Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Muchas gracias por todo, don Ismael

Texto Miguel Ángel Iriarte [Com 97 PhD 16]  Fotografía Archivo Fotográfico Universidad de Navarra

El 16 de diciembre falleció en Pamplona Ismael Sánchez Bella, pionero en el comienzo de la Universidad de Navarra y primer rector. El reconocimiento por su vida de trabajo universitario se palpó en unos días de despedida y gratitud por parte de toda la comunidad educativa. 


La salud de don Ismael estaba deteriorada desde hacía tiempo. Con 96 años, y tras un largo ingreso en la Clínica Universidad de Navarra, su fallecimiento no constituyó una sorpresa. Sí lo fue, de algún modo, la rapidez, el volumen y el calado de las reacciones de numerosas personas que, durante los días posteriores, mostraron su cercanía y afecto al fallecido y a la Universidad. Por un lado, a la capilla ardiente instalada en el salón de grados del edificio Central acudió un goteo incesante de amigos, empleados y antiguos y actuales alumnos. Por otra parte, se celebraron dos funerales con gran asistencia; el primero, el lunes 17 de diciembre, en la Clínica; el segundo, dos días después, en la iglesia de San Nicolás de Pamplona, presidido por Ramón Herrando, vicecanciller de la Universidad, y con la presencia de representantes de instituciones políticas, culturales y sociales. Además, diversos medios de comunicación informaron del fallecimiento de don Ismael y glosaron su figura con varias semblanzas y obituarios. 

El Gran Canciller de la Universidad, Fernando Ocáriz, reflejó el sentir general de esos días en una carta que dirigió al rector el 18 de diciembre. En uno de sus párrafos escribió: «Ciertamente, la deuda de gratitud es grande. Unida al atractivo ejemplo que Ismael ha dejado de entrega, de servicio desinteresado a los demás, es una invitación a renovar la ilusión con la que cada una y cada uno acomete sus tareas, seguros del valor que tienen si se realizan por amor a Dios y a todas las almas».

 

Un universitario inquieto

Ismael Sánchez Belladon Ismael» para muchos de sus conocidos) nació en Torde-silos (Guadalajara), el 4 de abril de 1922. Su familia se trasladó poco después a Valencia. Antes de comenzar su etapa universitaria dudó entre las carreras de Filosofía y Letras y la de Derecho. Finalmente, optó por la segunda, aunque su pasión por la historia no le abandonó nunca; de hecho, le dio cauce a través del estudio de la Historia del Derecho, de la mano de su maestro Alfonso García-Gallo. Durante sus años universitarios tomó forma su interés por el derecho indiano y la evolución histórica y jurídica de los territorios conquistados por España en América desde finales del siglo XV. 

El día en que cumplió 18 años (4 de abril de 1940) conoció a san Josemaría Escrivá, que viajaba con cierta frecuencia a Valencia. En un texto de don Ismael sobre ese encuentro, redactado en 1976, cuenta cómo acompañó a san Josemaría en un trayecto a pie; en la conversación, el sacerdote se interesó por sus aficiones, le animó a estudiar idiomas y a profundizar en su vida cristiana. Al despedirse, le dijo una frase que luego don Ismael entendió como una anticipación de lo que vino más tarde: «Me apoyo en ti». Pocas semanas después, el 22 de abril, solicitó la admisión en el Opus Dei.

Tras licenciarse, de 1943 a 1946 vivió en Sevilla para investigar en la Escuela de Estudios Hispanoamericanos y el Archivo de Indias. Entre 1946 y 1949 continuó su carrera en la Universidad Central de Madrid; allí defendió en 1947 la tesis doctoral titulada Organismos administrativos de la Real Hacienda indiana. En 1949 obtuvo la cátedra de Historia del Derecho Español en la Universidad de La Laguna, donde permaneció solo unos meses ya que, en marzo de 1950, se trasladó a Rosario (Argentina) como titular de la cátedra de Historia de España en la Universidad Nacional del Litoral.

En 1952 recibió una carta en la que san Josemaría le proponía la puesta en marcha de un centro de estudios universitarios en Pamplona. Sin dudarlo, volvió a España, en un trayecto en barco de veintidós días entre Buenos Aires y Cádiz. Pasó por Madrid, donde habló del proyecto con otras personas cercanas al fundador de la Universidad, y, a comienzos de julio de 1952, hizo un viaje breve a la capital navarra acompañado por los profesores Amadeo de Fuenmayor y José María Albareda, durante el cual visitaron a los responsables de la Diputación Foral. A mediados de julio se trasladó él solo, para quedarse.

