El sabor de la nostalgia
Roma
Guion y dirección: Alfonso Cuarón. México, 2018.
Diez nominaciones a los Óscar.
El cineasta mexicano Alfonso Cuarón ha hecho el más difícil todavía: una película monumental, rodada en un impecable blanco y negro, con actores desconocidos y a partir de un material intimista —sus propios recuerdos infantiles— y producida por Netflix, es decir, dirigida en última instancia a la difusión televisiva. A esto se le llama riesgo.
Y no es que Roma sea una película de consumo rápido. Ni de pantalla de smartphone. No es precisamente carne de YouTube. Es cine de muchos quilates. Simplemente, la apuesta de Cuarón era muy audaz y Netflix resultó ser la única compañía dispuesta a tirarse a la piscina.
Salió bien. La película, que se estrenó en el Festival de Venecia, donde se alzó con el León de Oro, no ha dejado de cosechar premios y halagos de la crítica y ha convencido a los espectadores más exigentes.
Roma debe su nombre al barrio mexicano donde Cuarón creció. Cuarenta años después, el cineasta ha recorrido de nuevo sus calles y ha vuelto al paisaje humano que le convirtió en lo que es. Y en ese paisaje humano hay tres mujeres clave: su madre, su abuela y Cloe, una joven que se encarga de cuidar la casa y a los niños y que termina siendo una segunda madre.
Estamos ante una película minimalista, cotidiana, casi nimia y, sin embargo, con unas hondas raíces antropológicas. Roma nos habla de la importancia de la infancia, de acompañar a los niños en su crecimiento, del papel insustituible de la familia, del poder sanador del cariño, de la seguridad que otorga contar con unos lazos familiares sólidos.
Y lo hace, es verdad, con un tono a veces adusto y agridulce porque no se esconde la otra cara de la realidad: el dolor de la soledad, la amargura de la infidelidad, el triste sabor de la indiferencia.
Cuarón, como Caravaggio, no esconde las sombras, no huye del claroscuro, pero su propuesta ética es tan clara como su apuesta cinematográfica. En mitad de las dificultades y los problemas, quien arriesga gana, y quien ama tiene la victoria asegurada.
Ana Sánchez de la Nieta