Una tumba en el aire
Una novela con preguntas morales
Adolfo García Ortega. Galaxia Gutemberg, 2019. 336 páginas. 19,95 euros.
Arcadi Espada suele afirmar que A sangre fría fue «el comienzo de la infección». A su juicio, Truman Capote y otros paladines del nuevo periodismo contribuyeron a desdibujar la frontera entre la realidad y la ficción cada vez que sucumbían a la tentación de calificar un amanecer que no habían presenciado o de imaginar las cavilaciones de un condenado a muerte.
Adolfo García ha dejado claro en varias ocasiones que Una tumba en el aire es «una novela», por mucho que sea también el resultado de dos largos años de investigación que han incluido entrevistas, viajes, documentos casi olvidados, un resumen con pocas certezas y algunas peripecias detectivescas.
El relato reconstruye y recrea a la vez uno de los episodios más oscuros de la historia de ETA: el secuestro y asesinato de tres jóvenes gallegos en 1973, un crimen que la organización terrorista nunca ha reconocido.
Humberto Fouz Escobero, Fernando Quiroga Veiga y Jorge García Carneiro tenían entre 23 y 29 años y vivían en Irún cuando el 24 de marzo de 1973 cruzaron la frontera para ver El último tango en París. Al parecer, recalaron después en una discoteca rural donde coincidieron con algunos miembros de ETA que pensaron que se trataba de tres policías españoles de paisano. Presumiblemente, los activistas se los llevaron por la fuerza, los torturaron en una playa vacía y después, en un caserío aislado, los mataron cuando ya la marcha atrás resultaba demasiado compleja.
Una tumba en el aire es una novela, sí, pero interpela al lector con algunas preguntas de carácter moral que pueden cuestionar sus percepciones, sus prejuicios e incluso algunos de sus juicios, quizás porque acentúa los aspectos dramáticos o simplemente porque está muy bien escrita. Son virtudes que el periodismo no siempre practica de un modo tan eficaz.
Javier Marrodán