Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 718

Santi, te quiero


29 de noviembre de 2008

Cómo es Santi

¡Hola! Quería contarles, con mis palabras, cómo es Santi... Sí, es mi hijo, tiene seis años y padece autismo. Es testarudo, tenaz, parece fuerte y duro, pero en realidad es muy sensible. Y, sobre todas las cosas, es cariñoso. Sí, a pesar de lo que se dice de los autistas, Santi demuestra mucho su amor. Le encanta estar con las personas a las que quiere. Adora a sus hermanas. Deja que le hagan cualquier cosa... Si le sacan su juguete favorito, no les dice nada. Las cuida y les da besos y juega con ellas todo el tiempo. Si están viendo tele, se tira con ellas. Si juegan en la compu, las mira y se ríe... Cuando voy al cole a buscarlo y me ve, se le dibuja una sonrisa enorme. Cuando algo le hace mal o le molesta, llora, y le da como un ataque de nervios (grita llorando y se pone tenso). Esos momentos son muy feos y yo me pongo mal, porque muchas veces no sé qué le pasa, y otras no puedo hacer nada. Con contención, generalmente se le pasa y lo supera solo. Eso, hoy día, le pasa mucho menos, ya que se las rebusca mejor para hacerse entender, o encuentra la palabra precisa para comunicarse. Es un dulce total. Se despierta y sale a jugar afuera. Sus juegos preferidos son: ver caer la tierra por el techo de la cucha del perro, hacer rodar la pelota por los alambres del tendedero, dejar caer sus iguanas por el tronco de un árbol o jugar en la caja de la camioneta, tirando sus bichos al suelo. Les cuento todo esto, porque, a pesar de lo que se cree, Santi está muy conectado con el mundo y lo disfruta mucho... Y aunque le gusta jugar solo, cuando uno se mete en su juego, lo acepta feliz y le hace participar. Ve las cosas de manera muy diferente, y le cuesta no distraerse con el aluvión de estímulos visuales. Eso lo sé por la manera que mira las cosas, y porque a veces cierra los ojos para evitarlo. Cuando estudiamos, tenemos que cerrar las cortinas para que no se distraiga con la luz. Si mira la tele, muchas veces sale corriendo del cuarto porque cierta escena lo sobreexcita y le puede, pero se queda escuchando fuera hasta que pasa... Pero muero de amor cada vez que le escucho reírse a carcajadas o cantar. Es una gran compañía y un ser muy amoroso. (...) Y estoy convencida de que él también lo sabe. Por eso, no voy a descansar hasta que me diga: “Mamá, te quiero”.

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