Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Marketing para el terror

Javier Lesaca [Com 04] Profesor asociado de la Universidad de Navarra e investigador visitante de la Universidad George Washington / Ilustraciones Diego Fermín

La difusión de un vídeo del imán Abu Bakr al-Baghdadi, el 4 de julio de 2014,  marcó el nacimiento de la mayor amenaza global del siglo XXI: el «Terrorismo de marketing». La nueva estrategia del Dáesh (Estado Islámico) utiliza armas invisibles. Herramientas de la psicología social, de la opinión pública y de la tecnología reclutan a fanáticos del terror por todo el mundo.


El 4 de julio de 2014, un enigmático, siniestro y desconocido imán se encaramó al mimbar de la gran mezquita de Mosul (Iraq) para dirigir la oración de los viernes. Subió los seis escalones del púlpito con dificultad, de uno en uno, evidenciando una notable cojera. Vestía chilaba negra e iba tocado con un turbante del mismo color. Su rostro estaba cubierto con una espesa barba, y su cara y su cuerpo apenas expresaban ningún movimiento. Solo su mano derecha, en la que lucía un llamativo reloj de pulsera plateado, se movía con la misma cadencia rítmica e hipnótica que empleaba en su discurso. 

En el interior de la mezquita, nada llamaba la atención. Cientos de vecinos de Mosul seguían ordenadamente la ceremonia, como en cualquier otra ciudad musulmana en un viernes de oración. Apenas ninguno de los fieles lucía barba, ni vestía túnicas o ropas militares. El bigote estilo Sadam Hussein seguía siendo una moda habitual entre una buena parte de los fieles de la gran mezquita. 

Sin embargo, algunos pequeños detalles indicaban que el imán que subía renqueante las escaleras del mimbar no iba a dirigir una oración cualquiera. Apoyados en las escalinatas del púlpito se distinguían cuatro fusiles AK47, cargados de munición. Y, en un segundo plano, desperdigados por la planta de la mezquita, destacaban varios hombres cubiertos con un pasamontañas y fuertemente armados con pistolas y fusiles de asalto. En la pared principal de la mezquita, el denominado muro de la Quibla, lucía un inmenso cartel negro con el principal credo musulmán, «La la Ila, Alah» (No hay más Dios que Alá) inscrito en letras blancas, y la frase «Ua Mohammed Il Rasul Ila Alah» (Y Mohammed, su único profeta) incrustada en letras negras sobre un círculo blanco. 

El reloj de pared que colgaba de una de las columnas de mármol de la mezquita marcaba las doce y cuarto del mediodía. Esa era la fecha, la hora y el lugar escogidos para la presentación ante la opinión pública de la mayor amenaza global que está conociendo el siglo xxi: el régimen del terror del Estado Islámico. Los atentados cometidos contra un avión ruso y contra diversos objetivos en el centro de París han confirmado las peores hipótesis.

Un nuevo tipo de terrorismo

Tres cámaras de grabación inmortalizaron por primera, y última vez, la puesta en escena de Abu Bakr al-Baghdadi, y convirtieron las imágenes del imán barbudo, siniestro e impasible en un mito y un símbolo universal del terror, que permanecerán guardadas en la memoria colectiva de toda una generación. Un día después, el sábado 5 de julio de 2014 , más de mil doscientos  tuits difundían de manera coordinada y masiva a la opinión pública global un vídeo de veintiún minutos con el discurso íntegro de al-Baghdadi. El vídeo estaba editado por la productora al-Fourqan (El Criterio), fundada a comienzos de siglo por la estructura de Al Qaeda y ahora integrada en el grupo mediático del Dáesh (Al Hayat Media Center). 

Los días 4 y 5 de julio de 2014 pasarán a la Historia como el nacimiento de un nuevo tipo de terrorismo. El comienzo de una amenaza para la seguridad desconocida hasta la fecha y cuyas consecuencias, meses después, aún siguen siendo impredecibles. 

El Estado Islámico iniciaba así  una estrategia de comunicación pública y de marketing destinada no solo a socializar el terror y condicionar la agenda política, tal y como habían hecho hasta la fecha todos los grupos terroristas previos, sino ideada para transformar el terrorismo en un producto cultural popular, global, atractivo e imitable. Había nacido el «Terrorismo de marketing», pensado y diseñado para seducir, fidelizar y atraer a decenas de miles de jóvenes fanes de todo el mundo. Una estrategia detenidamente planeada para ganar las mentes y los corazones de las generaciones más jóvenes de medio mundo, perdidas en la confusión identitaria de la crisis de la nación Estado, conectadas por una cultural digital audiovisual común y frustradas por el incumplimiento de unas expectativas que jamás se habían visto satisfechas por la Administración de sus respectivas naciones. La revolución digital que se ha producido en los últimos cinco años les ha permitido a los estrategas del Estado Islámico planificar e implementar una estrategia de marketing y comunicación audiovisual digital sin precedentes en un grupo terrorista. Una campaña basada en la interacción directa con las audiencias potenciales, sin necesidad de pasar por el papel mediador de los medios de comunicación tradicionales. Ahora, basta con conectar de manera directa en el smartphone de las audiencias potenciales para alimentar la espiral de terror. 

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