Dorothy Day
Rialp, 2014
174 páginas
16 euros
La vida de Dorothy Day es a la vez un manual de Historia y un tratado sobre la Providencia. Nació en 1897 en Brooklyn, fue comunista antes de la Revolución rusa, se desvivió por los derechos de los trabajadores, conoció la cárcel, puso el periodismo al servicio de sus ideales, simpatizó con el anarquismo de Kropotkin, se declaró feminista cuando casi nadie lo era, tuvo una hija, se convirtió al catolicismo, fundó con Peter Maurin el periódico Catholic Worker, trató a cuantos tuvo cerca como si fueran ángeles siguiendo el consejo de la Carta a los Hebreos, promovió el pacifismo en los años de Vietnam y murió en 1980, víctima de un cáncer. Juan Pablo II la declaró sierva de Dios y en el 2000 se abrió su causa de canonización.
En 1938 escribió una extensa carta a su hermano con el fin de explicarle cómo y por qué se había convertido al catolicismo. Se trata de un relato lúcido y sincero que parte de una premisa inquietante: «Por mucho que deseemos conocernos, lo cierto es que no nos conocemos. ¿De verdad que queremos vernos como nos ve Dios, o como nos ve el resto de nuestros semejantes?».
Dorothy Day trata de ver lo que ocurre a su alrededor con los ojos de Dios, incluida la ejecución de los anarquistas Sacco y Vanzzeti o los grandes conflictos laborales que siguieron a la Gran Depresión. Hay una cita de Mauriac que repite en el libro y que explica su modo de relacionarse con los demás y con el mundo: «Es imposible que quien guarda en su corazón la caridad auténtica no sirva a Cristo. Incluso algunos que creen odiarle han consagrado sus vidas a Él».