Obi-Wan Kenobi

Kenobi y el sopor de la fuerza

7 de enero de 2025 3 minutos


Disney +, 2022-
Creadores: Deborah Chow

Temporadas: 1

Hay una escena paradigmática en el tercer episodio de Obi-Wan Kenobi, la flamante expansión del universo de La guerra de las galaxias que emite Disney Plus. El protagonista, interpretado de nuevo por Ewan McGregor, viaja de incógnito, junto a una Leia aún niña. Andan escapando de las garras de los malvados Inquisidores y portan nombres falsos. Kenobi es todo un caballero jedi que, tras años en la sombra por los trágicos sucesos de La venganza de los Sith, regresa forzosamente a la acción. En esas están cuando princesa y caballero se topan con un destacamento de soldados imperiales. Tensión. Preguntas. Lo llamativo es que, en un momento tan decisivo, Kenobi confunde el nombre real de Leia con el alias pasajero. Los soldados se dan cuenta del cambio de apelativo y sospechan. Más tensión. Por suerte, Kenobi deshace el entuerto a base de labia. Un recurso facilón.

La torpe escena encapsula muchos de los problemas de esta secuela de la segunda trilogía, aquellas tres películas que se estrenaron a finales de los noventa y primeros años dos mil. La forma tan patosa con la que se maneja alguien tan bregado con el peligro como Ben Kenobi evidencia una escritura poco pulida. Es un personaje que a ratos parece más un dispositivo dramático —atormentado, derrotado, íntegro— que una entidad de carne y hueso. Esta falta de acabado narrativo sobrevuela los cuatro episodios emitidos hasta ahora. El nivel de producción es impresionante, con sus naves espaciales, sus paisajes de Tatooine y sus droides, pero en el relato se suceden demasiadas coincidencias, salvaciones in extremis y, en general, acciones empujadas por la casualidad antes que la causalidad.

La escena con la que abríamos este texto también refleja cómo la serie Obi-Wan Kenobi se ha convertido en un arma de doble filo para el universo Star Wars. Al regresar directamente a personajes tan icónicos como Darth Vader, Leia o Luke, los creadores parecen querer rentabilizar la nostalgia. El espectador regresa a un perímetro seguro, familiar, sí. El inconveniente son las expectativas: la tarea titánica de combatir contra la felicidad del recuerdo. Un paso en falso puede obligar a releer, arruinándolo por el camino, todo un personaje. Por ejemplo: parte de la magia de aquel Obi-Wan Kenobi interpretado por Alec Guinness en la película fundacional de George Lucas radicaba en el misterio; el espectador tenía que hacer volar su imaginación para rellenar muchos huecos que se antojaban brumosos, fascinantes. La elipsis era una golosina. Ahora, por el contrario, al masticarlo todo tanto, la explicitud narrativa empacha y alguien tan carismático parece moverse con el piloto automático. De hecho, todo apunta a que el viaje dramático central será el de Reva, la pérfida Tercera Hermana interpretada por Moses Ingram.

Con todas estas esquirlas, a Obi-Wan Kenobi le cuesta emocionar, por mucha espada láser que blanda. Carece de la frescura, originalidad y épica vibrante de obras que exploran personajes nuevos, como la estupenda The Mandalorian. Así, es lógico que muchos amantes de la saga anden decepcionados. Como ya ocurrió con algunas entregas fílmicas, sienten que las expansiones narrativas quedan muy por debajo de la genialidad original, que el beneficio económico se ha impuesto a la coherencia artística. Que, como cantaba el poeta, no hace falta manosear más la rosa… a no ser que uno se resigne a transmitir el sopor de la Fuerza, en lugar de la grandeza de su poder.

Alberto N. García

 

 


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