Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

El arquitecto universal

Luis Tena [Arq 77] es profesor del departamento de Proyectos, Urbanismo y Teoría e Historia de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. 


La simple enumeración de los méritos y premios de Foster resulta apabullante. Lord Norman Foster, Barón of Thames Bank, es miembro de la Orden de Mérito Británica y de la Cámara de los Lores. Además de distinciones profesionales —como el Stirling Prize del RIBA y la Minerva Medal de la asociación de diseñadores— posee el Premio de Arquitectura Europea Mies van der Rohe (1990), la Medalla de Oro del Instituto Americano de Arquitectos (1994), el Premio Pritzker (1999, considerado el Nobel de la Arquitectura), y en España, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2010.  

La biografía de Foster es la de un hombre hecho a sí mismo, que llega a la posición de figura indiscutible de la arquitectura mundial por su esfuerzo, una cierta dosis de suerte y, también, de drama. 

Tras demostrar su habilidad como dibujante en el estudio de un arquitecto de Manchester, Foster se lanzó a estudiar Arquitectura. Durante toda la carrera simultaneó estudios y trabajo y, gracias a su extraordinario rendimiento académico, obtuvo la prestigiosa beca Henry Fellowship para realizar estudios de posgrado en la Universidad de Yale. La etapa norteamericana resultaría decisiva en su trayectoria, ya que allí entró en contacto con la obra de grandes figuras del momento, como Louis Kahn, Eero Saarinen, Philip Johnson o Gordon Bunshaft.

Team Four. La semilla. En 1962, de vuelta a Inglaterra, Foster y un compañero de universidad, Richard Rogers, fundaron Team Four, el estudio con el que construyeron sus primeros edificios: una serie de viviendas unifamiliares y el edificio de oficinas de Reliance Controls (Swindon, 1965-66), ejemplo aventajado del uso de la construcción ligera y de los elementos industrializados. Con esas obras, ambos comenzaron a destacar en el panorama arquitectónico británico.

En 1967, Norman Foster y su mujer, la arquitecta Wendy Cheeseman, crearon Foster Associates, nombre que, con ligeras variantes, ha llegado hasta el actual Foster + Partners. Su primer éxito fueron unas oficinas para la naviera Fred Olsen en los Docklands de Londres. Ese edificio ha desaparecido —al igual que Reliance Controls—, pero en su momento sorprendió por sus grandes ventanales de vidrio sin carpintería aparente y una distribución interior libre y colorista que contrastaba con el rudo ambiente portuario. En la misma línea, pero a una escala superior, diseñó la sede de la compañía Willis Faber & Dumas: un edificio sorprendente de planta curvilínea con una fachada continua de vidrio oscuro y una cubierta plana ajardinada. Fueron apuestas novedosas y arriesgadas con las que coronó la vanguardia británica, y que le permitieron hacerse con el encargo del Sainsbury Art Center de la Universidad de East Anglia. Muchos críticos consideran este edificio como su primera obra maestra.

En los años ochenta arranca la conquista del panorama internacional al ganar el concurso del Hong Kong and Shangai Bank HSBC, su primer edificio de gran altura y, a pesar de su coste elevado, un éxito de público y especialistas. Le seguirán el aeropuerto de Stansted, la mediateca de Nimes y, ya en los años noventa, sus primeros proyectos en España: el aclamado metro de Bilbao y la Torre Collserola de Barcelona, a los que seguirán las estaciones de servicio Repsol o la Torre Cepsa, en Madrid.

El boom. Casi medio siglo después, Foster + Partners es una gran corporación, una firma de arquitectura que ha dejado su impronta en más de treinta países de los cinco continentes. Sin embargo, en los últimos veinticinco años ha construido tantas obras que es imposible realizar una crítica en conjunto. Existe un consenso general para valorar algunas —como el Sainsbury Center o el Willis Faber— como obras maestras de la arquitectura contemporánea. Todos los proyectos, desde su origen, presentan una imagen rotunda, gran precisión en su organización funcional, calidad constructiva y de acabados, además de una seria preocupación por el rendimiento energético. Sin duda, de su etapa más reciente cabe destacar el proyecto de la ciudad de Masdar, en los Emiratos Árabes Unidos; ordenaciones urbanas, como la de Trafalgar Square, en Londres; y edificios singulares en altura, como el Commerzbank, en Fráncfort; la Torre Hearst, en Manhattan; y el Swiss Re, en Londres. También remodelaciones como la del Museo Británico, la emblemática del Parlamento de Berlín, el estadio de Wembley, la pasarela del Milenio en el Támesis y, sobre todo, el viaducto de Millau, en Francia, una de sus propuestas más elegantes. 

A punto de cumplir ochenta años, la proyección de Foster ha saltado a una escala extraterrestre. Actualmente, proyecta un asentamiento en la Luna basado en la reducción al mínimo del material transportado. La dimensión del arquitecto no es ya global, sino universal.