Grandes temas Biografía Nº 724 VER Y LEER Literatura

Jane Austen: un clásico sin habitación propia

Doscientos cincuenta años después de su nacimiento, Jane Austen sigue siendo la escritora más malinterpretada de la literatura inglesa. Esta autora, a la que Woolf comparaba con Shakespeare, nunca escribió novelas rosas, sino que exploró complejos dilemas morales. Para celebrar este aniversario, Nuestro Tiempo dibuja el mapa de los lugares donde Jane Austen vivió, amó, dejó de escribir y creó seis novelas que aún hoy nos hablan del amor, el dinero y la búsqueda de uno mismo.

12 de diciembre de 2025 29 minutos

Lucía Martínez Alcalde

Ilustración: María Expósito

Jane Austen, a la que algunos tenían por guapa y otros no tanto, inteligente y dependiente del dinero de sus hermanos tras la muerte de su padre, con un hogar cómodo en Chawton Cottage y un carácter alegre, cariñoso y lleno de ingenio, había vivido casi treinta y cuatro años en el mundo atravesando distintas vicisitudes, cuando se mudó con su madre viuda, su hermana Cassandra y su amiga Martha Lloyd a esta sencilla construcción en el centro de la campiña inglesa de Hampshire.

Edward —el tercer hermano de Jane, al que habían adoptado los Knight, unos parientes ricos y sin hijos— la había heredado, y la ofreció a su madre y hermanas para poder proveerles de un hogar estable, del que no disfrutaban desde el fallecimiento del reverendo Austen en Bath. Menos de media milla separaba el cottage (desde 1949, casa-museo dedicada a la autora) de la casa grande, donde Edward y su numerosa familia pasaban algunas temporadas, aunque su residencia principal se encontraba en Godmersham Park. Era un edificio modesto de dos plantas, con un jardín que aislaba la casa de la calle principal con una valla alta y un seto.

DOCE LADOS PARA SEIS NOVELAS 

Cassandra madre se ocupaba del jardín, Cassandra hija se encargaba de la gestión doméstica, Martha ayudaba con la cocina y Jane tenía asignadas tareas más ligeras para que pudiera escribir. Por las mañanas, preparaba el desayuno a las 9, tras tocar un rato el piano. Hervía el agua para el té y tostaba el pan en la chimenea del salón comedor. 

Junto al ventanal del comedor se sentaba a escribir, en una mesa de doce lados de proporciones muy pequeñas. Desde ahí, compuso tres de sus seis novelas y revisó y editó antes de su publicación las tres primeras, con la poca privacidad que implicaba carecer de «una habitación propia». Curiosamente, Virginia Woolf, en su ensayo así titulado, a la par que defiende la necesidad de ese espacio para que las mujeres puedan escribir novelas, alaba las obras de Austen —«con menos genio literario que Charlotte Brontë, logró decir muchísimo más»—, y afirma que era una mujer que escribía «sin odio, sin amargura, sin temor, sin protestas, sin sermones. Así es como escribió Shakespeare». De Orgullo y prejuicio apunta: «No pude encontrar señal alguna de que las circunstancias en que escribió el libro hubieran afectado en absoluto a su trabajo. Este es, quizá, el mayor milagro de todos». Las historias familiares hablan de cierta puerta en el cottage que chirriaba al abrirse y que Jane siempre pidió que no la engrasaran: le servía de aviso cuando llegaban los criados o las visitas, para tener tiempo de ocultar sus trabajos.

En ese reducido espacio revisaría Sentido y sensibilidad, su primera novela publicada, en 1811, a los 36 años. En ella, tras la muerte del señor Dashwood, su viuda y sus hijas se mudan a Barton Cottage, una casa humilde dentro de las propiedades de un primo rico, donde «un pasillo estrecho atravesaba directamente la casa hasta el jardín trasero. A cada lado de la entrada había una sala de estar de unos cinco metros cuadrados; y más allá estaban las dependencias y las escaleras». Estas líneas podrían estar describiendo Chawton Cottage. Aquí Jane y Cassandra compartieron habitación, como llevaban haciendo toda la vida. Al ver su dormitorio, resulta fácil imaginar a Elinor y Marianne desgranando sus secretos antes de apagar de un soplo la vela. Aunque la historia de esas páginas se remonta dieciséis años atrás, a unas quince millas de allí.

