Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Inteligencia espiritual ecológica

Fernando Echarri, responsable del Área Educativa del Museo Universidad de Navarra.


Consciente de la urgencia «de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad» [§ 4], el Papa Francisco  pretende mostrar en la encíclica Laudato si’ los valores que nos guíen para utilizar nuestra libertad de forma adecuada en todas nuestras acciones sobre la naturaleza. El documento enfatiza la vía educativa - como medio para reconstruir la deteriorada relación entre cada persona y el medioambiente. Sus contenidos legitiman y renuevan la educación ambiental —«educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente» [§ 64] o «educación en la responsabilidad ambiental» [§ 65]—, especialidad que, desde los años setenta, trabaja para conseguir este fin.

La encíclica, a pesar de su brevedad, es un completo tratado ecológico. Pero sobre todo desarrolla una ética ambiental: cómo es el vínculo intrínseco e indisoluble entre persona y naturaleza, el sentido de la creación y su trascendencia. El Papa manifiesta que «la degradación ambiental y la degradación humana y ética están íntimamente unidas» [§ 56]. Por eso ética y conservación de la naturaleza deben ir de la mano. Es necesario pasar de un modelo que se enfrenta a la naturaleza a otro en que la persona asuma la gran responsabilidad de custodiar y crecer con la Creación.

La falta de una perspectiva trascendente se encuentra entre las causas productoras del daño ambiental, Sin embargo, la educación ambiental no siempre ha integrado la dimensión espiritual en su modo de educar. La encíclica ahonda en esta percepción, y nos sitúa frente a un desafío educativo: «La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo» [§ 210].

La encíclica avanza acuñando la expresión «espiritualidad ecológica», en referencia a la inteligencia espiritual cuando trata de cuestiones ambientales. Esta inteligencia tiene un papel destacado en la educación ambiental, ya que «el derroche de la Creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que solo nos vemos a nosotros mismos» [§ 6]. A medida que perdemos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, las actitudes de la persona serán las de «mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos» [§ 11].

Francisco, conocedor de la importancia «de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo» [§ 216],  apunta nuevas vías de trabajo para favorecer una sensibilización ambiental más profunda e integral, que genere compromisos y provoque decisiones, en definitiva, que logre modificar los hábitos de nuestro estilo de vida, insanos para nosotros y  para el medioambiente. 

La encíclica promueve la constitución de una nueva cultura ecológica: «Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático» [§  111]. Y esta nueva cultura ecológica necesita una inteligencia que desarrolle el aspecto espiritual y ambiental de las personas. Laudato si’ nos propone cultivar esta inteligencia espiritual ecológica que aborde con garantías el próximo futuro de la humanidad.