Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Teología para la vida

María Mercedes Otero [Teo 71 PhD 73]. Alumna de la tercera promoción de la Facultad.


¿Cómo recuerda sus años en el campus de Pamplona?
En  octubre de 1969, cuando nos incorporamos las primeras alumnas, flotaban en el ambiente los ecos del Concilio Vaticano II. Yo acababa de terminar la carrera de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Los alumnos percibíamos de los jóvenes profesores —con una juventud madura, nada ingenua—, el entusiasmo, la viveza y la precisión científica en las explicaciones, en un clima sereno, de gran libertad y apertura, que estimulaba al estudio y al afán de profundizar. Nos transmitían una teología no libresca, fosilizada, sino con cable a tierra en contacto con la vida real. Eran profesores con carga pastoral y, en consecuencia, con una buena dosis de realismo. La internacionalidad de los alumnos (americanos, africanos, de la India, de Europa…) era una oportunidad de conocer distintas culturas, modos de pensar, enfoques de los problemas. Acudíamos a la Biblioteca, participábamos de las actividades culturales y deportivas y nos enriquecíamos mutuamente dialogando con estudiantes de otras facultades. La interdisciplinariedad surgía de modo natural en los pasillos, en Faustino o en los paseos por el campus. Después de las tres primeras mujeres que empezamos Teología aquel curso, prácticamente todos los años se incorporaron nuevas alumnas y, a partir de 1992,  algunas formaron parte del claustro como profesoras: Elisabeth Reinhardt, Elisa Luque, Jutta Burggraf, Carmen Alejos y, más recientemente, Isabel León

¿Qué aporta su formación en Teología a su día a día?
Me ayuda a mirar los acontecimientos desde los planes de Dios  —¡que tiene planes!— y otorga claridad a la conciencia para distinguir el bien y el mal. Desde el principio me movió la ilusión de prepararme para llevar la alegría del Evangelio, ayudar a descubrir el verdadero sentido de la vida y animar a convertir los quehaceres ordinarios en el lugar de encuentro con Dios, la ocasión de servir a los demás y de contribuir al progreso de la sociedad. Desde que defendí la tesis, he sido profesora de Filosofía y Teología.

¿Qué ha significado para usted ser alumna de la Universidad? 
Es un auténtico privilegio que desearía para muchos. Cuando he vuelto para participar en simposios de Teología he disfrutado al ver el edificio de la Facultad con estupendas instalaciones, buenos medios electrónicos, espacios amplios y en pleno campus, cerca de los demás edificios de la Universidad, entre ellos la magnífica Biblioteca de Humanidades.

¿Por qué estudiar Teología hoy?
Como acaba de recordar el papa Francisco se necesita una Teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso, en especial ante los desafíos del relativismo teórico y práctico. Vale la pena prepararse para este servicio: desde una fe iluminada y vivida, presentar a Dios en este mundo como una realidad creíble y mostrar el efecto liberador del mensaje cristiano. Dedicar unos años a cursar la licenciatura en Teología, aunque requiera un paréntesis en el currículum, es una inversión a largo plazo que proporciona un sólido fundamento al propio trabajo profesional.