EN LA RECTORÍA DE STEVENTON

Jane Austen tenía 20 años cuando escribió Elinor and Marianne, una novela epistolar que llegaría a ser Sentido y sensibilidad. La familia vivía desde 1768 en Steventon, de cuya parroquia George Austen era rector. Jane nacería el 16 de diciembre de 1775. La precedían James, quien heredó la rectoría; George, que vivió al cuidado de una familia de acogida; después venía Edward, quien les ofrecería Chawton Cottage; seguido de Henry, agente literario de Jane y tal vez su hermano varón favorito. El quinto vástago fue la primera niña: Cassandra. Y antes y después de Jane, los dos marinos de la familia: Frank y Charles

Si en Barton Cottage podemos vislumbrar el hogar de Chawton, la relación entre las dos hermanas protagonistas de Sentido y sensibilidad rezuma el cariño, la admiración y la complicidad de Cassandra y Jane. Cassandra estuvo prometida con Tom Fowle, un discípulo de su padre, que falleció en un viaje para lograr el dinero de la dote. Después de esa tragedia, nunca se casó.

«TENGO MIEDO DE DECIRTE CÓMO NOS COMPORTAMOS MI AMIGO IRLANDÉS Y YO. IMAGINA LAS COSAS MÁS LIBERTINAS EN LA MANERA DE BAILAR Y DE SENTARNOS UNO JUNTO AL OTRO»

Su madre solía comentar que si le fueran a cortar la cabeza a Cassandra, Jane insistiría en compartir el mismo destino. Cuando en 1783, sus padres decidieron mandar a la mayor a un internado en Oxford, la Jane de siete años dijo que Cassy no se iría sin ella. La escuela para niñas se trasladó poco después a la ciudad portuaria de Southampton, pero una «fiebre pútrida» se extendió por la localidad, las hermanas enfermaron y regresaron a casa. Entre 1785 y 1786, acudieron al Abbey House School en Reading, donde les enseñaban francés, historia, geografía, costura, dibujo, música y baile. 

Los siguientes años recibieron una educación informal en casa. El hogar de los Austen contaba con una biblioteca de quinientos libros. También era un centro de formación, ya que su padre enseñaba a un grupo de chicos que vivían como internos en la rectoría. El gusto por la escritura no fue un talento cultivado únicamente por Jane: su madre disfrutaba rimando versos, su hermano James fundó una publicación durante sus años en Oxford, y entre todos producían representaciones teatrales y se inventaban juegos de palabras para las tardes del invierno inglés.

Antes de cumplir veinte años y de redactar Elinor and Marianne, Jane había escrito Lady Susan, una novela también epistolar más corta que se publicaría póstumamente. Contaba entonces con una obra extensa fruto de la primera adolescencia, que agrupó en tres cuadernos y que ahora se conoce como Juvenilia. Sus primeros relatos datan de 1787, cuando tenía doce años. 

Entre los escritos adolescentes, Historia de Inglaterra recoge de manera cómica cortas semblanzas de la monarquía del país. Sus escuetas biografías estaban acompañadas por los dibujos de Cassandra. A ella le debemos los dos retratos más fidedignos que se conservan de Jane, aunque uno es un boceto sin terminar y en el otro aparece de espaldas. Elinor, la hermana mayor de Sentido y sensibilidad, también era una gran aficionada al dibujo.

Dos años después de la primera versión epistolar de esta historia, Jane la reescribió en prosa. Presenta aquí temas que van a aparecer en sus otras obras: las dificultades de las mujeres desprotegidas ante tragedias familiares (muerte del padre o del marido), el encuentro con hombres irresponsables y egoístas, aunque también con gentlemen auténticos, el papel del dinero y la codicia, la manera de navegar entre las emociones y la capacidad para poner en diálogo mente y corazón.

