Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Joan Didion, del retrato al autorretrato

Texto: Daniel Dols Bruno [His Com 19]  

La gran escritora norteamericana Joan Didion (Sacramento, 1936 - Manhattan, 2021) se hizo célebre por capturar el pulso de finales del siglo XX, por ser un exponente del Nuevo Periodismo, por sus amistades en Hollywood, por sus novelas y guiones de cine. Sin embargo, en el primer aniversario de su fallecimiento, se le recuerda por la profundidad y vulnerabilidad con las que retrató la pérdida y el duelo.


Hay muchas formas de abordar la figura de Joan Didion. Por ejemplo, Harrison Ford es todavía un carpintero al que han encargado la ampliación de una casa en Malibú con vistas al océano, la de Didion y su marido, John Gregory Dunne. Acogen durante dos meses a ese joven de Illinois que trabaja sin parar de primera a última hora del día. Cuando acaba la jornada les explica por qué no ha podido avanzar más y por qué la obra va a costarles más dinero. Con el tiempo se convierten en amigos. Cada Pascua desde entonces, Ford y su familia recibieron una invitación para asistir a una fiesta organizada por Didion. «Todos los presentes eran más inteligentes y más cultos que yo —explica el actor en el documental Joan Didion: El centro cederá (Netflix, 2017)—, pero siempre me hizo sentir bienvenido y cómodo». 

Otro modo de empezar sería el 10 de julio de 2013, en la Casa Blanca, en la ceremonia de entrega de la National Medal of Arts. Barack Obama bromea delante del público: «Me sorprende que todavía no tenga este premio», y Didion, a sus 78 años, sube con ayuda a recibir el reconocimiento. «Por la maestría de su estilo al escribir —dice una voz por megafonía mientras el presidente le cuelga la medalla—, analizando nuestra cultura y exponiendo lo más profundo del dolor. La señora Didion ha escrito obras de sorprendente honestidad e inteligencia. Ha hecho universales historias personales y ha aclarado los detalles aparentemente secundarios que son vitales en nuestras vidas». Aunque también podría haber dicho: «Su inteligencia está más pulida que nunca [...]. Su mirada es cristalina [...]. Didion ha captado el espíritu de Estados Unidos», que es lo que escribió The New York Times tras la publicación de Los que sueñan el sueño dorado (2012). O esto que dijo The New Yorker tras el lanzamiento de Lo que quiero decir (2021): «Ha sido canonizada por su impecable estilo, pero las verdaderas ideas de Didion se centraron en aquello que mantiene unida o desgarra a la sociedad». 

Si se le pregunta a un chat de inteligencia artificial quién es Joan Didion responde con una metralleta de datos biográficos: «Es una escritora estadounidense, conocida por sus ensayos y novelas que abordan cuestiones desde la política y la cultura al estado de la nación. Nacida en Sacramento, California, en 1934, Didion comenzó su carrera de periodista y escribió para Vogue y The New York Times. Es autora de varios libros y sus obras se caracterizan por su estilo lúcido y preciso, y por su capacidad para explorar temas complejos y profundos de manera reflexiva y perspicaz. Didion ha sido galardonada con varios premios, incluyendo el National Book Award y la National Medal of Arts. Se la considera una de las escritoras más influyentes y respetadas de su generación, y su trabajo ha sido traducido a varios idiomas».

