Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

"Actuamos como la sal en la comida: no se ve pero es indispensable"


Una comunidad presente. Los 50.000 cristianos que habitan en los territorios ocupados representan tan sólo el 1,5% de la población, según el Centro Inter-Iglesias de Jerusalén. Sin embargo, se encuentran bien representados en la sociedad: así, de los 22.000 empleados públicos que trabajan en hospitales, escuelas e instituciones, 7.000 son cristianos. Además, dirigen u organizan el 45% de las ONGs palestinas de los territorios.

El problema de la ocupación. El estudio realizado por el Centro Inter-Iglesias de Jerusalén sobre las causas de la emigración cristiana señala que tan sólo un 4% adujo razones de persecución por parte de los musulmanes. “Al ser pequeños en número, somos vulnerables, y sí pueden existir conflictos aislados con musulmanes en algunos lugares, pero no es algo generalizado ni que condicione nuestra convivencia”, argumenta el padre Firas. “Muy al contrario, nos sentimos unidos a ellos porque hemos vivido los mismos problemas durante varias generaciones y ahora trabajamos juntos. Por ejemplo, el Patriarcado Latino contiene entre Jordania y Palestina 45 escuelas con 60.000 alumnos, más de la mitad de los cuales son musulmanes. Los 2.200 profesores son palestinos locales que les enseñan el Islam: si no lo hiciésemos bien, seguro que nos echarían”. Insiste en que “nuestro mayor problema es la ocupación, que es la que refuerza los sentimientos de identidad de todas las partes a modo de defensa y sí puede romper la relación entre musulmanes y cristianos que, al menos en Palestina, ha sido cordial durante muchos siglos”.

Combatir el extremismo. Rifat Kassis ilustra las relaciones entre cristianos y musulmanes con su experiencia personal: “Hasta hace unos años yo tenía buenos amigos cuyas confesiones sólo conocí tras meses de relación, pero esta confianza está empezando a quebrarse y ahora la gente quiere saber quién eres antes de escuchar lo que tienes que decir. Por eso instamos a nuestros compañeros musulmanes a que combatan el extremismo que puede crearse en su comunidad y les ofrecemos nuestro apoyo ante ese nuevo orden mundial que se empeña en ver a los árabes como bárbaros terroristas y que lo único que consigue es agrandar el abismo entre civilizaciones y culturas. Por eso les pedimos que no sigan el juego”. A este respecto, el padre Firas añade: “Nosotros servimos de puente de comunicación en muchas ocasiones porque somos árabes, como los musulmanes, y cristianos, como la población occidental. Quizá seamos pocos, pero actuamos como la sal en la comida: no se ve, pero es indispensable”.