Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

La gran mentira


La República Democrática Alemana consiguió más de cuatrocientas medallas olímpicas en solo veinte años. Entre México 68 y Seúl 88, sus deportistas asombraron al mundo, y discutieron la supremacía del atletismo mundial a la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Con apenas diecisiete millones de habitantes, la RDA obtuvo más medallas que los norteamericanos en Múnich 72, Montreal 76 y Seúl 88. Ciertamente, las sospechas sobre sus éxitos se extendieron con rapidez, en especial a partir de que algunas grandes atletas —como la lanzadora de peso Ilona Slupianek o la saltadora Heike Drechsler— se lesionaran «misteriosamente» antes de alguna gran prueba.

Con la desaparición de la RDA, muchos de sus deportistas dejaron de competir —como la nadadora Kristin Otto, seis oros en Seúl—, y crecieron las sospechas sobre otros —Roland Matthes, el mejor espaldista de la Historia—. La caída del Muro confirmó la existencia de programas intensivos de dopaje en los países del Telón de Acero. En los setenta y ochenta, el deporte era una gran herramienta para demostrar la superioridad del comunismo sobre un capitalismo decadente. En el siglo XXI, las sospechas de dopaje a gran escala recaen en Rusia y China. En ambos países, el deporte sigue al servicio de la propaganda, una gran cortina de humo que exalta su nacionalismo y oculta los problemas internos.