir sin prisas —y con las necesarias pausas— un contenido durísimo. 

 

Aprende del pulpo

 

El mejor documental del año, según la Academia estadounidense, es My Octopus Teacher, y cuenta la relación entre un documentalista y un pulpo. Antes de su viaje a Los Ángeles fue premiado en el certamen de la Universidad de Navarra #LabMeCrazy!.

 

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