PRIMERAS IMPRESIONES, PRIMERAS DECEPCIONES 

Aunque no queda duda de quién es el sentido y quién la sensibilidad en esta primera novela, menos claro está quién representa el orgullo y quién el prejuicio en su segunda, comenzada en octubre de 1796 y acabada menos de un año después. Se cree que, como la anterior, empezó siendo una obra epistolar, que luego transformó en prosa (aunque la presencia de cartas en ella sigue siendo muy significativa: se mencionan más de cuarenta). También su título era otro: Primeras impresiones. Justamente el libro que lee absorta Keira Knightley mientras avanza por la campiña al amanecer en los primeros segundos de la adaptación dirigida por Joe Wright en 2005. Fue la primera obra de Jane que intentó ver la luz, de la mano de su padre, que la envió a un editor londinense. También fue el primer rechazo de este tipo de muchos que vendrían hasta conseguir ver sus títulos impresos. Orgullo y prejuicio lo consiguió tras Sentido y sensibilidad, en 1813. 

ORGULLO Y PREJUICIO FUE LA ÚNICA NOVELA DE LA QUE VENDIÓ LOS DERECHOS AL EDITOR, DECISIÓN DE LA QUE SE ARREPINTIÓ, YA QUE RESULTÓ SER LA MÁS POPULAR.

En una carta a Martha Lloyd, en noviembre de 1812, le decía: «O. & P. está vendido. Egerton me ha dado 110 libras por ella [equivalente a 16 500 libras actuales]. Habría preferido 150, pero no podíamos quedar los dos perfectamente satisfechos». Fue la única novela de la que vendió los derechos al editor, decisión de la que se arrepintió, ya que resultó ser la más popular. Los otros libros fueron publicados «a comisión», algo similar a lo que sería la autoedición de ahora: ella asumía los riesgos y los costes, pero conservaba los derechos. El editor cobraba un pequeño porcentaje.

Unos meses antes de tomar la pluma para su segunda novela, Tom Lefroy había entrado en escena. Un joven irlandés de ojos azules y sonrisa simpática, de la misma edad que Jane, que estaba estudiando leyes en Londres y viajó a Ashe, a unas tres millas de Steventon, a visitar a sus tíos, amigos de los Austen. Coincidieron en tres bailes y poco más, y lo que sabemos de Tom viene principalmente por la correspondencia que Jane mantenía con Cassandra esas semanas, en las que su querida hermana se encontraba fuera: «Casi tengo miedo de decirte cómo nos comportamos mi amigo irlandés y yo. Imagina las cosas más libertinas y escandalosas en la manera de bailar y de sentarnos uno junto al otro. Sin embargo, [...] se marcha inmediatamente del país después del viernes próximo, día en que, por fin, se celebrará un baile en Ashe. Es cierto que se trata de un joven muy galante, apuesto y agradable».

Este tono juguetón continúa en otra carta a Cassy al hablar de la marcha de Tom, y es difícil saber hasta qué punto la autora usa el sarcasmo para protegerse de una cierta decepción: «Finalmente ha llegado el día en el que coquetearé por última vez con Tom Lefroy, y, cuando recibas esta carta, todo habrá terminado. Me brotan las lágrimas mientras escribo».

La joven Jane Austen, protagonizada por Anne Hathaway y James McAvoy, tira del hilo de estos encuentros e imagina una relación romántica que no se deduce de las cartas (aunque de las tres mil misivas que escribió Jane, solo se conservan 160. Su hermana quemó el resto). En la misma en que habla de su último encuentro con Lefroy, Jane dice que espera «recibir una propuesta» a lo largo de la noche, «sin embargo, pienso rechazarlo, a menos que prometa regalar su abrigo blanco». 

Fuera como fuera, la cinta sí recoge una realidad: ese matrimonio habría sido imposible. Tom era el varón mayor de once hermanos en una familia sin dinero y sobre él pesaba la responsabilidad de mantenerlos. Para eso necesitaba casarse con una chica con buena dote. Jane no era esa chica. ¿Recuerda un poco su historia a la del Willoughby de Sentido y sensibilidad?

Aunque el tema de casarse por amor y los problemas de dinero por las dependencias económicas en las familias vuelve a estar presente en Orgullo y prejuicio, no parece que podamos ver a Tom Lefroy en Darcy. De esta novela —«su hijo querido», como se refirió a ella su autora—, Natalia Sanmartín Fenollera destaca, en el curso «Educar a los jóvenes en el amor y la amistad a través de los clásicos», tres enseñanzas: para que una persona sea amable tiene que ser amada primero; solo se conoce lo que se ama; y la necesidad del amor para un matrimonio feliz, huyendo de dos extremos que Austen critica: el matrimonio por conveniencia y la mera pasión.

