Ahora bien
La homeopatía goza de un excesivo predicamento y de ninguna base científica. Ahora bien, ese principio suyo, tan redondo, de «Similia similibus curentur» tiene, cuando se aplica a la política y a la sociedad, su sentido y hasta su capacidad curativa. Solo le falta predicamento. Esto es: una exposición pública que lo haga más popular como remedio. Vamos a intentarla.
Lo similar cura o previene lo similar, repetía Samuel Hahnemann, y eso sí sucede en el campo social. Lo he visto claramente al leer El nadador en el mar secreto, espléndida novela de William Kotzwinkle. Narra la historia de un aborto natural desde el punto de vista de los padres. En todo momento, ellos son conscientes de que esperan un hijo al que aman. Cuando muere, rechazan los típicos consuelos en serie. El médico enseguida les dice que podrán tener otro, pero Laski, el padre, piensa: «Se ha creído que eso es lo que estaba en juego, nuestro deseo de tener un hijo, cualquier hijo, no este hijo en particular que hacíamos balancear entre nosotros dos por el camino. Es imposible que sepan lo especial que es». Late un fondo de alegría en ese pequeño verbo «ser» en presente, plantando cara a la muerte, porque la vida es para siempre. Aún resulta más explícito cuando el padre se encuentra con un desconocido en la puerta de la maternidad y cruzan estas frases: «—¿Qué ha sido? —preguntó el hombre, sin volver la mirada atrás. Laski titubeó mientras se alzaban en su mente los fragmentos de distintas explicaciones (el bebé murió, no hemos tenido nada), pero luego sintió brotar de nuevo repentinamente el espíritu del hijo en su corazón y respondió: —Niño. —Felicidades —dijo el hombre». Un aborto natural, con el dolor agudo de la pérdida, la certeza de una vida, el amor inmenso al niño que no nació, explica mejor que nada, vivencial y prácticamente, por qué el aborto voluntario y legalizado no es nada indiferente o trivial.
Otra tremenda dosis de homeopatía es el fervor que entre los islamistas radicales del ISIS despierta la democracia. Nos lo cuentan Vera Mironova, Loubna Mrie, Richard Nielsen y Sam Whitt en un deslumbrante reportaje publicado el 13 de enero de 2015 en la revista Foreigg Affairs. Nos podemos escandalizar, pero es lógico, porque ellos están convencidos de que sus ideas tendrán el apoyo mayoritario de la población o, si no, ya se encargarán ellos de que sea mayoritario más pronto que tarde. Hay algo que estamos explicando muy mal de la democracia, allá y aquí, si esta se confunde de una forma tan burka, digo, tan burda, con el simple recuento de los votos. Sin respeto al Estado de Derecho, a la dignidad de la persona, a la libertad y a las minorías, no hay democracia que valga, por mucho que se vote.
La victoria de Syriza en las elecciones griegas puede ser otro excelente tratamiento homeopático para las tentaciones populistas en el resto de Europa en general y, en particular, en España. Ya habíamos podido tomar nota del estado de cosas en Venezuela o Ecuador, pero parece que, con un océano de por medio, las dosis no han sido lo suficientemente homeopáticas.
Y para homeopatía, la que les arreó aquel profesor de Economía a sus alumnos para curarlos de ciertos virus de mentalidad socialista. Propuso poner a todos la nota media de la clase. La mayoría aceptó entusiasmada. En el primer examen los que apenas trabajaron se encontraron con el regalo de un aprobado, mientras que los que habían estudiado para sobresaliente hubieron de conformarse con un cinco. Eso desincentivó el esfuerzo y premió la pereza. Al tercer examen la media se acercaba al cero y el ambiente era irrespirable, con mutuas acusaciones de egoísmo y falta de solidaridad. El curso fue un éxito, aunque las notas fueron un desastre.
Exceptuando el último ejemplo, más divertido (aunque no para los alumnos implicados), estamos ante supuestos muy graves. Pero podemos dotar al dolor de un sentido sobrevenido si somos capaces de usarlo para entender otros males análogos; y curarlos o prevenirlos. Se puede.