Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Rezar entre muros

Mikel Ayestaran [Com 97]


Desde que el 31 de octubre de 2010 un comando yihadista asaltó la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación y mató a 58 personas en el centro de la capital, los cristianos huyen de Bagdad. En las paredes del templo las marcas de disparos, explosiones y sangre seca hablan del terror que se vivió aquella tarde de domingo.

Los cristianos iraquíes están divididos en catorce comunidades diferentes, con iglesias católicas, ortodoxas y protestantes, y varios responsables consultados aseguran que antes de 2003 eran aproximadamente 1,2 millones de personas, una cifra que en la actualidad los más optimistas rebajan al medio millón. La mayoría elige la región autónoma del Kurdistán como salida temporal, pero Europa y Estados Unidos son los destinos soñados. Bagdad, Mosul y Basora son las plazas históricas con presencia cristiana –originalmente asirios y caldeos, que siguen rezando en arameo, la lengua de Jesús– desde la época preislámica, pero la violencia está moviendo a la población hacia el Kurdistán iraquí. Al miedo hay que sumar “la campaña de islamización por parte de las autoridades locales”, denuncian los editores del diario capitalino Al Meeda, que tras conocer la reciente prohibición de la venta de bebidas alcohólicas en Bagdad –uno de los negocios básicos de las familias cristianas– lideran una campaña “por la libertad de los derechos individuales y el respeto a las minorías”. En esta campaña de islamización se englobarían también “la imposición del hyjab para ir a la escuela a las niñas a partir de los seis años o la suspensión de festivales artísticos en Babilonia porque contenían danzas y música”, según los directivos de Al Meeda.

La tensión creada por los ataques de 2010 ha llevado a algunas formaciones políticas cristianas a pedir la constitución de una especie de cantón cristiano en el norte del país. El presidente, Yalal Talabani, declaró a mediados de noviembre que no se opondría a este proyecto y pidió a los cristianos que no emigraran porque “son parte de los orígenes de Irak”. Esta es la orden oficial, que en la práctica resulta muy complicada para los sacerdotes que están a pie de calle. “No creo que quedemos más de 150.000 cristianos en la capital, tres veces menos que en 2003”, comenta el padre Saad Sirop Hana desde el exterior de su iglesia de San José en el barrio de Karrada, centro neurálgico de los cristianos de la capital. Se ha negado a levantar muros de protección “porque los que nos rodean son hermanos, no enemigos” y confía en los voluntarios de la parroquia que defienden el templo de posibles ataques. Es otra consecuencia de la oleada de violencia, el cerco de varios templos con muros de hormigón y el refuerzo en la vigilancia. Las iglesias de Bagdad cuentan con su propia guardia cristiana, pero la fuerte emigración dificulta el reclutamiento.