El hacedor
El Clásico
Jorge Luis Borges | Debolsillo, 2018 | 152 páginas, 9,95 euros.
«De cuantos libros he entregado a la imprenta, ninguno, creo, es tan personal como esta colecticia y desordenada “silva de varia lección”», confesó un sexagenario Jorge Luis Borges (1899-1986) en la última y perfecta página de El hacedor. El raro adjetivo colecticia expresa que una reunión se compone «de gente nueva, sin disciplina y recogida de diferentes lugares». Y por silva de varia lección se entendían rec
opilaciones heterogéneas que entroncaban con un inmenso linaje literario.
A petición de Carlos Frías, que dirigía la editorial Emecé, rebuscó, con la vista casi ciega, armarios y carpetas y juntó inéditos y prosas y poemas que habían ido apareciendo desde los años treinta en revistas y dominicales. Era 1960: Borges empezaba a notar la proyección internacional de la fama.
El hacedor —es decir: el creador, el poeta— eslabonaba sucintas narraciones y concentrados ensayos y rimas. Algunos recreaban sus preferencias constantes: homenajes a obras y destinos de autores universales (Homero, Dante, Cervantes, Stevenson) o de la historia del género humano (y sus repeticiones) o de su patria. O de amistades suyas.
Varias perfecciones borgianas destellan en este conjunto. «Borges y yo», «Parábola del palacio», «Argumentum ornithologicum», «La trama», la versión acortada, interpolada en 1964, de «Límites» («Hay una línea de Verlaine que no volveré a recordar»), los cuartetos del «Poema de los dones» de un bibliotecario alcanzado por la ceguera, sonetos (inigualable «La lluvia», con dos tercetos íntimos ubicados en la Biblioteca Nacional, donde Borges ejercía de director, y en las parras de la quinta veraniega de Adrogué; los dos de «Ajedrez», rotundos), un canto a Buenos Aires en su sesquicentenario e incluso el prólogo y el epílogo.
Uno de sus fieles estudiosos, Rafael Olea, se atreve a proponer que, «en sentido estricto, Jorge Luis Borges casi nunca escribió un libro, pues la mayoría de los volúmenes que durante décadas aparecieron bajo su nombre no respondieron a una concepción unitaria e integral, sino que más bien se formaron mediante un proceso acumulativo». Llevaba treinta años sin publicar un poemario. El hacedor quizá no sea un libro, quizá sea un álbum personal incorruptible.
Joseluís González
Ilustración: Diego Fermín