Mal que bien
Muy muy bien
Enrique García-Máiquez. Rialp, 2019. 102 páginas, 12 euros.
El nuevo libro de Enrique García-Máiquez reconforta como una chimenea y brinda esa misma alegría interior. Abrirlo es encontrarse con una obra de madurez, de haber llegado a casa, esa vuelta al hogar que ya se presentía en su tercer poemario (Casa propia), pero que ahora se ha reposado.
Despojados de las piruetas verbales y las polémicas chestertonianas que tanto le gustaban en su juventud —ahora reservadas para los artículos periodísticos— sus poemas ganan en hondura sin perder jovialidad.
El libro cuenta con siete secciones muy bien ordenadas, para que luego venga la vida, como siempre —y la poesía más aún—, y las desordene: hay un hueco para el matrimonio, otro para los muertos más íntimos, otro para Dios…para que el lector encuentre después en una sección que no debía ser romántica un canto de amor encendido.
Desde el comienzo se vislumbran, también, dos de las más profundas inquietudes del poeta: la preocupación metaliteraria y la de hacer examen de conciencia y quedar mal en la foto aposta. El culmen de esta tendencia lo hallamos en «Jacintos», poema de plenitud en el cual la calavera del poeta se ríe de sus propias aprensiones.
Pero siendo tan hogareño, el nuevo libro de García-Máiquez no se encierra en su autor: en piezas como «Pido más» se percibe su vocación de volcarse hacia fuera para admirar lo que otros admiran, con su resabio metapoético. Así vamos de menos a más, de unos primeros poemas que prometen-pero-aún-no, a los últimos, que son un rompimiento de gloria: las secciones «Monogamia», «Su rostro en mi espalda» y «Al alimón» son magia pura en endecasílabos. Encierran poemas de amor tan logrados como «Pleamar», y otros tiernos y conmovedores como «Dentro de muchos años, hija», con ese emocionante final, en el que le recuerda: «que nos diste naciendo/la alegría perfecta».
Rocío Arana