Pero quizá la mejor manera de empezar este artículo, de asomarse a la complejidad interior de Joan Didion, sea remontarse al verano de 1968. La inteligencia artificial no lo menciona, ni lo dijo la voz de la megafonía de la Casa Blanca, pero un médico de la clínica psiquiátrica del Saint John’s Hospital de Santa Mónica escribió entonces el siguiente informe después de un ataque de vértigo y náuseas, justo cuando Los Angeles Times la nombró Mujer del Año junto a Nancy Reagan: «Su test de Rorschach describe una personalidad en proceso de deterioro con numerosas señales de hundimiento de las defensas y una incapacidad en aumento del ego para hacer de intermediario con el mundo real y para soportar el nivel habitual de estrés [...]. En un sentido puramente técnico, los controles afectivos básicos parecen intactos, pero está igualmente claro que en el momento presente lo que está manteniéndolos de forma débil e insegura es una serie de mecanismos de defensa que incluyen la intelectualización, los mecanismos obsesivo-compulsivos, la proyección, la reacción-formación y la somatización, todos los cuales parecen ahora incapaces de controlar o contener un proceso psicótico subyacente y, por tanto, se encuentran en fase de colapso [...]. Las producciones temáticas que hace la paciente del test de Apercibimiento Temático enfatizan su visión fundamentalmente pesimista, fatalista y depresiva del mundo. Parece tener la profunda convicción de que todo esfuerzo humano está abocado al fracaso». 

Ese mismo año viajó mucho por el país para hacer reportajes. En el interior de la puerta de su armario pegó una lista que le permitía preparar la maleta sin pensar en caso de que tuviera que desplazarse. Siempre metía faldas, camisetas, leotardos, un jersey, zapatos, medias, sujetador, camisón, batín, pantuflas, cigarrillos, bourbon, champú, cepillo y pasta de dientes, jabón Basis, maquinilla, desodorante, aspirinas, medicinas, Tampax, crema facial, polvos, loción infantil, un chal de mohair, máquina de escribir, cuadernos pautados, bolígrafos, fichero y llaves de casa. Lo que nunca llevó, y que ella interpreta como una parábola de su vida como reportera en aquella época, fue un reloj de pulsera.

Para captar la trascendencia de Didion como escritora hay que detenerse en su mirada. De pequeña le daban mucho miedo las serpientes de cascabel, muy extendidas en California. Su abuelo le enseñó que había que perseguirlas y matarlas cuando uno se las encontrara para que no mordieran a otra persona. También le contó que la serpiente solo ataca cuando no está en el rango visual. Que la solución ante una amenaza no fuera la huida, sino pararse y enfrentarla, le marcó. A partir de entonces, las serpientes aparecerán en sus textos como encarnación del miedo, el dolor y la incertidumbre y dictarán su forma de entender la escritura bajo cualquier circunstancia: «Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa». 

Las herramientas para llevarlo a la página las encontró en Hemingway. Cuando Didion tenía 12 años y vivía en el valle de Sacramento, sus padres le firmaron una autorización para que pudiera leer libros de adultos. Descubrió el párrafo con el que arranca Adiós a las armas e imaginó que si estudiaba esas 126 palabras y practicaba lo suficiente quizá algún día podría hacer lo mismo. Seis años después, la Universidad de Stanford rechazó su solicitud de admisión y estuvo llorando en el baño un par de horas en las que se planteó tragarse un frasco entero de aspirinas con codeína. Tras graduarse en Literatura Inglesa por Berkeley en 1956, ganó un concurso nacional organizado por el grupo Condé Nast para ir a Nueva York a trabajar en Vogue y, en veinticuatro meses, pasó de copywriter a editora asociada de la revista. 

En 1958 conoció al escritor John Gregory Dunne. En las redacciones de la Gran Manzana el nombre de Joan Didion comenzaba a abrirse paso. Sin embargo, tuvo que soportar entonces un doble rechazo: doce editoriales dieron la espalda a su primer libro, Río revuelto (1963), y cuando logró publicarlo con Ivan Obolensky, la crítica literaria lo ignoró. Se casó con Dunne, se cansó de Nueva York y sintió la llamada de la maternidad «como una ola gigante». Se mudaron de nuevo a California, a Los Ángeles, y la joven promesa enseguida se consolidó como escritora y se convirtió en joven madre: se estaba duchando y rompió a llorar cuando John le dijo que les habían llamado del Saint John’s Hospital de Santa Mónica para avisarles de que tenían «un bebé precioso» y que si querían adoptarlo. La llamaron Quintana Roo. En un viaje a México vieron el nombre en un mapa y se prometieron que, si algún día tenían una hija, se lo pondrían. 