Para estas primeras novelas, Jane Austen bebería de su vida en la campiña inglesa, los bailes, la observación de la gentry (la mediana aristocracia rural) y de sus visitas a familiares y amigos. Algunos estudiosos ven en las mansiones de su hermano Edward la inspiración para las grandes casas de Orgullo y prejuicio. Además, la famosa Pemberley, residencia del señor Darcy, parece presentar similitudes con una casa que tal vez visitó, Chatsworth House. Esta mansión se convierte, de hecho, en Pemberley, en la adaptación cinematográfica de 2005.

«PARA EMMA VOY A CREAR UNA HEROÍNA A LA QUE CASI NADIE, SALVO YO MISMA, APRECIARÁ»

El viaje de las novelas de Austen a la pantalla ha tenido mucho que ver con la popularidad de la autora en las últimas décadas. En 1995 coincidieron cuatro adaptaciones: Persuasión, Clueless (una versión moderna de Emma), la serie de la BBC de Orgullo y prejuicio y la película Sentido y sensibilidad, dirigida por Ang Lee. Estos dos últimos títulos en concreto permanecen como clásicos ineludibles entre los austenitas. No era la primera vez que unos personajes de Austen daban el salto al celuloide, pero la última vez que había ocurrido había sido en 1940. 

La última obra que escribió en Steventon entre 1798 y 1799 fue Susan (que luego sería Catherine y, finalmente, La abadía de Northanger, título que eligieron sus hermanos Henry y Cassandra antes de su publicación póstuma en 1817). Con un tono muy diferente de las otras dos, aunque con su inconfundible ironía, Jane creó una obra satírica sobre las novelas góticas, donde gran parte de la trama sucede en Bath. En 1801, después de que James heredara la rectoría de Steventon, el matrimonio Austen y sus dos hijas se trasladaron a esta ciudad balneario. El sello de Bath en su corazón no tendría un tinte positivo tras los cinco años que residió allí. 

En Steventon dejaba los paisajes de su amado Hampshire, la biblioteca de su padre y multitud de buenos recuerdos. Su casa natal fue demolida unas décadas después. Lo único que queda de aquellos años es un tilo plantado por James.

EL SILENCIO CREATIVO EN LA CIUDAD DE LA MODA 

«¿Quién podría cansarse alguna vez de Bath?». Lo escribió Jane Austen, pero ¿lo pensaba? Esta frase, ya célebre, la pone en boca de uno de sus personajes de La abadía de Northanger. También hace decir a su protagonista, Catherine Morland: «Creo sinceramente que, cuando esté de vuelta en casa, no dejaré de hablar de Bath». 

En la actualidad, Bath acoge el Jane Austen Centre, que, entre otras actividades, organiza cada septiembre un encuentro en el que durante diez días la ciudad se vuelve un escenario de una de sus novelas, con austenitas de todo el mundo ataviados con sus trajes de Regencia y reuniéndose en el Royal Crescent, la elegante y característica calle en semicírculo, con las casas adosadas con fachadas de piedra color miel.

Otra calle de renombre es Great Pulteney Street, al otro lado del río Avon, la más amplia de todo Bath, con sus treinta metros de ancho y más de trescientos de longitud. Al llegar al final, a la izquierda, se encuentra 4 Sydney Place, la primera residencia de los Austen en esta ciudad, una elegante casa georgiana, justo enfrente de los Sydney Gardens, un lugar de moda entonces. Durante esos años pasó a limpio La abadía de Northanger y tuvo intención de publicarla. En 1803, un editor le pagó 10 libras por ella (el equivalente a 1500 libras actuales), pero, al final, todo quedó en nada. Un año después, se mudaron a otra casa, seguramente por dinero. Allí comenzó a escribir The Watsons. Dedicó casi dos años a avanzar en ella hasta que la dejó en 1806 y nunca más volvió a retomarla.

La muerte de su padre, en 1805, fue un golpe duro para las tres mujeres. El reverendo fue enterrado en Bath, en la misma iglesia en la que se había casado. Como si de las Dashwood de Sentido y sensibilidad se tratara, se vieron de repente con sus ingresos mermados y sin un sitio donde ir. En los siguientes años fueron sucediéndose mudanzas, alquilando habitaciones en diferentes lugares de Bath: primero 25 Gay Street, que ahora es una clínica dental; luego Trim Street, una zona de prostitutas y ladrones. No duraron mucho allí. En el otoño de 1806, Frank, uno de los hermanos marinos, les invitó a vivir en su casa en Southampton. Martha Lloyd, gran amiga de los años de Steventon, que tras perder a su madre se había unido al grupo de las mujeres Austen, las acompañó en esta nueva mudanza. En 1828, ya viudo, Frank se casaría con Martha.

