Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Respira, el mundo ha cambiado

Texto: Claudia López Madrigal, psicóloga e investigadora en el Instituto Cultura y Sociedad (ICS). Fotografía: Susana Girón

La pandemia del coronavirus ha provocado un coste psicológico y emocional que se está infravalorando. Cualquier problema añadido nos estresa o nos parece imposible de sobrellevar. No obstante, podemos recuperar el equilibrio con resiliencia y afrontar el futuro dotándolo de significado a través de interacciones reales con el otro.


Todo ha cambiado. Es difícil poner en palabras lo que ha sucedido en estos últimos meses. A pesar de que en España hemos podido recuperar esas cervezas o paseos al aire libre que tanto anhelábamos, nos encontramos ante una realidad que está lejos de ser normal. Mascarillas por todas partes, gente que al cruzarse en la calle se aleja, filas para entrar a las tiendas, gel desinfectante en cada mesa, saludos de codos con los amigos… Parece todo surrealista y complicado de entender. 

Esta situación ha derivado en una serie de síntomas silenciosos de la pandemia que, desafortunadamente, no se van a resolver con la esperada vacuna. Las secuelas del estado de alarma continuarán durante meses porque han permeado todas las dimensiones del ser humano: física, psíquica, económica, espiritual y vincular. Esto supone un cambio en el modo de relacionarnos y de entender el mundo que nos rodea

Son las 11 y Andrés, que mañana cumple 90 años, se toma el primer descanso del paseo. Paco, de 92, llega con su bici, a la que todavía se sube «de correntilla». Hablan de  los tiempos de entonces, cuando los mocicos contraían la viruela o la sarna | FOTO: Susana Girón

La poscuarentena no es algo fácil de digerir pero, al mismo tiempo, no podemos esperar volver a nuestras rutinas anteriores como si nada hubiera pasado. Las pandemias no deben tomarse a la ligera y las preocupaciones que puedan surgir son entendibles. Hemos llegado a un punto que los psicólogos llamamos saturación mental. Cualquier problema añadido —como la posibilidad de que haya una segunda ola— nos estresa o nos parece insoportable —aun sabiendo que seremos capaces de afrontarlo—. El miedo al contagio, el duelo por la pérdida de un familiar, la incertidumbre económica o laboral, la falta de concentración en casa o el desgaste profesional de los sanitarios son efectos que pueden agudizarse, incluso cuando las tasas de contagio disminuyan. 

Hay que ser pacientes. Estamos acostumbrados a buscar soluciones fáciles y rápidas que nos hagan sentir bien ante lo que nos incomoda, pero esto no funciona así. Querer controlarlo todo genera estrés innecesario. Necesitamos tiempo para adaptarnos a este nuevo ritmo y aceptar que la nueva normalidad no va a tener nada que ver con la normalidad que conocíamos.

Sin embargo, esto no significa hacer caso omiso a lo que está sucediendo. El miedo y la ansiedad son dos reacciones concretas que han aumentado notablemente. Dos emociones muy normales en estas circunstancias considerando que el miedo es la reacción ante un peligro inminente y la ansiedad es la respuesta ante una amenaza futura, muchas veces incierta y poco probable, que nos mantiene en un estado constante de estrés. 

Respira. El mundo ha cambiado. El miedo, la ansiedad y el estrés no son tu enemigo. Las emociones son respuestas evolutivamente necesarias para nuestra supervivencia y reflejan aquello que valoramos. No existen emociones equivocadas, ni una forma única de afrontar el estrés y la incertidumbre. Para modelar un futuro diferente, lo primero es replantear dónde se encuentra puesta nuestra atención. 

El 25 de abril, los operarios llevan ya algunos días desmontando las casetas de la Feria en Sevilla, que se ha suspendido por primera vez desde 1847. La pérdida económica se acerca a los 900 millones de euros y más de 6 000 familias no cuentan con los ingresos más importantes del año | FOTO: Susana Girón

En una sociedad en la que vivimos hiperestimulados nos cuesta detenernos y reflexionar sobre aquello que nos sucede. ¿Prefieres recordar la pandemia del coronavirus como un suceso que ocurrió en tu vida o más bien como algo que te cambió la vida? Si has estado viviendo con el piloto automático, el primer paso que puedes dar es enfocarte en cómo sacar lo mejor de esta situación y en qué estás haciendo por los otros. Sin restarle importancia a lo que ha sucedido, podemos ser capaces de extraer un significado que nos ayude a entender qué sentido tiene esto en nuestras vidas y en las de los demás. 

Como lema de nuestra poscuarentena propongo «Aprender, desaprender y reaprender», título de un excelente artículo del experto en educación Tiburcio Moreno. Resulta innegable que nuestras experiencias nos influyen, pero no nos determinan. Alivia saber que a todo lo vivido hasta ahora se le puede dotar de nuevos significados: reaprender. Los humanos somos la única especie con capacidad de resiliencia. Tenemos un talento inmenso, muchas veces infravalorado, de lidiar con situaciones adversas. Constantemente, por «contagio emocional» sobredimensionamos algunas de esas circunstancias y dejamos de ver las fortalezas que poseemos para afrontarlas. El cambio de lente nos ayuda a dejar de vivir en piloto automático. 

No olvidemos que somos parte de una sociedad que prioriza las narrativas basadas en el éxito, la búsqueda obsesiva por sobresalir y un consumo que refuerza sin interrupción el yo-mí-me-conmigo. Centrarse en uno mismo tiene muchas cosas positivas y es saludable, incluso para mantener una relación sana con los demás. Sin embargo, si tenemos mucho yo, reducimos el nosotros, lo que podría hacernos sentir vulnerables y solos a pesar de estar juntos. Tanta presión por querer destacar es una nueva forma de evitar lo que nos genera malestar emocional. Esto nos lleva a sentirnos verdaderamente contrariados con aquello que se interponga en nuestros planes. La mejor manera de enfrentar los miedos, preocupaciones o frustraciones es ponerlos en perspectiva con otra persona, porque las relaciones que se forjan nos ayudan a actuar en consecuencia. Reconocer nuestros límites y aprender a apoyarnos en los demás favorece nuestro crecimiento interior.

Mientras se demora la concesión de las ayudas a la dependencia, algunos ayuntamientos como el de Aracena (Huelva) han puesto en marcha servicios de atención a domicilio, que no se detuvieron durante las semanas duras. Como parte de ese servicio, Paqui —para quien todo cobra sentido al ver la cara de alivio de los mayores— ayuda a Pilar a secarse el pelo tras el baño | FOTO: Susana Girón

Todos tenemos múltiples maneras de ir más allá de nosotros mismos. No podemos resolver nuestras dificultades con pensamientos bonitos, eso solo está cubriendo el problema de fondo. Hablar, identificar y expresar cara a cara lo que pensamos y sentimos contribuye a entender lo que nos ocurre para que las experiencias no nos determinen. Formamos parte de algo más grande que nosotros y, para superar la adversidad, primero hay que reconocer y aceptar que nos encontramos en ella. Como dijo la psicóloga Susan David, «la compleja relación entre la vida y su fragilidad es en realidad lo que compone la totalidad y belleza de la vida».