Dos veces cuento
Adán y Eva
La primera vez que hablé por teléfono con él —días después recibí un libro suyo, dedicado, con su octogenaria caligrafía, goteada sabiamente letra a letra— supe que le gustaba decir que había nacido “el once del once del once”. “Como mi hermana Ampa”, salté yo. “Pero de otro año, claro, don José María…”. Y nos hicimos casi inseparables.
Le apasionaba el ciclismo —¡como a mí!—, y de hecho había sido cronista pionero y testigo de la Vuelta a España, en 1947. Corrían también cuarenta y siete carreristas, aunque acabaron veintisiete…
Traído a esta vida el 11 de noviembre de 1911, este mismo año le corresponde un homenaje de los de verdad al periodista y escritor madrileño José María Sánchez-Silva (1911-2002). Un centenario en que no sólo se recuerde su infancia estilo Dickens y de aire wikipedia, ni se insista en que es autor de Marcelino Pan y Vino —publicado, por cierto, a la perfección en Anaya por el eminente editor y novelista Emilio Pascual, e inolvidable para generaciones anteriores gracias al actor de seis años Pablito Calvo—, sino que fue Sánchez-Silva autor de por ejemplo una historia áspera y fuertemente religiosa, El hereje, con un Cristo parecido al de aquel desván pero a la deriva y con puñaladas en el Cuerpo. Lea usted esa narración en ese libro titulado (a mi modo de ver) pánfilamente Cuentos cristianos.
Surgido como cuentista antes de la Guerra española de 1936, Sánchez-Silva formó parte de la redacción y la dirección del diario falangista Arriba, insertó en uno de sus libros de narrativa breve, Pesinoe y gente de tierra (1964), un texto escueto, de setenta y seis palabras, que ya había salido en el diario ABC hace ahora más de medio siglo, “Adán y Eva”, y que narra una edénica escena donde se muestra la ingenuidad de la primera Mujer y su admiración preternatural por su compañero. Esa concisa narración, ese verdadero y pionero microrrelato, podría catalogarse como primicia de numerosas piezas que se centran, aunque con intención diversa, en la materia recreada del Génesis, tema tratado posteriormente por varios autores de esta modalidad narrativa que acaso no hayan leído la Biblia entera y verdadera.
Le agradecemos a la hija del autor, doña Reyes Sánchez-Silva, su autorización para publicar este microrrelato adánico en Nuestro Tiempo.
Un apunte final, aunque fuera de sitio, por lo íntimo, y por eso mismo en letra más pequeña: no es solamente que me guste la literatura y el periodismo de Sánchez-Silva, es que es un escritor a quien quiero. Compártanlo ustedes leyéndolo este año.
Adán y Eva
Eva, recién nacida, estaba reclinada sobre Adán debajo de un árbol, porque llovía. El hombre, tan joven, dejaba correr las gotas por sus mejillas imberbes. Cerca de ellos, el agua se había ido depositando en una pequeña depresión de la tierra. Eva lo descubrió de pronto y dijo:
—Mira.
Miraron juntos y ella vio su propio rostro reflejado, pero, como aún no se reconocía y amaba ya tanto al hombre, añadió, maravillada:
—¡Eres tú!.
José Mª Sánchez-Silva
(ABC, domingo 12 de julio de 1959)