Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Cuidar a los más frágiles

La especialista: Adriana Goñi


Adriana Goñi suele poner el mismo ejemplo a quienes acuden diariamente al centro psicogeriátrico San Francisco Javier: una flor. «¿Qué necesita una flor para no marchitarse?», les pregunta. «Agua», le responden algunos. «Luz», contestan otros. Ella intenta que jueguen con las distintas posibilidades «para ponerles en situación». Y lanza entonces la cuestión definitiva: «¿Y qué necesitas tú para ser feliz?».

Quienes la escuchan forman parte de uno de los colectivos más afectados por el problema del suicidio: son personas que padecen enfermedades mentales. Los expertos destacan el dato de que muchos de los hombres y mujeres que se suicidan estaban sometiéndose a tratamiento. Y recuerdan que los ancianos son el sector de la población que más se suicida, y el que emplea métodos más efectivos. Casi todos los que frecuentan el centro San Francisco Javier se encuentran en tratamiento. Y muchos son mayores. Es casi el epicentro de la estadística.

El centro tiene su sede en el barrio pamplonés de la Txantrea, en el complejo del antiguo manicomio, uno de los más grandes de España cuando se inauguró en 1905. «Estos pacientes suelen estar aquí entre seis y ocho semanas, dependiendo del caso. Luego, el seguimiento se hace desde su centro de salud», explica Adriana Goñi.

Llegan en torno a las nueve y media de la mañana. Uno a uno van dirigiéndose a su taquilla, donde dejan sus pertenencias. Algunos se calzan las zapatillas de estar por casa. Un círculo de sillas destaca en medio de una de las salas. Maite, la enfermera, dirige la primera actividad. «Buenos días, ¿cómo te sientes hoy?», pregunta a uno de los asistentes. «Como el tiempo, un poco tonto», responde él. Las risas de sus compañeros animan el ambiente. Una mujer se peina los cabellos rubios que le cubren la cara mientras se acomoda el chal que la abriga. Otra juguetea con la cuerda de las gafas. Algunos hombres cruzan los brazos; uno de ellos se apoya en un bastón marrón. Después de resumir cómo se encuentran, se ponen a comentar las noticias más relevantes del día. Uno de los contertulios domina de forma llamativa la actualidad: «Todas las mañanas recibo el periódico a las siete y media y lo leo mientras desayuno», cuenta.

A las diez y media comparten un café y pasan después a psicoterapia grupal. Los miércoles siempre hablan de la depresión. Los especialistas tratan de animar las reuniones con ideas positivas; de otra forma, fácilmente esos momentos acabarían centrados en los pensamientos negativos. 

Los pacientes descansan después de la sesión mientras los profesionales del equipo se reúnen en la cocina. Se percibe un buen entendimiento entre ellos; el trabajo en grupo posee mucha importancia. Dos de los objetivos principales del centro son la recuperación de la capacidad funcional y la activación: la independencia y la autonomía resultan claves para las personas que sufren enfermedades mentales. A la hora de la actividad física, la música de fondo acompaña el ejercicio diario. «Que los pacientes se activen es muy importante porque después el estado de ánimo viene de regalo», comenta Adriana Goñi

Los familiares llegan a media tarde. Un hombre aguarda la salida de su mujer. Lleva el abrigo atado hasta arriba y se protege con una boina y una bufanda que le cae sobre el pecho. Otro trastea con el móvil y levanta la cabeza de vez en cuando en busca de su madre. Un tercero permanece sentado hasta que salga su hermano, mirando por la ventana, como si fuera a encontrar respuestas en la lluvia. La espera es habitual para muchos de ellos. Algunos llevan así toda una vida: tienen la ilusión de que la persona a la que quieren se cure. Confían en que supere la depresión, en que su dolor sea lo más llevadero posible. O en que la idea de suicidarse se aleje de sus pensamientos.