Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

“Me veo incapaz de recluirme en una clausura si Dios no me acompaña”

Texto Sonsoles Gutiérrez [Com 04]  Fotografía Manuel Castells [Com 87] 

Un encuentro casual, una peregrinación a Medjugorje, la lectura de un libro... son algunos de los hitos del camino que ha llevado a Akiko Tamura a
cambiar los quirófanos de la Clínica Universidad de Navarra, donde trabajaba de cirujana torácica, por la clausura en el Convento de las Carmelitas
Descalzas de Zarauz. No ha sido una decisión fácil ni rápida, pero asegura sentirse feliz y convencida de que es una “locura que vale la pena”.


Cuándo y cómo empezó a plantearse ser carmelita descalza?
Me ocurrió una especie de milagro, en la Virgen Milagrosa en Madrid, hace veinte años. Estaba rezando delante de la Virgen, que tiene la cara un poco… uniceja. Y estaba pensando: “¿Quién te ha hecho una cara tan fea? Ojalá tuviéramos una imagen tuya parecida a la de Fátima, con los rasgos de los pastorcitos, no esto que estoy mirando aquí, que da susto”. Entonces una señora me tocó el hombro y me dio una estampa de la Virgen de Medjugorje. Veinte años después he estado en Medjugorje, y resulta que la imagen es como una Inmaculada. El milagro fue total, porque yo allí solo tenía la cara, con los ojos azules, pero luego la Virgen tiene una corona de doce estrellas, con las manos extendidas, sobre una nube, y pisando la cabeza de la serpiente. Cuatro años antes había leído un libro, El niño escondido de Medjugorje, que recogía historias de conversiones que me parecían imposibles. En él se decía que la Virgen es nuestra madre y que Dios nos quiere salvar a todos, seas lo que seas. No hay oveja perdida que no pueda volver al rebaño. Cuando estuve en Medjugorje me confesé, y desde allí, el “saco”, que yo llamo, de mis problemas, de mis preocupaciones, se lo regalé a la Virgen.

¿Qué pasó a partir de entonces?

El corazón se agranda, porque empiezas a ver que tu madre te necesita, y que los problemas lo son puestos a la escala de los problemas. Aquí estamos de paso, lo he comprobado como médico, he visto partos y he visto gente morirse, naces desnudo y mueres desnudo. Estamos de paso, y estamos muy acostumbrados a ver a todo el mundo como enemigo, y donde te maldicen, tú maldices, o criticas. Y allí decían: “Donde te maldicen, bendice, no alimentes el mal con más mal”. Total, que me fié de eso, y mi vida cambió. Y aunque ha habido problemas, y quizá gordos, empecé a ver milagros. Y divertidos.

¿Como cuáles?

Vi una película de la Virgen de Guadalupe, y me gustó mucho la canción de  la Guadalupana. También quería conocer al actor mexicano, de la película Bella, Eduardo Verástegui. Fui a Medjugorje con un grupo de gente muy diversa, entre ellos un mexicano. Y con otros mexicanos, al final terminamos  yendo a la JMJ y después, a hacer el Camino de Santiago. De repente uno de ellos se puso a cantar esa canción ¡era el que la había compuesto! Y otro de ellos, un día que fui a recoger a un amigo, me dijo: “Vamos también nosotros, que vamos a recoger a Eduardo Verástegui”, y nos fuimos con él después de que diera una charla sobre su conversión, porque quería ir a misa de nueve a la Milagrosa. Y allí fuimos a misa de nueve codo con codo.

A la vuelta de ese viaje, ¿siguió formándose por su cuenta, o en alguna parroquia…?
Tenía un director espiritual y seguía el plan de vida “medjugorjiano”: misa diaria, rezo del Rosario, lectura de la Biblia, ayuno y confesión mensual.

Y mientras, seguía con su día a día, salía los fines de semana…

Salía los fines de semana cuando podía. Pero sobre todo trabajaba y estaba con mis amigos, planes más de cenas…

¿Nunca se había planteado casarse, formar una familia?

He tenido novios, pero en el fondo sabía que tarde o temprano Dios me iba a pedir mi corazón entero. Cuando yo veía que alguno de ellos se quería casar y me lo proponía … hasta luego.

Continúa en pdf.