Fotografía: Comtactophoto

El asesinato de Charlie Kirk la semana pasada ha sacudido a Estados Unidos en un momento de máxima polarización política. No por casualidad el joven fundador de Turning Point USA, activista cercano al movimiento MAGA (Make America Great Again), se había convertido en la última década en uno de los rostros más visibles en la batalla cultural contra lo woke. Su figura deja un legado difícil de clasificar: Kirk bailó entre las aguas de la admiración de sus seguidores —para quienes ya es un héroe— y las críticas feroces de quienes veían en él a un peligroso provocador.

Durante dos horas que se hicieron eternas, la tarde del 10 de septiembre, los presentadores de la Fox hablaban de ciertas esperanzas de vida, mientras que otros periodistas lo daban por muerto en redes sociales. Bastaba con ver la secuencia para concluir que Charlie Kirk lo tendría difícil. Tyler Robinson, de 22 años, le había disparado en el cuello durante un evento en la Utah Valley University.

Con el disparo, el caos se desató en el campus, donde el joven comunicador —una de las voces más prominentes de la derecha, según The Washington Post— había retomado su gira «American Comeback Tour». Los primeros cálculos del Departamento de Seguridad Pública de Utah hablan de 3.000 universitarios congregados frente a su carpa. De facultad en facultad, los últimos años de Kirk han estado marcados por numerosos debates e intervenciones. Su fórmula Prove Me Wrong —«Demuéstrame que estoy equivocado»— triunfó en redes sociales pero también entre los estudiantes, que acudían en masa a escucharle o rebatirle.

Aunque muchos celebran su estilo directo y vehemente, lo cierto es que no pocos de sus detractores lo describen como provocador y desafiante. En campus y auditorios, Kirk debatía con estudiantes progresistas, activistas climáticos o militantes LGTB, pero también discutía en redes con figuras reconocidas como el senador Bernie Sanders o el periodista Ezra Klein. Siempre bajo los mismos principios: la defensa de la familia tradicional, el derecho a portar armas —la famosa Segunda Enmienda—, la necesidad del libre mercado y la oposición frontal a lo que llamó «agenda woke». «No estoy aquí para complacer a nadie —repetía en sus giras universitarias—, estoy aquí para defender la verdad, aunque incomode».

Incomodó. Aquel estallido en Utah transformó el intercambio de ideas en carreras imposibles, un traslado al hospital, redadas de la Policía y comunicados oficiales. Por eso la conmoción ha abierto paso a un interrogante inmediato: ¿Quién era Charlie Kirk y por qué ha llegado a ser una voz tan influyente en los campus universitarios?

DE LAS GALLETAS A LAS CARPAS

Aunque Charlie Kirk, que en octubre habría cumplido 32 años, nació en Arlington Heights (Illinois), su infancia transcurrió en Prospect Heights, en los suburbios al oeste de Chicago. De madre psicóloga y padre arquitecto, estudió en Wheeling High School, un colegio público de clase media. Ya ahí empezó a mostrar interés por la política y por el activismo social. Apenas con 16 años, Charlie se involucró en la campaña al Senado de 2010 en favor del candidato republicano, que logró una victoria histórica arrebatando el asiento a la otrora histórica mayoría demócrata. Su rostro comenzó a ser visible en mítines y reuniones de campaña. Completada su educación secundaria, asistió al Harper College en Palatine, pero abandonó esos estudios para dedicarse de lleno a la militancia conservadora.

Su compromiso temprano se forjó en la convicción de que existe un sesgo dominante en las aulas y los materiales educativos. Para Kirk, las ideas del progresismo habían invadido la educación norteamericana y poco tardó en escribir algunos textos bastante críticos sobre los libros de texto escolares —envió, por ejemplo, una carta a Breitbart News denunciando la tendencia progresista de su libro de economía— y colaborar en las propuestas educativas del Partido Republicano de Illinois. Estos primeros proyectos empezaron a perfilarle como un referente del activismo conservador. 

Durante su último curso, con 17 años, Charlie lideró una protesta anecdótica que hoy muestra bien su carácter: ante el aumento del precio de las galletas en la cafetería escolar, encabezó una campaña entre sus compañeros para recuperar el precio original. El equipo directivo había decidido duplicarlo, de 25 centavos a 50, sin consultar a los estudiantes. Kirk creó un grupo en Facebook —que alcanzó los 400 miembros— para reivindicar los derechos estudiantiles con cierto tono combativo. El 23 de agosto de 2011 escribió en el grupo: «Basta de manipulación, debemos permanecer unidos en esta lucha. ¡Lucha contra el poder!». Al cabo de pocas semanas, la cafetería cedió, claro, y el episodio quedó como testimonio del espíritu de Kirk.

