Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

José Ortiz Echagüe: De la afición a la culminación

Texto Asunción Domeño Martínez de Morentin, profesora del departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía, y miembro del Departamento Académico y Programas Públicos del MuseoFotografía Legado Ortiz Echagüe, Museo Universidad de Navarra


Alcarreño de nacimiento, José Ortiz Echagüe (Guadalajara 1886-Madrid 1980) pasó su infancia en la ciudad de Logroño, donde había sido destinado su padre, militar de profesión. Entre sus mejores recuerdos figura aquel día de 1898 en que recibió su primera cámara fotográfica: una Kodak 8 x 8 que le iniciaría en una de sus grandes pasiones y aficiones.

Imbuido del espíritu de la Generación del 98, se centró en rescatar con su cámara aquellas tradiciones que conformaban la esencia de la identidad de lo español y que, además, veía próximas a su desaparición: tipos y trajes populares, paisajes y pueblos, costumbres religiosas y castillos y fortalezas. A pesar y gracias a esta temática, su obra trascendió fronteras y le proporcionó abundantes premios y reconocimientos de carácter nacional e internacional. De forma paralela desarrolló un segundo proyecto no menos importante, esta vez de carácter editorial, que le llevaría a publicar cuatro libros con un amplio repertorio fotográfico. Algunos de ellos llegarían a alcanzar las doce ediciones.

No obstante, la fotografía no fue más allá de una afición para Ortiz Echagüe. En su vida profesional alcanzó el éxito desde que obtuvo el grado de ingeniero militar en la Academia Castrense de Guadalajara, en 1909. Posteriormente, su participación en el conflicto militar del Rif —que enfrentó a las tribus rifeñas del norte de Marruecos con las autoridades coloniales— lo vinculó de forma definitiva al mundo del aire. Primero en la división de globos aerostáticos y después en la de aviación, donde fue piloto desde 1911. Años más tarde desarrolló su vocación empresarial con la fundación de CASA —Construcciones Aeronáuticas S. A.—, en 1923, que dirigió durante más de cincuenta años. El Instituto INI también confió en él para poner en marcha SEAT, una iniciativa decisiva para la modernización de un país cuyos últimos vestigios de pasado y tradición se afanó en retratar.

 

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