Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 718

Jericó cumple 10.000 años y los palestinos piden sus deseos

Texto Erika Jara [Com 03]  Fotografía Miriam Alster [Flash 90]   Infografía Rocío G. L. Moncada [Com 11] 

Ariha para los árabes, la ciudad de la Luna para los Cananeos, la Ciudad del Perfume y las Fragancias para los siríacos, la Ciudad de las Palmas en la Biblia… Después de milenios de historia, civilizaciones y nombres, Jericó cumple 10.000 años. Este oasis en medio del desértico valle del Jordán ha representado para arqueólogos, historiadores y turistas una puerta única hacia el pasado de la humanidad. Ahora, sus habitantes y sus gobernantes esperan que las celebraciones abran también una puerta hacia el futuro, hacia una nueva etapa histórica caracterizada por la paz.


Jericó es la ciudad de los superlativos: la población sedentaria y organizada más antigua que se conoce; el punto habitado más bajo de la tierra, –240 metros por debajo del nivel del mar, sólo superado por los -416 metros del Mar Muerto, situado a unos 7 kilómetros–; la primera ciudad en ser devuelta a la Autoridad Palestina tras los tratados de Oslo de 1995 y, según sus habitantes, “el lugar donde nacen las frutas más sabrosas” y, por si fuera poco, añaden, “el único punto de la tierra desde donde uno puede alargar el brazo hacia la luna y sentir que esta reposa en la palma de la mano”. 

La ciudad acoge a más de un millón de turistas al año, en su mayoría peregrinos que siguen los pasos de Jesucristo. Su posición estratégica, junto a la frontera jordana y al río Jordán, y sus múltiples reliquias arquitectónicas, históricas y religiosas hacen de Jericó la tercera población más visitada de Tierra Santa, por detrás de Jerusalén y Belén. No en vano, allí se encuentran ruinas tan importantes como las de Tel El Sultan, que, según el historiador y arqueólogo palestino Hamdan Taha, “dan fe del primer asentamiento humano organizado del mundo –9.000 a.C.– y del primer sistema de fortificación urbana –7.000 a.C.– que superan en antigüedad los 4.000 años a.C. de las pirámides de Egipto”. “Jericó, a lo largo de la historia, siempre ha liderado la vanguardia de la civilización humana”, asegura Taha. “Ya en el tercer siglo antes de Cristo, el Jericó heleno y romano, desplazado dos kilómetros hacia los valles, contaba con un desarrollado sistema de irrigación agrícola, con canales y acueductos”. El historiador romano Josefo describió la ciudad como “el paraíso de Dios en la Tierra”. 

Poco tiempo después, “el cristianismo nacía a orillas del Jordán”, prosigue Taha, “y los pasos de Cristo dejaban lugares tan visitados y reverenciados hoy como el Monte de las Tentaciones, donde Cristo ayunó y resistió las tentaciones del diablo durante 40 días, o el sicomoro al que se subió el recaudador de impuestos Zaqueo para ver pasar a Jesús”. A pocos metros de allí, en el río Jordán, Juan Bautista bautizaba a los primeros cristianos. 

Al periodo bizantino le sucedió el islámico, cuyos gobernantes, los mismos omeyas que conquistaron la península ibérica en el siglo vii, “construyeron monumentos de la espectacularidad arquitectónica del Palacio de Hisham, que contiene un mosaico de casi 900 metros cuadrados, uno de los más grandes de Oriente Medio”. Las múltiples excavaciones llevadas a cabo en la zona “muestran hasta 21 capas diferentes, cada una de ellas correspondiente a una civilización distinta”, revela Taha.

