La montaña mágica
Aquí arriba
EL CLÁSICO. Thomas Mann | Traducción de Isabel García Adánez | Edhasa, 2005 | 936 páginas | 40,50 euros.
A pesar de que el Nobel de Literatura se concede por la obra íntegra publicada hasta entonces, 1929 en el caso de Thomas Mann (1875-1955), en su escueto mensaje la Academia Sueca justificaba el galardón y la cuantía especificando: «… principalmente por su gran novela, Los Buddenbrook (1901), que ha merecido el reconocimiento cada vez más firme de ser una de las obras clásicas contemporáneas». En pocas ocasiones se menciona un título concreto. La anomalía ocultaba un motivo: la animadversión de un poderoso miembro del jurado, que no aplaudía La montaña mágica (1924). Las dos novelas son monumentales.
Para el millar de páginas de La montaña mágica el autor se basaba en una visita en 1912 —año de Muerte en Venecia— al Sanatorio Wald de Davos, donde prolongaba una cura de reposo contra la tuberculosis su esposa, Katia.
La primera jornada y el resumen del pasado del joven ingeniero Hans Castorp, él y su formación, ocupan la décima parte del libro. Después Hans descubrirá en su demorada estancia en el sanatorio, plantado en las alturas alpinas de Suiza, cuestiones decisivas de la existencia. La cognición del tiempo, del vivir, o casi de su abolición. La lucidez que pueda venir de la enfermedad. La complicada densidad de la atracción erótica, no exenta de humorismo, y también el sentido del amor. La reata de malestares del individuo y de una sociedad y su decadencia, simbólicamente vistos «desde arriba». El fulgor del arte y la estética. Una pareja irreconciliable, Settembrini y Naphta, siempre en duelo, debatirá con disquisiciones —digresiones, para lectores impacientes— sobre esas materias. Porque los personajes encarnan corrientes de vida: la lealtad, la tentación, lo dionisiaco, la superficialidad... Pero es una novela. Grandiosa.
El final tiene partitura: uno de los lieder de Schubert, tenor y piano, «Der Lindenbaum», «El tilo», el árbol ese de aromas dulces, que suele designar el descanso, el reposo, querer volverse a casa.
Desde hace más de medio siglo, se reúnen a finales de enero los más poderosos del dinero y la política del planeta, el Foro Davos, en ese mismo edificio de la novela. Sitios para enfermos. La codicia y la avidez también deben curarse.
Joseluís González
Ilustración: Diego Fermín