Un año después, en 2012, fundó junto a Bill Montgomery —empresario conservador entonces ya jubilado— la organización Turning Point USA, con el objetivo de organizar una red de estudiantes conservadores en institutos y universidades. A partir de ese momento, Kirk se convirtió en figura mediática, propulsado por la publicación de algunos libros —como The MAGA Doctrine, The College Scam o Right Wing Revolution—, y su participación habitual en Fox News. Su relación con Donald Trump le abrió las puertas del Despacho Oval, al que acudió en varias ocasiones como asesor sobre juventud y redes sociales.

A través de conferencias, pódcasts y un uso creativo de campañas virales en redes, la organización creció hasta tener presencia en más de 3.500 campus de todo el país. Entre sus iniciativas más visibles pronto destacó la «Professor Watchlist», una base de datos de profesores señalados por discriminar a estudiantes conservadores, lo que convirtió a Turning Point en una fuerza influyente y polémica en el debate político estadounidense. En aquel momento, PEN America —organización dedicada a la libertad de expresión— no tardó en criticar la iniciativa de Kirk al promover «la intimidación y el ostracismo de quienes expresan opiniones controvertidas en el campus». En la cabeza de Kirk, sin embargo, todo cuadraba: si las galletas volvieron a su precio, ¿por qué no iban a volver las ideas conservadoras a las aulas?

BANDERAS A MEDIA ASTA

La labor de Kirk fue muy extensa en redes y en universidades, pero también en la política. El joven Charlie, padre de dos hijos, hizo política desde fuera de las estructuras tradicionales del Partido Republicano, fruto de su empeño por revitalizar la sociedad civil. «Nadie entendía el corazón de los jóvenes de Estados Unidos mejor que Charlie», escribió Donald Trump al confirmar su muerte. Entre tanto reel y scroll infinito, muchos adolescentes descubrieron las ideas provocadoras de Kirk.

Lo corrobora Kathrine Bedard, una joven que trabaja en las proximidades del Capitolio: «Realmente fue un punto de inflexión —utiliza la expresión turning point, en referencia a la entidad fundada por Kirk— en el movimiento conservador, y creo que todos los que crecimos viendo cómo despegaba su plataforma y lo que hacía, nunca lo olvidaremos». Junto a Bedard, aproximadamente otros 150 jóvenes se reunieron la misma tarde del miércoles 10 de septiembre en una vigilia de oración por el alma de Charlie. Habían pasado quince minutos de la confirmación de su muerte cuando un mensaje comenzó a circular en los grupos de asesores, lobistas y senadores: a las siete, el senador Roger Marshall y su equipo convocaban en Washington D. C. un responso en la iglesia católica de San José, a unos metros de la inmensa cúpula del Capitolio. En ese trasiego de entradas y salidas fue fácil ver a otros senadores como Dan Crenshaw, amigo íntimo de Kirk: «No era solo un activista. No era un agitador. Charlie era un auténtico intelectual. Por eso, su asesinato no es un caso de violencia aleatoria, sino de violencia con motivaciones políticas», explicó en el atrio parroquial.

Desde esa tarde y hasta el domingo siguiente, en todo el país, las banderas ondearon a media asta, y su rostro sonriente apareció en televisiones y carteles. «Este tipo tenía algo especial», reconoce una mujer frente a uno de estos letreros iluminados con su mueca alegre. Quizá no muchos, pero los suficientes adversarios políticos de Kirk —de Nancy Pelosi a, entre otros muchos, Gavin Newsom, gobernador de California— han entendido y aplaudido que su muerte merezca el luto nacional. El presidente Trump comunicó el jueves —un día después del atentado— la concesión póstuma de la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta distinción civil de Estados Unidos.

EL MEJOR DE LOS SUYOS

El asesinato de Kirk ha logrado generar algunos consensos. Sus amigos, como algunos de sus adversarios, le reconocen su carácter afable y una capacidad asombrosa para conectar con personas de diferentes ideologías. «Sin duda me preocupa el ambiente que se está creando ahora, y cómo crece la falta de empatía entre ciertas personas que piensan diferente. Charlie logró ganarse la simpatía de gente que pensaba exactamente lo contrario a él», explica el joven lobista Caleb Owens. Si para los republicanos Kirk ha sido «el mejor de los nuestros», no son pocos los demócratas que estos días reconocen que el joven partidario de Trump era «el mejor de los suyos».

Resultaba provocadora su defensa de la familia tradicional, oponiéndose a lo que él denominaba «anarquía sexual» en los campus universitarios, pero su forma de hacerlo atrajo a seguidores y detractores. Defendía el matrimonio y la paternidad frente a los postulados del mundo moderno: «Ser socio en una firma de abogados no es tan importante en la vida. Tener tres hijos es lo realmente importante y te hará más feliz», respondía en uno de esos vídeos que ya se han hecho virales en todo el mundo.

