Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

La desaparición de los cristianos en Tierra Santa

Erika Jara [Com 03]


Hazmi es un dentista palestino cristiano que trabaja en Ramala. “El 90% de las caries que quito son musulmanas”, asegura. “Y cuando termino de trabajar me voy al café a jugar a las cartas con mis vecinos, que también son musulmanes”.

Esa buena integración de los cristianos palestinos en una sociedad dominada por el islam la destaca también el padre Firas, sacerdote católico de origen jordano, jefe de estudios de una escuela del Patriarcado Latino en el poblado de Jifna, al norte de Ramala. Allí, 150 de sus 200 alumnos son musulmanes. “Todos nos sentimos parte del mismo pueblo”, afirma. Por eso, cuando se les pregunta por el principal problema de los cristianos en Palestina, tanto Hazmi con el padre Firas contestan al unísono: “La ocupación israelí”.

De los 750.000 refugiados que generó la guerra de 1948, 150.000 eran cristianos. Desde entonces, y tras otro enfrentamiento en 1967, cuando Israel ocupó Cisjordania y Gaza, después de dos intifadas y de la instalación de todo tipo de restricciones de movimiento a las puertas de sus casas y trabajos, los cristianos palestinos inmigraron por miles. Según un estudio realizado por la delegación jerosolimitana del Consejo Mundial de Iglesias, el 70% de los cristianos se marchó debido a la inestabilidad política, mientras que otro 26% lo hizo por la falta de oportunidades económicas. Así, el 40% de cristianos que existía en 1948 en todo Israel se ha reducido a día de hoy al 1,42%: 50.000 en Cisjordania, 3.000 en Gaza y 150.000 en Israel.

Según el Centro Inter Iglesias, los 9.000 cristianos de Jerusalén podrían reducirse a la mitad en seis años si se siguen confiscando permisos de residencia al mismo ritmo que en la actualidad. La consecuencia principal de todas estas limitaciones es que los cristianos están desapareciendo con una frecuencia alarmante del lugar donde nacieron: Tierra Santa. 

Los dos hijos del doctor Hazmi viven ya en Estados Unidos. El padre Firas explica que a los palestinos les humillan constantemente con checkpoints y normas discriminatorias. “Hasta el patriarca necesita un permiso para moverse de sitio en sitio y lo registran como si fuera un terrorista en cada punto de control”, añade. Su balance es rotundo y elocuente: “Los cristianos palestinos vivimos en un constante Viernes Santo, sin derecho a Pascua”.

El panorama no es mucho más alentador en Gaza. El padre palestino Manuel vivió en la ciudad desde 1995 hasta 2009, a cargo de un colegio del Patriarcado Latino. Ahora, mientras espera que Israel le dé permiso para volver a entrar, asegura desde Cisjordania que el mayor problema de la gente en Gaza, incluidos los cristianos, “es la desesperación y la pérdida de la fe”. “Después de que la operación Plomo Fundido de Israel provocara la destrucción de 4.000 casas entre 2008 y 2009, las familias carecen de electricidad, de agua, y a veces hasta de hogar. La mayoría de los cabezas de familia se han quedado sin trabajo y se han visto obligados a vender, poco a poco, todo su patrimonio. Las tiendas se encuentran vacías y los niños crecen rodeados de violencia, y preguntándose por qué no tienen los mismos derechos que los que habitan fuera de la zona”. 

Manuel quita importancia a las fricciones entre cristianos y musulmanes: “Todos sufrimos igual y nos consideramos parte de un único pueblo”, comenta. Y aduce como prueba que muchas familias musulmanas llevan sus hijos a las escuelas cristianas y que muchos alumnos cristianos –incluidos los suyos–, escogen la Universidad Islámica para continuar sus estudios”. En cuanto a Hamas, apunta que mantiene un contacto cordial con sus líderes, quienes escuchan sus problemas y tratan de protegerles. “La gran mayoría de felicitaciones que llegan a nuestra escuela en Navidad y Semana Santa son de musulmanes, incluidos los representantes de Hamas”, señala.

 Sin embargo, admite que el fanatismo islámico está creciendo: “Vivimos en medio de un océano de musulmanes en el que la mayoría son puros e inocentes. Pero en ese océano también hay tiburones, como los que atacaron la iglesia copta egipcia, y a estos sí los tememos”. El padre Manuel apunta, en todo caso, que “los tiburones se encuentran en todas partes del mundo”, aunque “la desesperación que se vive en Gaza es un caldo de cultivo perfecto para que el número de tiburones se reproduzca rápidamente, como de hecho está sucediendo. Por suerte, hasta ahora Hamas los tiene controlados”, afirma.

En octubre de 2010 se celebró el Sínodo de Iglesias de Oriente Medio, en el que los cristianos de Tierra Santa presentaron al Papa y a los obispos el documento El momento de la Verdad (Kilmetuna, en árabe), en el que reclaman una mayor atención por parte de sus hermanos de todo el mundo y explican los problemas que sufren bajo la ocupación israelí. Más allá del documento y del Sínodo, el padre Firas anima a los peregrinos cristianos de todo el mundo a que dejen de visitar las piedras muertas de Tierra Santa y se concentren en las vivas: “Los palestinos cristianos que deben poder contar su historia y necesitan saber que fuera tienen apoyo”.