Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Un paseo por el Guggenheim


Las nuevas formas. Miguel López-Remiro conocía bien el Museo antes de empezar a trabajar en él. Durante su época de estudiante de doctorado lo visitaba frecuentemente: “Era el sitio más cercano donde yo podía ver un rothko, un richard serra, un jenny holzer... Este Museo me aportó muchísimo porque allí podía enfrentarme a las nuevas formas”. Esas nuevas formas siguen presentes hoy: la instalación de Fujiko Nakaya se enciende a las horas en punto, es una escultura de niebla que se desliza por la ría, desde la terraza. “Es una escultura que no existe –explica López-Remiro–, efímera hasta el extremo; no es un objeto, habla de la naturaleza, más que de otra cosa”. Su levedad contrasta con las formas rotundas de las Venus españolas de Jim Dine: tres figuras monumentales de color rojo intenso que reinterpretan el formato clásico en clave pop.

De Holzer a Lloyd Wright. Desde el piso de arriba, la instalación luminosa de Jenny Holzer aparece como una cascada de letras gigante. Varios tubos proyectan constantemente un mismo poema en un led rojo. Para Miguel López-Remiro, “tiene un poder de abstracción muy fuerte, juega con el texto y la forma que crea en la galería. Vengas con quien vengas, niño, adulto… siempre es novedoso, aunque lo veas todos los días. Muchos niños no se atreven a pasar al otro lado de los tubos, porque piensan que hay agua”. Precisamente las reacciones y la actitud del público son otra de las cosas que más disfruta del Museo: “Me gusta cómo está la gente en el Museo, tranquila, queriendo aprender”. Para facilitar ese aprendizaje, las salas más amplias se combinan con otras, apenas recovecos, donde se proyectan vídeos didácticos. En uno de ellos aparece Frank Lloyd Wright entrevistado por un periodista que fuma despreocupadamente.

Un edificio vivo. Desde el lugar donde se proyecta el vídeo se puede ver también la instalación de Richard Serra: grandes formas de metal ondulantes que plantean “un giro conceptual. Retrata el tiempo que tarda el visitante en recorrerla”, explica López-Remiro. Para él, el exterior del edificio no es menos sugerente que las obras que acoge en su interior: “Las placas de titanio que lo recubren parecen cambiar de color todos los días, con su aspecto sinuoso y sus pliegues en las juntas, parece vivo. No hubiera sido igual con el acero, más liso, más minimal”. El diseño de Frank Gehry debía, además, integrar el puente sobre la ría y adecuarse a un entorno industrial, gris. En él contrastan los tulipanes gigantes de Jeff Koons (el mismo autor de Puppy), las fuentes de fuego de Yves Klein o Mamá, la tarántula monumental creada por Louise Bourgeois.