Task

La factura de la redención

8 de septiembre de 2025 3 minutos


Título original: Task
Año de emisión: 2025
Cadena original: HBO (7 episodios de 60 minutos)
Emisión en España: HBO
Creador: Brad Ingelsby

«En situaciones espantosas, la gente se pregunta por qué Dios lo ha permitido». Esta frase de honda resonancia —surgida en una de esas conversaciones de coche en la que dos polis se tantean mientras van descubriendo las fisuras del otro— condensa el latido existencial de la última apuesta de HBO. Porque Task es intensa, absorbente, sombría. Los diálogos donde se cuelan Dios, el mal o la culpa no son retórica de manual para relato áspero con ínfulas, sino que atraviesan, literalmente, la biografía de los personajes. El protagonista es un exsacerdote convertido en agente del FBI que acarrea una gigantesca mochila de duelo y adicciones. 

Con los lógicos cambios, es un punto de partida que el creador de Task, Brad Ingelsby, ya había rastrillado en Mare of Easttown. Aquella miniserie fue un fenómeno, aunque —permítanme la herejía— gozó de una popularidad superior a su calidad dramática. Tenía una ambientación noir fetén y a una Kate Winslet en estado de gracia, sí, pero hubo giros que descarrilaron, e hicieron que la trama criminal se comiera parte de la hondura emocional. Task parece más consistente en su ejecución y consciente en sus límites; anda menos obsesionada con el «quién lo hizo» y más con el «qué nos hacemos». El resultado, en lo que se ha visto en sus dos primeros episodios, respira ambición y un poso moral —todo al gris— que punza.

Al igual que con su antecesora, la atmósfera de Task —acorde con la gravedad de los dilemas y el remordimiento que cruza la trama— constituye otro de sus logros. Está la Filadelfia obrera, el humo de los garitos, la recogida de basuras, el lustre vacilón de los moteros y esa oficina improvisada en una casa en ruinas. Detalles y escenarios que intentan transmitir la marginalidad, por un lado, y esa angustia errante que asfixia a quienes habitan la historia… hasta el punto de que el espectador empieza también a sentirla, como si caminara con ellos. 

Para lograr esta empatía, el reparto es clave. Mark Ruffalo borda a un hombre cansado, al que la vida le supera, que no logra soltar el hábito del pasado. Junto a él, el impresionante Tom Pelphrey ofrece una de esas interpretaciones que marcan una carrera: su voz cavernosa, su mirada de animal acorralado y ese carisma que convierte al ¿villano? en humano, dolorosamente humano. El resto del elenco apuntala el verismo y la energía trágica que reclama la narración, con especial mención a Martha Plimptongoonie secundaria de lujo—, capaz de dejar huella con apenas un par de gestos.

No todo, sin embargo, funciona igual de bien. En ocasiones, Task estira la credibilidad del espectador, como en la secuencia del «niño perdido» del segundo episodio, donde la casualidad se siente demasiado impostada y fractura la tensión creciente; detalles como estos sacaban del clima opresivo de Mare of Easttown

Si deslices así no se prodigan, Task no se quebrará bajo su propio peso durante sus siete capítulos. Porque su apuesta es ambiciosa, ya que Ingelsby mira de frente las encrucijadas más incómodas: cómo perdonar lo imperdonable, cómo tirar para adelante cuando la vida ha perdido cualquier resquicio de sentido. En menos de dos horas, Ingelsby ha demostrado que no busca solo un thriller de manual, sino una historia que se atreve a escarbar en lo que nos rompe por dentro. En uno de los momentos más intensos y demoledores, el protagonista intenta no mentirse: «Cuando era sacerdote tenía una respuesta típica para eso: es fácil hablar de perdón cuando a ti no te afecta». Ahí yace el corazón de Task: el perdón no es bálsamo, la culpa no siempre libera y la redención tiene un precio.


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