 

Pamplona, 1952

El mismo don Ismael relató varias veces su llegada a Pamplona con una maleta y muy poco dinero. Estaba en una ciudad de unos setenta mil habitantes, donde no conocía a casi nadie y se proponía comenzar en septiembre o en octubre el curso académico de una institución que no existía y que él ya veía proyectada en el tiempo y en el espacio. Como ha contado en unas notas manuscritas de diciembre de 1986 —disponibles en la sección in memoriam de la página web de la Universidad creada tras su fallecimiento—, sus preocupaciones eran lograr las autorizaciones oficiales, encontrar un lugar para comenzar las clases, reunir algunos profesores de Derecho y, lógicamente, la llegada de alumnos. Por todo ello, la necesidad de dinero era acuciante.

Para situarse y comenzar a conocer la ciudad, vivió algunos días en el hotel La Perla —que ha dado su nombre a la habitación que usó— y, antes de pasar a alojamientos más económicos, en el Maisonnave. En La Perla le sucedió una anécdota que muestra el buen humor de don Ismael y su inmersión en las costumbres locales: «El ambiente me resultó muy grato desde el primer instante. Recuerdo que en mi primera cena descubrí que el agua había que pedirla, pues no la ponen y, en cambio, sin más, colocaban en cada mesa una botella de vino. Luego, al servir la cena y ver que vacilaba ante el tamaño del chuletón de vaca que ofrecían, la sirvienta me animó: “Coma, que está delgado”. Pensé que, salvo mi madre, era difícil encontrar gente que dijera eso al primer viajero, y que los navarros eran gente buena y sencilla» (Recuerdos manuscritos, 31-12-1986, p. 10).

En esos meses, don Ismael no paró y habló con muchas personas sobre el motivo de su venida a Pamplona. Casi todas sus preocupaciones iban solucionándose, pero no la principal: la económica. De hecho, ante las malas perspectivas de financiación, en uno de sus escasos momentos de desánimo, don Ismael planteó al fundador del Opus Dei sus dudas sobre el proyecto. Tras varias conversaciones, la Diputación había acordado conceder al futuro Estudio General «ciento cincuenta mil pesetas para dos años y a prueba». «Fue tal mi decepción que juzgué conveniente no hacer nada sin consultar antes al Padre [san Josemaría] si convendría ir a otra ciudad que ofreciera más base económica, como Bilbao. El Padre me mandó decir que quería en Pamplona y que “nunca nos han regalado nada; hay que ganárselo”» (Recuerdos manuscritos, 31-12-1986, pp. 10-11). 

Reflexionando sobre ese momento crítico para don Ismael, escribió el antiguo rector Francisco Ponz en un artículo de Diario de Navarra el 18 de diciembre: «El temple humano y sobrenatural de Sánchez Bella le hicieron no vacilar ante todas esas dificultades. Alguien dijo por entonces que se había pensado en él porque era persona de tanto optimismo que no se daría cuenta de que lo que debería hacer era humanamente imposible».

Así, tras muchas gestiones y penalidades que probablemente solo don Ismael conoció, el 17 de octubre de 1952 se inició el curso de la Facultad de Derecho del Estudio General de Navarra, dirigida por el catedrático Sánchez Bella. Él mismo pronunció la sesión inaugural en un acto académico solemne. En su intervención habló sobre la familia como institución jurídica. Ese primer año hubo cuarenta y dos alumnos.

Don Ismael fue rector del Estudio General entre 1954 y 1960. En ese periodo, el crecimiento de la institución fue asombroso: en 1954 comenzaron la Facultad de Medicina y la Escuela de Enfermería; en 1955, la Facultad de Filosofía y Letras; en 1958, el IESE y los estudios de Periodismo; y en 1959 la Facultad de Ciencias y la de Derecho Canónico. Además, en esos años se pusieron las bases de la Clínica y la Escuela de Ingenieros, que emprendieron su actividad en 1961, y se empezaron las obras de construcción del actual campus de Pamplona.

En 1960 el centro se convirtió en universidad y José M.ª Albareda, catedrático de Geología Aplicada y secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, sustituyó a don Ismael como responsable principal. En el momento de su cese como rector (realizado en 1959 aunque hecho efectivo en 1960), recibió una carta de san Josemaría que, según comentó años más tarde el propio don Ismael, significó mucho para él; el Gran Canciller le mostraba en esas líneas su cariño y su agradecimiento: «Antes de nada, decirte que me has dado mucha alegría, con tu trabajo como rector, desde la fundación del Estudio General de Navarra. […] Ahora, dándote las gracias por tu labor inmejorable, te hemos nombrado vicerrector y hacemos que José M.ª Albareda ocupe tu vacante. Di a todos esos hijos que trabajan en Pamplona que los bendigo con toda el alma y que sigan adelante in gaudio et pace [con alegría y paz]: son todos estupendos. Un abrazo muy fuerte para ti. Para ti y para todos, una cariñosa bendición de vuestro padre. Roma, 5-XII-1959». En otra carta, unos años después, se palpa la sintonía entre ambos y el reconocimiento del fundador al trabajo de don Ismael: «Queridísimo: que Jesús te me guarde. En estos días te he recordado tantas veces […]. De ti me acuerdo siempre, porque estoy lleno de orgullo: fuiste el instrumento [sic] para poner en marcha la amadísima Universidad de Navarra. ¡Cuántas bendiciones de Dios! Te bendice y te abraza tu padre» (Roma, 14-I-1964).

