Hace unos años, visitó la Universidad de Navarra Zena Hitz, profesora del St. John's College de Annapolis, en Maryland. Acababa de escribir su fascinante ensayo Lost in Thought, cuya versión española, publicada en 2022 con el título de Pensativos, tuve la fortuna de prologar. Sin saberlo, Hitz había escrito la mejor respuesta posible a unos comentarios despectivos sobre la lectura que lanzó en verano la influencer María Pombo. Los buenos libros no nos hacen superiores, es cierto, pero sí nos mejoran en un sentido muy concreto: ensanchan nuestro mundo interior. Quiero decir que, sin la lectura, nuestro mapa íntimo sería más pobre.
En su ensayo, Zena Hitz reivindica la vida intelectual como un camino de plenitud que se gesta en el trato cotidiano con los grandes clásicos. De Platón a los Evangelios, de Homero a Virgilio, de Cervantes a Shakespeare, y de Jane Austen a Juan Ramón Jiménez, la lectura pausada, atenta a los matices y a los silencios, nos arranca del vértigo de la dispersión digital invitándonos a habitar el silencio interior de la auténtica cultura: aquella capaz de delimitar el paisaje escrito que conforma la humanidad misma.
De este modo, la lectura lenta supone ante todo una escuela de atención situada en la médula de toda experiencia educativa digna de ese nombre. Para Michael Oakeshott, seguramente el filósofo político inglés más importante del siglo XX, la enseñanza no radica tanto en incorporar un corpus de conocimientos —por crucial que sea la memoria en el acto de pensar—, como en la adquisición de un método que nos ayude a descubrir con asombro que la verdad existe y opera en nosotros.
La profesora Hitz no escribió Pensativos al modo de un ensayo de gabinete. Al contrario, el libro nació como el resultado de una experiencia hecha carne. Su alma mater, el St. John's College, se ha distinguido a lo largo de la historia por ofrecer un currículum universitario que se sustenta en el diálogo con los grandes libros. Su método no dista mucho del utilizado durante siglos por la tradición monástica —la llamada lectio divina—, que consiste en sumergirse en un texto, leerlo y meditarlo con paciencia, hasta que la misma escritura empiece a revelar sus secretos. El trabajo del lector se asemeja así al del jardinero que cuida sus flores o a la del agricultor que dispone el campo para la siembra. Todo lo valioso exige esfuerzo para fructificar. Lo decisivo, por eso, es saber que la vida intelectual, en su sentido más pleno, nos prepara para enfrentarnos con las grandes verdades, aquellas que tocan e interpelan nuestro corazón.
La pregunta que se plantea entonces no sería tanto saber si la lectura lenta tiene cabida en un tiempo vertiginoso como el nuestro, sino indagar si contamos con un hogar al que acudir en un mundo meramente extrovertido. María Pombo parece no querer entender que es el hombre mismo —nuestra humanidad— lo que está en juego. La cultura nos ha hecho capaces de reconocer en el otro a un compañero en la búsqueda de lo eterno. Nos ha dotado de un instrumento preciso para nombrar el dolor y la alegría, para cartografiar el alma en sus recovecos más ocultos y para tejer una mirada, un hilo de luz que aúne la herencia del pasado con la esperanza del futuro.
La defensa de la lectura en los colegios y en la universidad, como fundamento vital, no responde a una nostalgia decimonónica ni a una tentación elitista, sino a la conciencia de que necesitamos encontrar fuera de nosotros mismos, en la belleza y en la verdad, un sentido que oriente nuestro camino. Los buenos libros nos recuerdan que el tiempo del hombre es un tiempo de espera atenta, de promesa y de maduración. «Me preguntas —escribió una vez el premio Nobel Czesław Miłosz, en una cita que me gusta recordar— qué utilidad tiene leer los Evangelios en griego. Te respondo que es bueno dejar que nuestro dedo índice nos vaya guiando por letras más perdurables que las grabadas en piedra y que, al pronunciar lentamente sus sonidos, reconozcamos la verdadera dignidad del lenguaje». Aprender esa humilde dignidad es lo que nos concede la lectura lenta y la gran literatura.