La ciudad no tiene nada que envidiar a cualquier capital europea en cuanto a lugares históricos y religiosos de interés turístico; sin embargo uno se da cuenta de que el desarrollo urbanístico y social se detuvo en algún punto de la historia contemporánea cuando, al llegar, se encuentra con viejas casas de adobe –o de ladrillo a medio construir–, calles polvorientas sin apenas aceras, estructuradas sin demasiado sentido del urbanismo y agricultores y granjeros que vienen y van con sus burros o rebaños desde los extensos campos de cultivo de dátiles, plántanos, naranjas y limones. Los lugareños, pacíficos, tranquilos y hospitalarios como corresponde al microclima tropical en el que habitan, miran curiosos y divertidos al extranjero que se sale de la ruta turística, y entre ellos es difícil encontrar a alguien con quien comunicarse en otro idioma que no sea el árabe. 

El Jericó palestino se ha visto sacudido en el último siglo por las incontables guerras y revueltas derivadas del conflicto con Israel; ahora, todavía bajo ocupación israelí pero en una situación política más estable, los gobernantes de la ciudad han decidido que este es el momento perfecto para dar un paso hacia adelante en la historia.

Las celebraciones. Cuando el entonces primer ministro israelí Isaac Rabin y el líder de la OLP Yaser Arafat firmaron el tratado de Oslo en 1995, Cisjordania quedó dividida en tres áreas: A (control total palestino), B (control compartido) y C (control total israelí). Una de las primeras zonas en ser designada área A fue la ciudad de Jericó y sus alrededores, para gran alegría de miles de palestinos que esperaban tras la frontera jordana el momento de volver a su tierra. Pero la ciudad quedó aislada en muchos aspectos del resto de Cisjordania, pues pasó a formar parte de una zona militar cerrada israelí que abarcaba todo el Valle del Jordán, y que se mantiene hasta hoy. Jericó no posee el control sobre el agua que utiliza para sus cultivos y sus habitantes tienen prohibido el acceso al Mar Muerto y al río Jordán. Tampoco controlan los accesos y salidas de la ciudad, y el transporte público hacia al resto de núcleos urbanos palestinos es muy limitado y, en algunos casos, inexistente. Todas estas circunstancias han condicionado en gran medida el desarrollo económico y social de la ciudad y han hecho huir a los potenciales inversores.

Pero la celebración de los 10.000 años de Jericó, preparada desde 2007, ha traído de vuelta el optimismo; el día 10 del mes 10 de 2010, fecha elegida simbólicamente para la apertura de las celebraciones, Hasan Saleh, el alcalde de la ciudad, lamentaba “la intención de Israel de someternos al olvido; recibimos más de un millón de turistas al año y poseemos dos hoteles de cinco estrellas, pero no tenemos siquiera un sistema de eliminación de aguas residuales”. Sin embargo, afirmaba que “el precio de la tierra se ha multiplicado por 5 en los últimos 6 años y cada vez más jerosolimitanos compran casas aquí para pasar el invierno en un clima cálido con vida más allá de la seis de la tarde; todo ello da una muestra del potencial que existe en Jericó”. Así mismo opina la ministra de Turismo y Antigüedades de la Autoridad Palestina (AP), Julud Daibes, quien asegura que “la Administración pública se ha comprometido con todo el valle del Jordán, y eso debe dar confianza a los inversores locales y extranjeros”. Con el 10.000 cumpleaños de la ciudad, la AP ha lanzado un proyecto de desarrollo para Jericó “único” según Daibes, pues “consiste en una plataforma de lanzamiento, una llamada al mundo para que fije su atención en esta ciudad y este valle y recorra con nosotros un largo proceso, al final del cual podamos controlar, explotar y optimizar nuestros propios recursos”. El mensaje es claro: “Si Israel argumenta seguridad, Jericó argumenta progreso. Debemos hacer que sea posible construir en esta zona”.  Con el fin de ejercer presión sobre la ocupación a través de la colaboración exterior, la AP invitó a la comunidad internacional a unirse a los festejos. Así, durante la primera semana de las celebraciones, se anunciaba la apertura de tres nuevas calles, financiadas respectivamente por el gobierno japonés, USAID y el gobierno francés. Tanto el ministro de exteriores de este país, Bernard Kouchner, como su homólogo español, Miguel Ángel Moratinos, asistieron a la inauguración de esta última, que llevará el nombre del poeta palestino Mahmud Darwish. Asimismo, el ayuntamiento de la localidad gala de Lyon proporcionó los recursos necesarios para la nueva iluminación del Palacio de Hisham, y el gobierno japonés realizó una donación destinada a la edificación de un polígono industrial.  