 

La presencia alentadora del primer rector

Don Ismael fue vicerrector entre 1960 y 1986, periodo muy amplio que, además del profesor Albareda (que falleció en 1966), tuvo como rectores a Francisco Ponz (1966-1979) y Alfonso Nieto (1979-1991).

Haciendo compatible con un garbo llamativo su labor docente, investigadora y de gobierno, durante toda su trayectoria profesional publicó abundantes trabajos especializados y efectuó viajes a países de todo el mundo para asistir a congresos e impartir clases y conferencias. Dirigió nueve tesis de licenciatura y treinta de doctorado. Como escribieron las profesoras Pilar Arregui y Mercedes Galán en un artículo de 2016, «el profesor Sánchez Bella fue un verdadero maestro de investigadores, cabeza de una importante escuela hispanoamericana en torno a su cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de Navarra».

En 1985 fue nombrado presidente de junta directiva de la Asociación de Amigos de la Universidad, en sustitución de Eduardo Ortiz de Landázuri. Permaneció en ese puesto hasta 1998. Puso todo su entusiasmo y su capacidad de trabajo al servicio de la Asociación y contribuyó a conseguir medios económicos con los que dotar becas para alumnos y financiar proyectos de investigación.

En 1986 se entregaron por primera vez Medallas de Plata de la Universidad; pionero en todo, la de don Ismael llevaba grabado el número 1. En 1990, recibió la Medalla de Oro junto al impulsor de la Facultad de Medicina, Juan Jiménez Vargas, y al jurista Álvaro d’Ors. En 1992 se jubiló y recibió el homenaje y el calor del centro universitario al que había dedicado cuatro décadas.

Sus años en la Asociación de Amigos, su trabajo en la Biblioteca de Humanidades y su asistencia en los actos académicos le hicieron presente en la vida de la Universidad hasta poco antes de su fallecimiento. Su autoridad moral entre los profesionales y los alumnos del campus permaneció siempre, como reflejó el profesor Rafael Domingo al describir un episodio concreto: «Recuerdo como si fuera hoy aquel mediodía de 1981 en que ETA atentó por segunda vez contra la Universidad de Navarra. En medio del caos inicial, la presencia de don Ismael se hizo sentir. Con gran serenidad, rodeado de alumnos, profesores y trabajadores, Sánchez Bella sembró paz a raudales. Estando junto a don Ismael, a escasos metros del edificio en llamas —yo tenía entonces dieciocho años— me sentí confortado: “Si salta el edificio por los aires, construiremos otro”, comentó Sánchez Bella quitando importancia a lo ocurrido» (ABC, 18-12-2018, p. 52).

En ámbitos ajenos a la Universidad de Navarra obtuvo importantes reconocimientos, como las Encomiendas de la Orden de Alfonso X el Sabio (1962) y la de la Orden de África (1964), el premio de la Honorífica Orden Académica de San Francisco das Arcadas (Sao Paulo, 1966), el premio internacional de Historia del Derecho Indiano Ricardo Levene (1968), la Cruz de San Raimundo de Peñafort (1968), el premio de la Orden de Andrés Bello (Caracas, 1982) y el doctorado honoris causa de la Universidad Austral (1998).

Su salud fue empeorando progresi-vamente y los últimos años los pasó ingresado en la Clínica, donde recibió continuas visitas de personas que valoraban el trato y la amistad de don Ismael como un verdadero tesoro.

En palabras de Francisco Ponz en el artículo antes mencionado, «su nombre evoca en colegas, estudiantes, empleados y muchas familias recuerdos vivos y entrañables. Él fue el hombre base, el instrumento fiel, emprendedor plenamente entregado a hacer realidad el ardiente deseo de san Josemaría Escrivá de que hubiera en Pamplona una universidad. Una universidad de buen nivel académico y de inspiración cristiana, en la que muchos estudiantes navarros, junto a otros de España y el mundo, pudieran realizar estudios superiores».

Hechos como el fallecimiento de don Ismael ayudan no solo a mirar y valorar el pasado; contribuyen también a reflexionar sobre las señas de identidad permanentes de la Universidad y su futuro. En palabras del rector, Alfonso Sánchez-Tabernero, con su pérdida «se cierra de algún modo la etapa pionera de nuestra historia, cuando el proyecto cabía en una maleta. Quienes formamos ahora la Universidad de Navarra nos sentimos hoy tristes, pero muy agradecidos a don Ismael, y dispuestos a seguir haciendo fértil su legado».