Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Las catacumbas del siglo XXI

Mikel Ayestaran [Com 97] Jesús García [Ayuda a la Iglesia Necesitada] Erika Jara [Com 03] V.S.P.

El 10 de enero, durante una recepción al cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede, Benedicto XVI recordó que “los cristianos son ciudadanos originarios y auténticos, leales a su patria y que cumplen con sus deberes nacionales”. La frase es un eco de las que pronunciaron en los tribunales del Imperio Romano muchos de los mártires de los primeros siglos. Hoy vuelve a hacerse necesario proclamarla en público, porque ser cristiano es una cuestión de estricta supervivencia en buena parte del mapamundi. Un informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada precisa que 350 millones de cristianos son perseguidos o discriminados a causa de su fe. En los últimos cien años ha habido masacres que han dejado pequeñas las matanzas de Nerón o Diocleciano.


Desde que a san Esteban lo lapidaron en Jerusalén en el siglo I hasta que el Edicto de Milán puso fin en el año 313 a las persecuciones contra los cristianos, varios miles de personas fueron asesinadas a causa de su fe dentro del Imperio Romano, equivalente entonces al “mundo conocido”. Los muchos autores que han escrito sobre los ataques que sufrió aquella primera Iglesia no se ponen de acuerdo sobre el número de muertos. Daniel Ruiz Bueno, autor de una documentada edición de las Actas de los mártires, cree que fueron bastantes más de los 20.000 que proponen algunos estudiosos y bastantes menos de los 200.000 que sugieren otros. A él le parece verosímil la cifra de 100.000 mártires, aunque advierte que la ejecución era el caso extremo. “Junto a cada ajusticiado –añade– hay tal vez cien más que tuvieron que soportar la confiscación de sus bienes, el destierro, torturas y malos tratos de toda especie”. Los relatos de aquellos procesos remiten a un imaginario de catacumbas, fieras, delaciones a media voz, tormentos sofisticados, celebraciones clandestinas, el Circo Máximo, los cánticos de las víctimas, la penumbra de unas mazmorras insalubres y, finalmente, la decisión solemne del emperador ante una muchedumbre enardecida.

Han pasado más de 1.500 años, pero las matanzas que perpetraron Nerón, Septimio Severo o Diocleciano tienen hoy continuidad con otros nombres y en otros escenarios. 

“Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones por motivo de su propia fe”, se lee en el mensaje que Benedicto XVI hizo público el pasado 1 de enero con motivo del Día Mundial de la Paz. Es una afirmación que puede sonar desmedida, pero hay datos que la avalan. El Informe de Libertad Religiosa en el Mundo que elabora cada dos años la asociación internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), dependiente de la Santa Sede, asegura que actualmente hay 200 millones de cristianos perseguidos por razón de su fe y otros 150 millones que sufren algún tipo de discriminación. Y aún hay una cifra más inquietante: según monseñor Anthony Frontiero, miembro del Pontificio Consejo de la Justicia y la Paz, unos 150.000 cristianos mueren cada año por su confesión religiosa. Es decir, tantos como en los tres primeros siglos de historia del cristianismo.

En países como Corea del Norte, Irán, Arabia Saudita, Somalia, Maldivas, Afganistán, Yemen, Mauritania o Uzbekistán, ser cristiano es un riesgo mortal. Y los atentados de Egipto, Irak, Pakistán, India o Sudán revelan que la geografía de la persecución ensombrece buena parte del mapamundi. El 20 de enero, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que reconoce de manera oficial por primera vez que los derechos de los cristianos no se están respetando en todo el mundo.

En estas páginas se detallan los casos y la actualidad de algunos países concretos (Irak, China, Sudán, Palestina, Bosnia y Herzegovina, Pakistán y Egipto), y se recogen los ataques sufridos por los cristianos durante los últimos meses.