
Higinio Marín
Encuentro, 2025
214 páginas
18,05 euros
El filósofo —que es el paradigma del intelectual— es un muerto viviente. Pensar exige tiempo, soledad, intensidad. El tiempo, sobre todo, es un recurso limitado. Si uno piensa mucho, le queda poco tiempo para vivir. En la década de 1770, por ejemplo, Georges Washington lideró una guerra de guerrillas contra el ejército más poderoso del mundo, ganó, firmó la Declaración de Independencia de Estados Unidos y fundó la nación que ha dirigido el destino del planeta el último siglo. En esa misma época, los vecinos de Königsberg ponían sus relojes en hora cuando veían pasar a Immanuel Kant, recluido en sus propias obsesiones. En once años no hizo nada más que escribir la Crítica de la razón pura. (Y nada menos, dirán los académicos).
La tesis aplastante y contraintuitiva de Higinio Marín en Filosofía breve de la vida es que Kant no vivió menos que Washington, sino más. Que no hay, en realidad, una brecha entre pensamiento y vida. Que pensar es vivir dos veces, vivir mejor, más hondo. También por eso, el nuevo libro del rector de la Universidad CEU - Cardenal Herrera de Valencia no es un libro filosófico sobre filosofía, sino un volumen metavital. Piensa la vida y, si creemos a Marín, la vive el doble.
Como racimos, los capítulos se superponen, se comentan unos a otros, pero no se siguen necesariamente. La vida no es una línea recta y este libro tampoco. Ahí converge la principal tensión que Marín trata de resolver: la de la vida en el tiempo. Cómo incrustar el movimiento en la metafísica. Por eso, los capítulos son movimientos. Verbos como nacer, jugar, llorar, abrazar, volver o morir constituyen no solo el índice, sino la propuesta filosófica. Cada uno de esos cincuenta textos interconectados ofrece una reflexión enjundiosa sobre los distintos movimientos de esto tan extraño del vivir.
Un libro de esas características no puede resumirse, pero se pueden espolvorear algunas intuiciones. La casa resulta un asunto central: una metafísica del hogar. Marín presenta la incondicionalidad como criterio de edificación doméstica. No resulta incongruente con su creencia de que el hombre es un ser nómada por naturaleza. Tiene cabida una reflexión sobre el madurar —que el filósofo entiende como concretar: este lugar, esta profesión, esta persona— que ilumina el mal de nuestro tiempo: a juicio del autor, la jovialidad.
Como cualquier buen libro de filosofía, también resulta un excelente manual de autoayuda. Pero lo llamaremos ars vivendi para no llevar a engaño. El lector abandona el texto vuelto hacia afuera, con ganas de vivir.