Además, la principal compañía privada palestina, Palestine Development and Investment Limited, planea invertir entre 400 y 500 millones de dólares en Jericó en los próximos 10 años. “Esperamos que, con la creación de miles de nuevos puestos de trabajo, los habitantes empiecen a notar los cambios pronto”, manifiesta el alcalde Hasan Saleh

Por su parte, la AP organizará cursos para la preparación de guías turísticos en Jericó y planea construir un hotel de cinco estrellas llamado Moon City en las proximidades del Mar Muerto, con el fin de competir con los resorts israelíes. El clima de optimismo incluso ha llevado a la AP ha enviar al primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu una propuesta para construir un aeropuerto en las afueras de la ciudad, o lo que es lo mismo, en área C, controlada por Israel. “Nos gustaría que el presidente estadounidense Barack Obama se sumase a las celebraciones”, ironiza el alcalde, “aunque aceptamos que de momento esto es sólo una fiesta de graduación”. 

A pie de calle, y pese a la ausencia de Obama, los lugareños se divertían: música de grupos extranjeros y palestinos en la plaza principal, artistas dibujando en las vallas y paredes de la ciudad, castillos hinchables para los más pequeños, una maratón con la caída de la noche… “Vivimos en un sitio verde en mitad del desierto, tenemos buen tiempo todo el año y nos paseamos por la ciudad más vieja del mundo, ¿qué más se puede pedir?”, argumenta Mai, de 16 años, cristiana de la ciudad. Ayman, agricultor de 46 años, afirma que “aunque el gobierno no consiga lo que quiere con este plan, los palestinos creemos firmemente que la paz llegará”. Para Leila, de 10 años, lo más importante es “ver a muchos turistas porque así puedo hablar inglés con ellos”, y para Saleh, estudiante universitario de 20 años “la ciudad tiene muchos espacios vacíos que podrían ser utilizados para construir más sitios de recreo. Muchos turistas y palestinos de Jerusalén vienen aquí a disfrutar, así que no estaría mal construir más restaurantes, bares y sitios donde poder ir a bailar”. Mahmoud, de 54 años, dueño de un pequeño comercio de refrescos y snacks junto a la plaza del ayuntamiento, se muestra más espiritual: “Yo estoy muy orgulloso de vivir en una ciudad que tiene esta conexión con la tierra y con la historia de la civilización mundial, creo que este es un sitio que debería ser visitado por todo el mundo que quiera saber algo sobre sus antepasados y sobre sí mismo”. 

La ministra de turismo es consciente de los obstáculos de cara al éxito del proyecto: “Las noticias sobre esta zona que le llegan al potencial turista a través de los medios están siempre relacionadas con el conflicto, por eso a veces duda sobre si este lugar es seguro y si estamos preparados para recibirle”. “Además”, añade, “no tenemos una puerta de entrada ni el privilegio de poder estampar nuestro propio sello en los pasaportes extranjeros”. Pero nada consigue mermar su optimismo: “El turismo se inventó aquí hace 2.000 años con la llegada de los primeros peregrinos. Desde entonces ha ido en aumento y ahora recibimos a miles de turistas cada semana. Imagina cuántos vendrían si la ocupación terminase”, aduce.

Comienza otro milenio en la historia de Jericó y el historiador Hamdan Taha espera “que los protagonistas de la nueva era sean las personas llanas, como las que se organizaron en sociedad hace 10.000 años o las que pusieron los ladrillos en los acueductos romanos. Esto es lo que sucederá si la historia nos inspira para mejorar la raza humana, y no para cometer los mismos errores”, concluye.