julio - agosto 2011
Juan Luis Moragues, presidente de Aclima, Asociación Cluster de Industrias de Medio Ambiente de Euskadi.
Cada vez se venía invirtiendo menos en la renovación de la economía y más en los mercados financieros, hasta que la crisis convulsionó este modelo fuertemente a partir de 2008.
Ahora se detecta una creciente aversión a los riesgos por parte de los inversores y la orientación de sus comportamientos han llevado a que los ingresos obtenidos no están siendo reinvertidos en empresas, sino más y más en depósitos financieros por una parte, utilizados para consumo de lujo por otra, o incluso en especulación en materias primas.
Las condiciones de financiación están deterioradas y han caído de forma drástica las inversiones de aprovisionamiento de las empresas, aumentando el paro y ha caído el consumo.
Seguir haciendo lo mismo supone continuar con un estancamiento en la creación de empleo y un socavamiento de la economía de mercado social. La renta por persona para la próxima década podría aumentar a poco más del 1% por año. El descenso de la población y el porcentaje creciente de ancianos agravará más el problema. Los bancos tenderán a luchar para apoyar sus productos desvalorizados con una escasa base de capital propio y tendrán que ser moderados con la concesión de créditos. Y la tendencia a largo plazo es que sigan cayendo los porcentajes de inversiones.
De esta crisis podemos aprender que lo que interesa es la economía real, la generación de productos y servicios competitivos que permita a sus clientes hacer frente a la crisis a través de la eficiencia, obtener más por menos. Y venderlo en todo el mundo. Diferentes estudios documentan que las tecnologías del medio ambiente y energía son los mercados líderes del futuro, ya que la escasez de energía y recursos así como la crisis del clima pueden producir una gran demanda estimada en un volumen de mercado mundial 1.400 MM de euros en 2007 y en los siguientes 10 años podría más que duplicarse (Se habla de 3.000 MM de euros para 2020).
En definitiva, mediante una modificación consecuente de las estructuras de producción en dirección a la eficiencia energética y de recursos, tecnologías de medio ambiente y protección del clima se puede aumentar significativamente en la próxima década el crecimiento medio de la economía real.