SOLTERAS, FORMIDABLES Y CON COFIA 

Entre las amarguras del período de Bath se encuentra el episodio en el que estuvo prometida durante menos de veinticuatro horas. En diciembre de 1802, Jane y Cassandra fueron a visitar a los Bigg, en Manydown Park, no lejos de Steventon. Ambas eran muy amigas de las dos hijas. En la casa también se encontraba el hermano de estas, Harris, seis años menor que Jane. Ella, a sus 27, se alejaba de ser considerada una joven casadera. Según la Enciclopedia visual de Jane Austen, de Gwen Giret y Claire Saim, Harris era «simple y torpe. Tartamudeaba y carecía de confianza en sí mismo, pero era el heredero de la fortuna familiar». No parece el tipo de hombre del que se enamoran las heroínas de sus novelas, pero cuando él le pidió matrimonio, ella aceptó… hasta que a la mañana siguiente, después de lo que podemos imaginar como una noche llena de deliberaciones, se retractó.

DESDE QUE DEJARON STEVENTON, NO VOLVIÓ A ESCRIBIR UNA OBRA COMPLETA HASTA QUE SE INSTALARON EN CHAWTON Y DISFRUTÓ DE LA ESTABILIDAD DE UN HOGAR.

La charlatana señorita Bates y su madre, en Emma; Charlotte Lucas aceptando a la desesperada la propuesta matrimonial del señor Collins para no ser una carga para su familia, en Orgullo y prejuicio… La amenaza de acabar siendo una solterona pesaba en la época. No era simplemente el miedo a quedarse sola: una mujer que no conseguía un buen partido dependía para vivir de las ayudas de sus familiares. A su vez, los hijos segundones, que no heredaban debido a la primogenitura, tenían que buscarse la vida (para las clases altas y la gentry, esto significaba la milicia, el estado clerical, algún empleo liberal… o un matrimonio con una buena dote). Así que la idea de casarse por amor no era algo común. Sin embargo, Jane Austen la defendió en sus libros, en su vida y en su correspondencia. A su sobrina Fanny Knight aconseja, en noviembre de 1814: «Cualquier cosa es preferible o soportable antes que casarse sin afecto», y unos días más tarde: «Nada puede compararse con la desdicha de estar atada sin amor». 

Y un par de años más tarde, en una carta que podría haber escrito Lizzy Bennet, con su dosis de ironía: «Las mujeres solteras tienen una terrible propensión a ser pobres, lo cual es un argumento muy sólido a favor del matrimonio; pero no necesito insistir en tales argumentos contigo, querida. Te diré, como te he dicho muchas veces antes: no tengas prisa; el hombre adecuado llegará al fin. En el transcurso de los próximos dos o tres años conocerás a alguien [...] que te amará con la mayor ternura posible y que te atraerá de tal modo que sentirás que nunca habías amado de verdad antes».

Fanny Knight se casó con un baronet viudo unos años después de la muerte de su tía. La promesa no llegó, sin embargo, para la propia autora, a pesar de que otros hombres desfilaron por su vida (conocidos de amigos y familiares, un amor de verano, encuentros esporádicos en bailes y el abogado de su hermano Henry). 

Parece que tanto Cassandra como Jane asumieron bastante pronto su papel de solteras. La casa-museo recoge en uno de sus carteles explicativos que se vestían como mujeres de más edad y comenzaron a llevar cofias antes que otras. Jane se refería a sí misma y a Cassandra como «las formidables». 

Aunque Jane no se casó, las heroínas de sus seis grandes novelas llegan, al final de sus historias, a matrimonios felices. Jane y Elizabeth Bennet, Elinor y Marianne Dashwood, Emma Woodhouse, Fanny Price, Catherine Morland, Anne Elliott. Eso sí, antes de alcanzar ese happy ending, tendrán que pasar por diversos obstáculos y dificultades, y no solo externos, sino también desde su propio interior: pasiones descontroladas, prejuicios y orgullo que no dejan ver con claridad, visión ingenua de la vida o un —a veces largo— camino de conocerse a sí misma...

