julio - noviembre 2022
Texto: María Ángeles Burguera [Com 85 PhD 21], profesora de ISEM Fashion Business School. Fotografía: Teresa Suárez Zapater
Sesenta años después del primer desfile de Yves Saint Laurent (1936-2008), la fundación que aúna su legado ha rendido homenaje al modisto, con exposiciones en seis museos de París.
A los veinticinco años presentó su primera colección de alta costura el 29 de enero de 1962 en París y hasta su retirada en 2002, Yves Saint Laurent resultó ser un diseñador prolífico y sorprendente. Hace dos decenios, tras su última pasarela retrospectiva, algunas de sus geniales piezas han vuelto a desfilar por las principales galerías parisinas. La inédita inmersión creativa «Yves Saint Laurent en los museos» desvela cómo el diálogo constante del modisto con pintores, escultores y literatos de diferentes épocas insufló un inestimable aliento a sus obras.
«La moda, con sus locuras, pasa, mientras que el estilo permanece», solía repetir Saint Laurent, convencido de que con su trabajo perseguía, como tantos otros artistas, un ideal estético inalcanzable. Si bien sus colecciones reflejan la huella de grandes creadores de los siglos XVIII al XX, sus fuentes de inspiración no se pueden limitar a lo plástico. Desde la adolescencia amaba la literatura, el teatro y el ballet. Fue en su casa familiar de Orán (Argelia), mientras preparaba figuras recortables para un escenario improvisado, donde arraigó su conversación con las artes, una constante en su carrera.
Durante su despedida en 2002, aludiendo a Nietzsche, afirmó haber buscado a «sus fantasmas estéticos» para sobrevivir. «Si la vida solo es posible gracias a ellos —dijo—, creo que los encontré en Mondrian, Picasso, Matisse, pero también y sobre todo en Proust». Por eso no es extraño que En busca del tiempo perdido, su novela de cabecera, fuera el eje central del espacio que el Musée d’Orsay dedicó al diseñador. En el gran Salón del Reloj, vestidos confeccionados para el Baile Proust, en el centenario del nacimiento del novelista (1971), lucieron junto a cinco versiones de su célebre smoking femenino: una prenda, notablemente embellecida, con la que Saint Laurent quiso desbancar al traje de noche y dotar de un nuevo poder a las mujeres.
Mientras, en El Louvre, envueltas por mármoles y espejos de la época de Luis XIV, chaquetas y joyas del fondo patrimonial de la Fundación Pierre Bergé-Saint Laurent mostraron la faceta, el rostro más señorial del modisto. Cuando en una ocasión le preguntaron de qué pintor se sentía más cercano, Saint Laurent respondió: «Picasso, toujours» («Picasso, siempre»). El universo del malagueño le brindó inspiración en un momento complicado, de sequía creativa, en 1979, y el Musée National Picasso-París hizo palpable una gratitud que marcó su trayectoria. Entre las obras expuestas, sobresalía la genialidad con la que Saint Laurent dio vida a la chaqueta de arlequín que vestía Nusch Éluard, retratada por Picasso en 1937.
Sus dos años de aprendizaje junto a Christian Dior, al que sustituyó en 1957 con solo veintiuno, proporcionaron a Yves Saint Laurent un magnífico dominio de la técnica. Las exposiciones de este aniversario revelan su gran capacidad para materializar ideas y extraer de las pinturas volúmenes desconocidos. En el Museo de Arte Moderno pudieron verse algunas piezas de su colección de primavera-verano de 1966. Con motivos geométricos en dos colores, Saint Laurent recreó los efectos ópticos de Alain Jacquet en su peculiar Desayuno sobre la hierba (1964), que reinterpretaba a su vez la composición original de Manet (1863).
Pero quizá lo más representativo de sus transposiciones artísticas sean los vestidos que dedicó a Piet Mondrian, exhibidos en el Centro Pompidou. Una monografía, Piet Mondrian: sa vie, son œuvre, de Seuphor (1956), regalo de su madre por Navidad, permitió que el modisto descubriera muy pronto el lenguaje abstracto del holandés y sus colores puros. La prensa recibió con admiración la colección de 1965, en la que Yves Saint Laurent trasladó a varios vestidos de cóctel, sin cuello ni mangas, el geometrismo de Mondrian, aún desconocido en París por entonces.
En las salas del Pompidou se vio, además, la conversación de Saint Laurent con el arte de Léger —la escultura Flor polícroma (1952) se plasmó en un magnífico vestido en terciopelo y tela bordada (1981)—, varias creaciones basadas en La gran odalisca de Martial Raysse (1964) o los diseños a partir del arte pop de Tom Wesselmann. Si el modisto eligió el Pompidou para su último diálogo con el arte en su desfile retrospectivo de 2002, dos décadas después aquella conversación se reanuda en las mismas salas que tanta inspiración le aportaron.
* Pie de foto imagen principal: La chaqueta en homenaje a Pablo Picasso fue confeccionada por Yves Saint Laurent a partir del retrato de Nusch Éluard. Ambas obras se expusieron en el Museo Picasso de París. © Teresa Suárez Zapater