Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

La teología de Joseph Ratzinger

Redacción NT.


Todo doctorado honoris causa reconoce los méritos científicos del nuevo doctor, que se une así al claustro de la universidad en la que recibe esa distinción. En el caso del cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sus méritos fueron glosados por el teólogo Pedro Rodríguez en lo que se conoce como laudatio academica.

Vida

En su elogio, el entonces decano de la Facultad de Teología destacó la influencia de las intervenciones doctrinales del joven profesor. Comenzó mencionando la tesis sobre la Iglesia como Pueblo de Dios en San Agustín: “una de las más importantes monografías sobre la eclesiología de la época patrística”. A continuación recordó cómo Joseph Ratzinger se introdujo poco después en la Cristiandad medieval con una investigación sobre la teología de la historia de San Buenaventura. Con ambos libros se adentró en “la problemática actual de la teología, sabiendo […] quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos”.

Al comienzo de su trayectoria académica fue profesor de Teología Fundamental y, ya como catedrático de Dogmática en Tubinga, publicó Introducción al Cristianismo. Según Pedro Rodríguez: “uno de los escritos más significativos de la teología de nuestra época” traducido a 17 idiomas y reeditado sin interrupción.

Un referente

Durante el Concilio Vaticano II participó decisivamente en la redacción de las dos grandes constituciones dogmáticas: Lumen Gentium, sobre la Iglesia, y Dei Verbum, sobre la Revelación divina. Sus dictámenes le convirtieron en una referencia indiscutible para conocer el rumbo de la teología posconciliar. En especial, en los campos de la Eclesiología y la Escatología. En los años del “drama del primer posconcilio” su figura emergió con fuerza. Advirtió que “la creciente antieclesialidad […] pretendía apoyarse en las propuestas renovadoras del Concilio”. Su principal objetivo en el Concilio había sido presentar “el centro nuclear de la fe —que existía debajo de tanto cuerpo extraño— para darle impulso y dinamismo”. Por todo ello fue distinguido con el doctorado honoris causa de la Universidad de Navarra.