No menos polémico fue su rechazo frontal al movimiento LGTB. Kirk se mostró crítico con las políticas de educación sexual en los colegios. En una ocasión, le dijo a un estudiante universitario gay que le preguntó si había sitio para él en el movimiento conservador: «Eres más que tu sexualidad, por eso no deberías presentarte solo por ello». Y después de eso le dijo también: «Aunque no esté de acuerdo con ese modo de vida, la política va de sumar y multiplicar, no de restar». No titubeó en ninguna de sus intervenciones públicas al afirmar que «solo hay dos géneros» y que el «transgenerismo y la fluidez de género son mentiras que perjudican a las personas».

A pesar de la controversia que generaban sus palabras, le horrorizaba la idea de que desapareciera el diálogo, en particular en las universidades. «Una de las evoluciones más aterradoras y sorprendentes que hemos presenciado en nuestra extensa red universitaria es el rápido alejamiento de la tolerancia ante las ideas contrarias y el debate respetuoso, incluso con el despliegue de tácticas intimidatorias obscenas», dijo.

A este respecto, desde el disenso, su trágica muerte ha llegado incluso a poner de acuerdo a políticos antagónicos. El senador Bernie Sanders, una de las voces más autorizadas del Partido Demócrata, difundió un vídeo en el que dice: «Con Kirk discrepaba profundamente en casi todos los temas, pero era sin duda un comunicador y activista muy inteligente y eficaz, y alguien que no temía salir al mundo y comprometerse con el público. Mi más sentido pésame a su esposa y su familia. Su asesinato forma parte de un inquietante aumento de la violencia política que amenaza con vaciar la vida pública y hacer que la gente tenga miedo de participar. Debemos condenar siempre la violencia política». El vídeo de Sanders alcanza ya los cinco millones de reproducciones.

Lo más elocuente sobre Charlie lo ha dicho, sin embargo, el izquierdista Ezra Klein. En su columna semanal en The New York Times, una de las figuras más reconocibles del progresismo explicaba hace unos días cómo el atentado contra Kirk sienta un precedente peligroso: «Él y yo estábamos en bandos diferentes en la mayoría de las discusiones políticas, pero en el mismo bando sobre la continuidad del proyecto estadounidense. Se supone que es una discusión, no una guerra; se supone que se gana con palabras, no que se acaba con balas. Yo quería que Kirk estuviera a salvo por su bien, pero también quería que él estuviera a salvo por el mío y por el bien de nuestro gran proyecto común. O todos estamos a salvo, o ninguno lo está».

LO QUE VENDRÁ

Esa afirmación de Klein no solo señala el vacío que deja Kirk en la política estadounidense, sino que plantea los desafíos de los próximos años a raíz del legado del joven activista. Un legado que empieza por su esposa y sus dos hijos pequeños, para quienes era, según aquellos que lo conocían —como el vicepresidente J. D. Vance— un esposo entregado y un padre cariñoso, además de un cristiano practicante. Aunque menos visible en los titulares y polémicas habituales, esas facetas de su vida no han pasado desapercibidas tras su muerte. Donald Trump Jr., amigo de Kirk, ha explicado que tan impetuoso era frente a los micrófonos como afectuoso en casa: «La forma en que adoraba y cuidaba a sus dos preciosos hijos demuestra el tipo de hombre que era en realidad». Y el mismo Charlie Kirk afirmó en un pódcast hace tres meses: «Quiero que me recuerden por mi valentía en la fe».

La muerte de Kirk evidencia la falta de un liderazgo capaz de combinar activismo y presencia mediática en la derecha estadounidense, y plantea interrogantes para el futuro del debate político en Occidente: ¿Qué impacto tendrá este suceso en la polarización? En esta encrucijada de batallas políticas y culturales, ¿habrá espacio para demostrar que el adversario se equivoca?

VIOLENCIA POLÍTICA EN ESTADOS UNIDOS

Desde que los partidarios de Trump irrumpieron en el Capitolio el 6 de enero de 2021, Estados Unidos ha sufrido más de 300 casos de violencia política, según una publicación de la agencia Reuters a finales de 2024. Se trata del incremento más notable y constante registrado desde la década de 1970.

El 6 de enero de 2021, un grupo de trumpistas asaltó el Capitolio.

El 26 de octubre de 2022 se detuvo a un grupo de hombres que planeaba secuestrar a Gretchen Whitmer, la gobernadora demócrata de Michigan.

El 28 de octubre de 2022, el marido de la dirigente demócrata Nancy Pelosi sobrevivió a una agresión armada en su domicilio.

El 13 de julio de 2024, Trump sobrevivió un intento de asesinato durante un mitin en Butler, Pensilvania.

El 13 de abril de 2025, provocaron un incendio en la residencia del gobernador demócrata de Pensilvania, Josh Shapiro.

El 14 de junio de 2025 tirotearon a la presidenta de la Cámara de Representantes del estado, Melissa Hortman, y a su esposo.

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