Que sus historias terminen en bodas no implica una visión ingenua o mermada del matrimonio. A través de sus páginas desfilan ejemplos y contraejemplos de matrimonios más o menos veteranos que muestran tanto relaciones poco envidiables (los Bennet, los Musgrove, los Bertram…) como ejemplos de felicidad conyugal (los Gardiner, los Weston —a pesar del famoso «¡Pobre señorita Taylor!»—, los Croft, los Harville…). Y en Mansfield Park, además de plasmar la importancia de rechazar un casamiento que, a vistas de todos los demás personajes, es sumamente conveniente y ventajoso (un rechazo que, como señala el filósofo Alasdair MacIntyre en Tras la virtud, implica un acto de gran valor y una defensa de la propia coherencia), también ilustra el peligro de casarse solo por amor, sin tener en cuenta otros aspectos, no solo económicos sino de conocimiento real del temperamento y el carácter del futuro cónyuge.

NI ROMÁNTICA NI ROSA 

El papel pivotal que tiene el amor en sus novelas ha llevado a calificar a Jane como una escritora romántica. No lo es. En su época, romántico se refería a un tipo de literatura fantástica. Un subgénero de esta corriente serían las novelas góticas. Tampoco es romántica como Goethe o Byron. En Jane no tenemos una exaltación de los sentimientos y del yo, ni el rechazo a la razón ni la predominancia de lo trágico. Muchos estudiosos la encuadran más bien dentro del clasicismo costumbrista.

«¿QUIÉN PODRÍA CANSARSE ALGUNA VEZ DE BATH?». LO ESCRIBIÓ JANE AUSTEN, PERO ¿LO PENSABA?

Ante la pregunta de si Austen es «literatura romántica cursi», en una entrevista en Código Cine, Miguel Ángel Jordán, doctor en Filología Inglesa y vicepresidente de la Jane Austen Society en España, expone que esta concepción se debe, por una parte, a que las versiones cinematográficas han puesto el foco en la trama romántica y obvian otras. También añade que «algunos lectores [...] no se dan cuenta de que las obras de Jane Austen son novelas de personajes. Para poder mostrarlos en profundidad, la autora los pone en diversas situaciones. El romance es una parte muy importante de la vida, pero su enfoque no es nada empalagoso. Hay mucho realismo, mucha ironía y mucho sentido práctico».

Ya en un ensayo de 1878, el crítico literario León Boucher la defendía como recoge Catalina León en El ideal masculino en Jane Austen: «Los críticos superficiales le han reprochado a veces la monotonía de sus cuadros. Y, sin embargo, en esta larga galería de retratos, no hay dos tan parecidos como para tentarnos a confundirlos. Son figuras familiares, rápidamente reconocibles al pasar, pero cada una se distingue por sus propias características [...]. Si nos interesan, no es porque nos provoquen admiración, horror o lástima, es sencillamente porque cuando los vemos saludamos a unos semejantes». 

El escritor W. Somerset Maugham, en su libro Ten Novels and their Authors, justifica la selección de Orgullo y prejuicio en su lista de diez mejores novelas de la literatura universal: «Lo que hace que algo sea un clásico no es que sea alabado por los críticos, expuesto por los profesores y estudiado en las clases universitarias, sino que los lectores, generación tras generación, hayan encontrado placer y provecho espiritual en su lectura».

Hasta la década de 1940, las obras de Jane Austen no se habían considerado literatura para mujeres. En un artículo en Yorokubu, la investigadora Janine Barchas, de la Universidad de Texas, explica que, en aquel momento, empezaron a publicarse sus libros en España con cubiertas rosas y ediciones poco cuidadas, lo que llevó a esta etiqueta. En una entrevista para el pódcast Radiografía de un lector, el filósofo David Cerdá afirmaba: «Un hombre que no ha leído a Jane Austen ha perdido una perspectiva del amor que solamente una mujer te puede dar». Y añadía que lo interesante en las obras de la autora es que plasma cómo la gente consideraba el amor unido a lo moral, en el sentido de dar tu palabra y cumplirla. Esto, en el mundo de hoy, que entiende que «todo lo que no sea dar cumplimiento a mis impulsos inmediatos es una convención», parece una condena. 

