Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Libros amigos

Texto: Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor @dosvecescuento. Fotografía: ©Jaredd Craig/Unsplash  

Leer libros que acaba de publicar gente cercana, alguien a quien nos vinculan los dones de la amistad, hace mayor el afecto. Y multiplica —como una imprenta— el tesoro de la admiración.


Dirigido a uno de sus pocos amigos, al erudito y además singular ser don José González de Salas, Quevedo (1580-1645) compuso a los cincuenta y tantos años ese soneto de ecos senequistas que empieza «Retirado en la paz de estos desiertos», de estas soledades. Se refería a la tranquilidad —quizá tampoco tanta, por los pleitos en que se enzarzó don Francisco— saboreada en una localidad entre la Mancha y Sierra Morena, Torre de Juan Abad, de la que él era señor, un título heredado. 

El soneto ensalza con acierto el valor de la lectura y la capacidad de revelación que se hospeda en los libros clásicos. El acto prodigioso de leer, entendido como una conversación, una de las ocupaciones más verdaderamente humanas que hemos recibido. 

Voy a referirme a libros recientes de tres personas amigas que, afortunadamente, siguen en este mundo apasionante y que podrán publicar aún más obras. Es fácil que la camaradería y la fascinación me nublen parte de la capacidad crítica, si es que me queda. Quienes admiramos el estilo y la conducta de Clarín (1852-1901) estamos prevenidos, gracias a él, ante esa plaga ruidosa de la «sociedad de bombos mutuos». La superficialidad y el incienso dulzón de las alabanzas aturden. De mis amigos —procuro que de todas las personas— prefiero ver en primer lugar lo positivo, la imagen que derrite los defectos. Aquí no reseño sesudamente novedades, aquí animo a leer. Una galería de testimonios sobre amores y decepciones y más que nada felicidad y cortesía. Y un ensayo que es un encuentro fogoso: como vivir relacionando y relacionándose, cavilando, con salero y pasión, con ángel. También un libro de poemas con temperatura narrativa y humor sincero que ha necesitado veintibastantes años de biografía. Va por ustedes.

Autor de investigaciones y obras doctas como La subsanación de la nulidad procesal canónica o de las setecientas páginas sobre el bimilenario sistema de derecho de la Iglesia, hombre de estirpe jurídica y judicial —protocolarias togas, fiscalías de tribunales, magistrados, jueces…— y de docentes universitarios, Miguel Ángel Torres-Dulce acaba de publicar Amores felices, desamores infelices: 24 historias reales de pareja. Este abogado fiscal hasta que decidió ordenarse sacerdote a los apenas treinta años de edad deja escuchar dos docenas de testimonios, y problemas, de aparentes monólogos, más un epílogo imprescindible. Alguna voz revela los percances de la noche de bodas o que el matrimonio no logra tener descendencia. Otros cuentan que conocieron a su pareja en un cotillón de Nochevieja o en la reunión de empleados de varias sucursales o por internet y lo que vino en las siguientes pantallas. Personas que se desabrochan el corazón. Muy bien contado. Con primeros planos y micrófono a ras de calle. Sin juzgar comportamientos ni dar consejitos.

Catedrático de Estética y Teoría de las Artes, Ricardo Piñero Moral sabe que Aristóteles escribió —no ha llegado hasta nosotros— un προτρεπτικός, un género literario antiguo. Cicerón, otro. Que también se perdió: el diálogo Hortensius. El «protreptikós» invitaba, incitaba, sin escapatoria, a adentrarse en la vida filosófica. A pensar. Inevitablemente. Persuadiendo: «El rechazo a filosofar es en sí mismo filosofar». Desde la explosiva dedicatoria de su libro, como el hallazgo del amor, hasta la humanidad de las líneas finales de Elogio del pensar. Una cuestión de principios, este profesor original obra con la palabra. Despliega palabras gigantes —conectividad, solidaridad, sostenibilidad, perfectibilidad— enlazando ejemplos limpios, convencidas anáforas y enumeraciones de este tiempo nuestro. Y les da la explicación de la luz. Querer y hacer. Tener dentro vitalidad y actuar. Un hombre con descapotable —convertible— que se lo deja conducir a sus amigos es más que un genio. 

Sobresaliente es el poemario del bilbaíno Pedro Ugarte Las cosas de este mundo (Poesía 1991-2011). Novelista y cuentista reconocido, poeta desde siempre pero que no publicaba, «cuenta» en este libro de versos escenas o remembranzas con un humor emocionado. Y a la vez racional. 

Los libros nos protegen de la muerte. Di que sí.

 

Más amigos

 

Estos tres atractivos libros de apenas un centenar de páginas reabren puertas, edificios espaciosos. M. Á. Torres-Dulce sabe escuchar comprensivamente y por eso sabe escribir. Las páginas suenan a personas y a sufrimientos y a entender vidas. Al amor y sus historias.

 

Entre las sabidurías de Ricardo Piñero no falta la de conectar con el lenguaje joven y con inteligencias jóvenes. Que la belleza es un encuentro lo transmite de corazón. Pensando.

 

El poemario de Pedro Ugarte, euskaldún que escribe en castellano, «sufriente crónico», requiere lecturas reposadas y compartir la visión impregnada de humor. «La juventud me ha echado / de su efímero cuarto de alquiler».

 

Y podría hablar de Pablo Echart, profesor de Guion, y su repertorio de Cine dentro del cine, películas donde se ruedan largometrajes. Y del mecanoscrito de uno de mis maestros, el profesor Vicente Balaguer: Ver a Jesús con los ojos de Pedro, escrito casi para sus amigos.


Categorías: Literatura