En 1968 publicó Arrastrarse hacia Belén, una serie de textos sobre California. Los que dedicó al movimiento hippie recibieron el aplauso de la crítica y del público. Dos años después se imprimió su segunda novela, Según venga el juego. Es una de las cien mejores en lengua inglesa del periodo 1923 - 2005 según la revista Time. Su marido y ella la adaptaron al cine en 1972. Ya habían empezado a escribir guiones el año anterior —Pánico en Needle Park (1971)— y siguieron después con Ha nacido una estrella (1976).

Su casa se volvió el epicentro de la vida social de Los Ángeles: Janis Joplin se pasaba después de los conciertos a beber un coñac Benedictine servido en un vaso de agua; Warren Beatty se enamoró de Joan e iba a cada noche a probar suerte, Patti Smith se hizo amiga de la familia, Martin Scorsese o Steven Spielberg se dejaban caer de vez en cuando. Joan y John se ganaron la fama de grandes anfitriones y una de las pocas veces que cortaron una fiesta fue porque Didion encontró drogas alrededor de la cuna de Quintana

En 1979 editó El álbum blanco, una exitosa recopilación de textos sobre los aspectos clave de los sesenta y setenta. Estos artículos hicieron que Tom Wolfe la incluyera entre los máximos representantes de lo que él denominaba Nuevo Periodismo, junto con Gay Talese, Truman Capote, Hunter S. Thompson, su marido John y Barbara Goldsmith, la única mujer en la lista además de Didion. Los encargos y proyectos personales no faltaron durante esos años, en los que también colaboraba con regularidad en Life, The New Yorker o The New York Review of Books. Cuando Didion tenía que trabajar, preparaba por la noche el almuerzo de Quintana del día siguiente, se quedaba hasta las dos o tres de la mañana escribiendo, luego se tomaba una copa y leía algo de poesía antes de irse a la cama. Por la mañana, John acompañaba a su hija al colegio «y ella bajaba caminando la escarpada colina. Los niños llevaban uniforme: Quintana llevaba un vestido de cuadros y un suéter blanco, y el pelo —rubio bajo el sol de Malibú— recogido en una coleta. Yo la veía desaparecer colina abajo, con el inmenso Pacífico azul de fondo, y me parecía la cosa más hermosa del mundo. De manera que un día le dije: “Tienes que verlo, cariño”. Y a la mañana siguiente Joan vino con nosotros, y cuando vio cómo Q desaparecía colina abajo se echó a llorar». 

Quintana creció con la misma naturalidad que el prestigio de Didion. Siguió escribiendo ensayos y artículos sobre sus viajes a Miami y El Salvador, sobre la política estadounidense, publicó más novelas, recibió más premios y le ofrecieron más colaboraciones. Volvieron a Nueva York y, el 26 de julio de 2003, Quintana se casó con Gerald Brian Michael. «¿Acaso podrían haber ustedes visto, si hubieran ido caminando por Amsterdam Avenue y hubieran divisado aquel día al séquito de la novia, lo increíblemente poco preparada que la madre de la novia estaba para aceptar lo que iba a pasar antes de que terminara el año 2003?», escribió Didion. «No veíamos razón alguna para pensar que no iban a recibir aquellas bendiciones tan comunes y corrientes». 

Hay muchas formas de abordar la figura de Joan Didon

Serpientes de cascabel. 

«Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa».

