Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Dinard. En busca de la redención

Texto Jorge Collar

La vigésima segunda edición del Festival de Cine Británico de Dinard ha renovado una vez más la nómina de directores.


Para unos es la ciudad más británica del norte de Francia, y para otros, la ciudad más francesa del sur de Inglaterra. En todo caso, es evidente que Dinard es el enclave ideal para un Festival de Cine Británico. La mejor prueba es que ha llegado a su 22ª edición y se ha convertido en el lugar de encuentro obligado entre productores y artistas de los dos países. La energía de su Presidenta, Sylvie Mallet, y de su director artístico, Hussam Hindi, son la mejor garantía de continuidad.

El paso del tiempo deja ya un espacio a la nostalgia, y Dinard puede enorgullecerse de haber “lanzado” cierto número de directores: Danny Boyle, ocho veces oscarizado por Slumdog Millionaire, ganó el Hitchcock de Oro por Shallow Grave en 1994. Y Michael Winterbottom o Paul Greengrass eran desconocidos cuando hace diez o quince años pasaron por Dinard. El interés por los jóvenes no supone el olvido de los consagrados. Este año entre los homenajes destacaban dos: el rendido a Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura en 2005, que fue uno de los grandes guionistas del cine británico. Su viuda, Lady Antonia Frasser, acudió a Dinard para presentar una decena de sus obras. Y una decena de películas han servido también para rendir homenaje a John Hurt, que desde Elephant Man, de David Lynch (1980), a Melancholie, de Lars Von Trier (2011), prueba una vitalidad artística que desafía al tiempo. Y cómo no incluir en el capítulo de la nostalgia la presencia de Petula Clark, o la del encuentro en el Jurado de Jacqueline Bisset y Nathalie Baye

La película de inauguración, fuera de concurso, Perfect Sense, de David Mckenzie, es un relato futurista donde los humanos van perdiendo el uso de los sentidos. La mayoría de las películas en concurso se interesa por personajes marginales, víctimas del alcohol o de la droga, que experimentan verdaderas dificultades para amar en un ambiente hostil, donde la familia no es a menudo refugio. Se descubren a veces una nostalgia religiosa y un deseo de redención que puede quedar en simple promesa de futuro. 

Una primera película de John Mclliduff, escritor y director de teatro de Belfast, ilustra esta tendencia en Behold the Lam. Un viaje insólito de Eddie (Nigel O’Neill) que acompaña a Liz (Aoiffe Duffin), la novia de su hijo drogado, en una misión incomprensible. 

También hay una pareja insólita en You Istead, de David Mackenzie, rodada durante un Festival de rock en Escocia. 

La perplejidad que produce Oranges and Sunshine, primera película de Jim Loach, desaparece cuando se descubre que Jim es el hijo de Ken. Y que sigue las huellas de su padre. El descubrimiento de una “justa” causa ha impulsado siempre el cine de Loach, lo que pasa es que a veces fuerza la realidad para favorecer sus demostraciones. 

Otra obra agresiva podría haber sido Week End, segunda película de Andrew Haigh. Aborda el tema de la homosexualidad sin reivindicaciones ni apologías. Sin tomar partido, se ofrece un espectáculo desolador de una tristeza infinita, pues el caso analizado sólo produce frustración y soledad. Seguramente se llegaría a las mismas conclusiones si se analizase una relación semejante en una pareja heterosexual.

The Guard, de John Michael Donagh (en Europa se titulará El Irlandés), es casi la única que contiene una buena dosis de humor. Ha obtenido los premios a la mejor fotografía y el del público. En Dinard se vota democráticamente después de cada proyección.

Si el público ha preferido The Guard, el Jurado se ha inclinado por Tyrannosaur, premiada con el Hitchcock de Oro y el  mejor guión. La historia es terriblemente dura, incluso aunque apunta al final, de forma discreta, el camino de una doble redención. Primera película del actor Paddy Considine, la obra resume en cierto sentido los temas presentes en este Festival: la marginalidad en busca de una posible redención.


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Categorías: Cine