
Jon Fosse
Debate, 2025
168 páginas
12,90 euros
Ojalá sea verídico: en una facultad de Comunicación, hace años, en el segundo examen de la asignatura Cuestiones Antropológicas, el profesor, peculiar y a la vez sabio, planteó una sola pregunta. «Dios es inefable». Un alumno anotó el enunciado, se limitó a añadir su nombre en el papel y lo entregó. Coincidió que, unos días después, estaba en clase cuando devolvieron los exámenes. Había sacado un diez.
«Que no se puede explicar con palabras». Lo cual no significa «de lo que no se quiere hablar». Escribir «La luminosa oscuridad» puede equivaler a «La oscuridad es la que protege a la luz». Mística negativa, la llaman. Lo que no se puede decir hay que mostrarlo. Wittgenstein. Nombre que, junto con los de Heidegger, Juan Pablo II, el dominico Eckhart (1260- 1328), Nicolás de Cusa (siglo XV) va festoneando ciento cincuenta preguntas sobre poesía, filosofía, arte, creación literaria, sociedad y sobre relación con Dios y posturas del Vaticano que contesta, perspicaz, vehemente, el escritor noruego Jon Fosse, nobel de literatura en 2023.
Este dramaturgo, novelista y poeta, tras renunciar pronto a la Iglesia luterana estatal, recorrió una sinuosa trayectoria vital y de reflexión y se convirtió al catolicismo en 2013. Tenía 54 años. En 2015 se editó esta honda conversación que en encuentros y por correo Fosse mantuvo con su compatriota Eskil Skjeldal. Se ha traducido al español ahora. Skjeldal (1974), teólogo, bibliotecario, abrazó también la fe católica romana. Ambos habían facturado vidas con episodios intensos y difíciles y algunas cicatrices. Y seguían buscando y preguntándose.
Interrogantes de Misterio y fe retumban: «¿Qué responderíamos si nos preguntaran: “¿Crees que podrías perder la fe?”», «¿Por qué estimas tanto la literatura?». Fosse declara su repugnancia a no conciliar fe y razón, incluso sentido común, su animadversión ante la falta de sinceridad de los creyentes, sus endebles comportamientos —y contradictorios— como algunas de sus propias posiciones, chocantes. De «un canalla sentado en la última fila», según dice de sí mismo Fosse. No es para tanto, después de haber leído cómo se desabrocha el alma durante esta navegación.