Un asunto extraño

26 de septiembre de 2025 3 minutos

Ignacio Uría Biografía

Ignacio Uría (Gijón, 1971) es historiador, periodista y profesor de la Universidad de Alcalá. Estudió Derecho en la Universidad de Navarra y fue editor de Nuestro Tiempo de 2012 a 2018. Colabora con distintos medios en la sección de política internacional. Ha publicado cinco libros y dos centenares de artículos de opinión y divulgación histórica. Lector omnívoro –con predilección por el ensayo y la poesía–, le apasionan el cine, la conversación y los viajes en Vespa, con la que ha recorrido media Europa y el norte de África. 


«Al pasar las décadas cuesta trabajo reconocerse —y no solo por fuera—. Algunos amigos han comenzado a irse y amores que se querían eternos dijeron adiós antes de tiempo»

Entran los violines y el músico da las gracias: «Hasta siempre. Vuelvan a casa y celebren la vida». Las cuerdas callan y, por un segundo, el teatro se queda en penumbra. El concierto acaba con una propina que, sin embargo, es su corona. «Sinceramente, quiero saber qué estoy haciendo aquí/ Quién es el hombre en el espejo/ No se parece nada a mí». La verdad es la verdad, la diga Agamenón o Coque Malla.

«Vuelvan a casa». Esta orden es un programa de vida; un mandato bíblico, si lo pensamos bien. Al pasar las décadas cuesta trabajo reconocerse —y no solo por fuera—. Algunos amigos han comenzado a irse y amores que se querían eternos dijeron adiós antes de tiempo. Nuestro mundo ha cambiado tanto que ya no lo reconocemos. ¿Somos los mismos de antes si el pasado nos resulta ajeno? O si vemos con pavor que nuestra existencia adquiere vida propia —como los personajes de Pirandello— y toma un curso al margen de los planes que (cuánto optimismo) hicimos.

Nuestro vivir está muy lejos de ser terrible: tenemos una salud aceptable y en general estamos bien dispuestos con el mundo, aunque el mundo no se lo merezca. No hemos sufrido guerras ni posguerras, si bien tendemos (ay) a pensar en unas derrotas que, por lo demás, eran perfectamente previsibles. ¿Acaso la solución a la perplejidad está en volver a casa? ¿Qué significa eso?

Una vez, Juan salió al jardín y allí estaba su hermana. Pidió perdón por haberla interrumpido, pero se acercó intrigado para ver qué leía.

—Los Salmos —dijo ella.

—Excelente elección. Yo no los he leído.

—No mientas, sé que lo has hecho. Ya casi he terminado. ¿Qué pasa?

—Me sorprende que aún hagas las mismas cosas que hacías de niña. ¿Sigues rezando de rodillas?

—Eso a ti no te importa.

—Cuando eras pequeña, te arrodillabas junto a la cama, cerrabas los ojos y te susurrabas cosas en las manos. Secretos. «Piché me tiró del pelo y me enfadé. Marta dijo una palabrota gorda, pero no me he chivado». Nosotros nos escondíamos detrás de la puerta y lo escuchábamos todo. Yo decía que tú irías al Cielo y que eso era bueno.

—¿Querías que me muriese?

—No, quería que estuvieras allí para colarnos.

Poco antes de fallecer, Thomas Wolfe escribió No puedes volver a casa, una novela sobre los sueños pendientes y la realidad y el tiempo. También, sobre la búsqueda de un camino que nos devuelva a ese lugar maternal que llamamos hogar. Para Wolfe, dicho retorno arruinaría los buenos recuerdos que nos alimentaron durante años, por eso no deberíamos regresar jamás. Yo discrepo. Los hogares tienen alma, por eso son inmortales. Significan paz si ha habido pelea, perdón si ha habido ofensa. Puedes bajar a cenar después de la tormenta y nadie dirá una palabra que te moleste, salvo que hayas olvidado lavarte las manos. Y, si no fue así —algo muy probable para los nacidos en el siglo pasado—, siempre podemos esforzarnos para que ahora lo sea y la siguiente generación se beneficie del cambio.

A estas alturas, todos hemos visto suficiente dolor; por tanto, mejor no aumentarlo. Darse cuenta es posible; cambiar de rumbo, conveniente. Si no es por carácter, que sea al menos por cansancio y quizá de este modo evitemos que el pasado estropee nuestro presente. Se puede lograr salvo que uno pretenda cultivar el sufrimiento, pasión estéril.

Esta vida en la tierra es un asunto extraño, pero nos queda la esperanza de encontrar el camino de vuelta a casa. Como hijos pródigos.

LA PREGUNTA DEL AUTOR

¿Somos los mismos de antes si ahora nuestro pasado nos resulta ajeno?

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