 

DIDION CONTRA LA SERPIENTE

Al poco de casarse, Quintana cayó enferma. El 24 de diciembre la ingresaron en la unidad de cuidados intensivos del Centro Médico Beth Israel. Lo que parecía un caso de gripe estacional fuerte, y la razón de que no pudiera ir a cenar con sus padres esa Nochebuena, se agravó hasta convertirse en una neumonía y choque séptico. Cinco noches más tarde, el 30 de diciembre, Joan y John volvieron a casa después de visitar a Quintana en la UCI. John se sirvió una copa de whisky. Joan preparó la cena. Encendieron la chimenea y unas velas. John se sirvió una segunda copa. Cenaron y John le contó por qué la Primera Guerra Mundial era el acontecimiento crucial a partir del cual fluía todo el resto del siglo XX. De repente, se calló. Joan alzó la vista y le vio con la mano izquierda levantada, encorvado e inmóvil. Estaba sufriendo un infarto. Murió al momento. «La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba», dijo Joan de aquello. 

Didion publicó El año del pensamiento mágico (2005) tras la muerte de John. Es un libro sobre la pérdida y el duelo, pero también un mecanismo de supervivencia inconsciente. El pensamiento mágico es un trastorno de la conciencia que ve causalidad donde no la hay y confunde las emociones íntimas con la realidad. Lo que pensaba era que John podía volver, lo que miraba eran los zapatos que él podía querer cuando regresara, lo que vio era que intentaba mantenerlo con vida para que siguiera con ella. Lo que significaba: «Que si queremos seguir vivos llega un momento en que tenemos que dejar ir a los muertos, dejarlos ir, dejarlos muertos. Dejar que se conviertan en la fotografía sobre la mesa».

Unos meses antes de publicarse el libro, el 26 de agosto de 2005, Quintana murió. Sus editores le ofrecieron parar el lanzamiento por si lo quería retocar. Ella dijo que no: ese libro iba sobre John. El año del pensamiento mágico recibió el National Book Award, el National Book Critics Circle Award y fue finalista del Pulitzer. Pero, sobre todo, miles de lectores ateos lo reconocieron como un manual para hacer frente a la pérdida y el duelo. En ese sentido, Didion escribió El año del pensamiento mágico con la profundidad y la distancia que caracterizaron sus trabajos periodísticos. 

Las cenizas de Quintana reposan en la misma iglesia donde se casó, en un muro de mármol donde ya se leían los nombres de la madre de Joan y el de John G. Dunne. Al principio no quiso escribir un libro sobre la ausencia de Quintana. Durante mucho tiempo no pudo asumir su muerte porque sentía que le había fallado. Joan se enteró meses después de su fallecimiento de que uno de los mayores miedos de Quintana era que su padre se muriera y no quedara nadie para cuidar de su madre: «¿Cómo se podría haber imaginado que yo no iba a cuidar de ella? Eso me preguntaba yo antes. En cambio, ahora me pregunto: ¿Cómo se imaginaba que yo iba a poder cuidar de ella?». 

Cuando su círculo cercano le animó a que llevara al papel lo que sentía se encontró con una experiencia mucho más dura que la que supuso El año del pensamiento mágico. Casi deja el libro sin acabar, pero Noches azules vio la luz en 2011. Fue lo último que publicó. El 23 de diciembre de 2021, una noche antes de Nochebuena, una noche antes de la fecha en la que ingresaron a su hija en la UCI, seis noches antes de la fecha en la que su marido murió, Joan Didion falleció a causa de la enfermedad de Parkinson con la que convivió sus últimos años. 

Al inicio de El álbum blanco escribió: «Nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir».

 

Los libros de Didion

 

Joan Didion escribió cinco novelas, catorce libros de no ficción, seis guiones y una obra de teatro. Las citas que aparecen en este perfil y las escenas que se recrean aquí proceden de El año del pensamiento mágico, Noches azules, Lo que quiero decir y Los que sueñan el sueño dorado. Este último título solo se ha editado en castellano y agrupa los textos más destacados de otras obras de la autora como Arrastrase hacia Belén, El álbum blanco, Después de Henry, Miami y El Salvador.