
Sara Mesa
Anagrama, 2025
232 páginas
18,90 euros
Leer novelas a partir de cierta edad es una desfachatez, no digamos ya escribirlas. Y si son comedias, bueno, pues apaga y vámonos. Sara Mesa ha hecho eso, escribir una novela, una comedia, para más señas, una comedia contra la cordura, contra la estabilidad, contra la adultez, contra el futuro, contra el funcionariado. El libro se llama Oposición y trata de eso, de una chica con rotacismo (es decir, que no pronuncia bien la erre) que se llama Sara (es decir, Sada) y ha accedido a una plaza de interina en un organismo público. Mientras tanto, prepara una oposición para dejar de ser interina y ganarse el puesto de por vida. Le pasan todo tipo de nimiedades, que son las cosas que les pasan a los funcionarios (saludar al jefe de negociado número dos, desayunar con Beni y El Monago, no sacarle conversación al borde del informático), mientras, en puridad, no pasa nada de nada. No tiene trabajo. Sus funciones son escasísimas e inconcretas. Solo sabe que es la encargada de la OMPA, una Oficina de Mediación y Protección Administrativa… o sea, un buzón de quejas.
Ese es, en realidad, el tema central de la novela, la distancia entre el lenguaje de la Administración y la lengua, del que Mesa se chotea con verdadera inteligencia: ese esfuerzo incomprensible por usar palabras complejas para vaciar el lenguaje de significados. Como Sada no tiene nada que hacer, empieza a inventar reclamaciones falsas que individuos ficticios hacen llegar a la Administración a través de una aplicación informática llamada, consecuentemente, Rplic@. Me malicio que este libro divertiría muchísimo al hacker Jaime Gómez Obregón, que se pasa la vida combatiendo la ineficacia administrativa.
Además de ser un libro muy divertido e inteligente (cosa en verdad refrescante, habida cuenta de los insustanciales dramones intimistas que nos cercan por todas partes), tiene un brillante pulso narrativo (quién lo diría, que yo querría seguir leyendo un libro sobre cosas que le pasan a una funcionaria en su oficina) y una importante construcción simbólica. Todo sucede dentro del edificio, por ejemplo. Hay un funcionario que en realidad es un fantasma, aunque eso nunca se dice explícitamente. La pasión particular de Sada por la poesía y, en concreto, por el sonido de las palabras, ella que no habla bien y vive rodeada de un lenguaje tan ficticio como las reclamaciones que redacta. Se agradece que no todo sea obvio, autotransparente, que la autora confíe en la inteligencia de sus lectores.
Sara Mesa (Madrid, 1976) es una de las escritoras españolas con mayor talento y proyección. Aunque a mí no me gustó Un amor, eso no le resta nada. Desde que en 2012 fue finalista del Herralde con Cuatro por cuatro su obra no ha dejado de agrandarse. El crítico literario Jorge Burón, que detestó esta novela como lo detesta casi todo, situaba a Mesa en un artículo de hace un par de meses en la estela y herencia de Rafael Chirbes, como Marta Sanz, Laura Ferrero, Marta San Miguel o Xita Rubert. Yo las leo con gusto a todas ellas, y Oposición sigue esa interesante senda.