Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Obama reelegido. Del entusiasmo a la eficiencia

Texto Esteban López-Escobar [PhD]. Catedrático de Opinión Pública, Universidad de NavarraIlustración Pedro Perles

En La madrugada del miércoles 7 de noviembre, Barack Obama compareció en la Plaza MCCormick de Chicago para anunciar, con un discurso de VEINTE minutos, su victoria en las elecciones presidenciales de 2012. Con él recuperó el tono de 2008; y se mostró magnánimo, cordial y familiar; cerró una campaña bronca, áspera y negativa; y aseguró que “lo mejor está por aún por llegar”.


Aunque, en los últimos días de la campaña, las apuestas se inclinaron a favor de Obama, la incertidumbre se mantuvo hasta la elección. Algunos analistas conservadores, con mayor o menor exageración, vaticinaron la victoria del exgobernador Romney, y quienes viven en la burbuja mediática conservadora mantenían esa esperanza. En el otro extremo, el equipo demócrata tenía la tozuda seguridad de vencer en una campaña que centraron “en los márgenes de un electorado polarizado”.

La incertidumbre
. No todos sabían qué iba a suceder. Joe Scarborough había escrito el 23 de octubre que no tenía ni idea de quién iba a ganar; pero que, tras veinte años de dedicación a la política, se sentiría más a gusto en los zapatos de Romney.
Una de las muestras más claras de la incertidumbre la ofreció Político online. El 29 de octubre anunciaba que, según una encuesta del Torrance Group, Obama recuperaba el liderazgo por un pequeño margen. Y al día siguiente presentaba un análisis basado en esa misma encuesta en el que se indicaba que, pese al empate virtual que aparecía en la superficie, “el entorno político y la composición del electorado probable favorecían al gobernador Romney”; los autores del informe sostenían que, aplicando un modelo estadístico a la decisión del voto, Romney tenía algunos puntos de ventaja, y podría estar avanzando hacia una victoria decisiva.
Tras el debate de Denver entre Obama y Romney y el debate del vicepresidente Biden con el congresista Paul Ryan, eligido por Romney como su candidato a la vicepresidencia, se podía pensar que todo dependía del resultado de los dos debates pendientes, del dinero disponible por parte de cada uno de los bandos para mantener la campaña publicitaria televisiva hasta el día de la elección básicamente en los estados oscilantes (swing o battleground states) , y de los imponderables.
Entre los imponderables era imprevisible un huracán como Sandy. Sorprendentemente, el encuadre del ataque a instalaciones estadounidenses en Bengasi, con la muerte del embajador y tres funcionarios de Estados Unidos, como una respuesta espontánea ante un vídeo vejatorio para el Islam en lugar de una acción terrorista programada –como se está poniendo de manifiesto– no dio lugar a ninguna fricción que alterara la campaña en su momento.

Menor entusiasmo; mayor eficiencia
. Obama ha ganado las elecciones, basándose en la misma “coalición” que le llevó a la presidencia en 2008: las minorías latinas y afroestadounidenses, los jóvenes, y las mujeres con niveles más altos de instrucción. En 2008 hizo un brindis a la esperanza (Hope) y se presentó como el unificador de una nación dividida; pero en esta ocasión trató de definirse como un decidido defensor de los intereses de la clase media, un aspecto que contrasta con la imagen de Romney que logró imponer su equipo de campaña. Con todo, tras las elecciones se guarda el equilibrio de poder existente, puesto que los republicanos mantienen la mayoría en el Congreso.

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