Si los hombres no leen a Austen, escribe Catalina León en su libro antes mencionado, «algo falla, y me temo que la educación sentimental de “ellos” tiene muchos huecos que rellenar». Aunque las protagonistas de sus novelas sean mujeres, los personajes masculinos tienen un papel clave. Defiende León que Austen «no buscaba colocar soldaditos de plomo al lado de sus bien pertrechadas mujeres, sino, por el contrario, necesita hallar el verdadero contrapunto, el que estuviera a la altura de ellas». Así vemos esos diálogos inteligentes y agudos entre Darcy y Lizzy; o las conversaciones francas entre Emma y Knightley, que implican una confianza en la que hay espacio también para que él pueda reprocharle su actitud en un momento determinado de la trama y ella acoger la crítica, aunque no sin esfuerzo. 

Además de estos dos personajes masculinos, que suelen acaparar las preferencias de los austenitas, otro que merece especial atención es el capitán Wentworth, de Persuasión. Fue la última novela que Jane completó, en agosto de 1816, aunque no llegó a verla impresa. Sus hermanos Henry y Cassandra la publicaron junto a La abadía de Northanger, y, como a esta, le dieron un nuevo nombre (el original era The Elliots). Es considerada una novela de madurez, no solo por cuándo fue escrita sino por la historia que cuenta: no estamos frente a un primer amor que deslumbra ni ante unas inquietudes de juventud. 

Anne Elliot tiene veintisiete años —la misma edad que Jane cuando rechazó la propuesta de Bigg-Wither, y la que tiene Charlotte Lucas cuando acepta el casamiento por conveniencia, en Orgullo y prejuicio— y parece que ha tirado por la borda sus posibilidades de un matrimonio feliz al rechazar —persuadida por lady Russell— la propuesta de un joven Wentworth. Pero en el transcurso de la trama, aparecerá la esperanza de una segunda oportunidad. Jane narra una historia de amor maduro, que resiste el paso del tiempo, en el que la constancia aparece como virtud. 

En Persuasión, Bath es el escenario de gran parte de la historia. La escribió en Chawton, nueve años después de su mudanza. Como sucede también en Emma, Austen vincula el gusto por Bath con
personajes más bien frívolos. Al comienzo de la novela se dice que a Anne Elliot, «no le gustaba Bath y creía que no le sentaría bien» y, más adelante: «Continuaba sintiendo una silenciosa pero segura antipatía por Bath». 

EN EL PRÓLOGO DE SUS OBRAS PÓSTUMAS, SU HERMANO LA IDENTIFICA COMO AUTORA DE LAS NOVELAS ANTERIORES. FUE LA PRIMERA VEZ QUE «JANE AUSTEN» APARECIÓ EN LETRA IMPRESA.

No hay consenso sobre si los verdaderos pensamientos de Jane sobre Bath están más plasmados en la ingenua Catherine Morland o en la madura Anne Elliott. Está claro que no le fue indiferente. Un dato objetivo es la sequía literaria durante esa estancia. Desde que dejaron Steventon, Jane Austen no volvió a escribir una obra completa hasta que se instalaron en Chawton y disfrutó de la estabilidad de un sitio al que poder llamar hogar. Pero antes vendrían unos meses en Bristol y casi tres años en Southampton.

AÑOS FECUNDOS DE UNA DAMA

Southampton es una ciudad rodeada por el mar en tres de sus lados. En 1806, Frank Austen, entonces oficial de la Royal Navy, invitó a sus hermanas, su madre y Martha Lloyd a mudarse con él y su mujer, Mary. Así también podrían acompañar a Mary en los períodos en los que él se encontrara navegando. Jane tenía 31 años cuando llegaron, Cassandra 33 y su madre 67. Se instalaron en Castle Square, a diez minutos caminando del puerto. Allí, Jane cosía, pasaba tiempo entre libros, jugaba a las cartas y, por las noches, las mujeres se turnaban para leer en voz alta. También disfrutaba del jardín. Aunque la vivienda no se conserva en la actualidad, una placa conmemorativa explica dónde se podría haber encontrado con bastante exactitud y cuenta que «el jardín de los Austen se extendía hasta las murallas de la ciudad, ofreciendo amplias vistas del New Forest». Tenía unos arbustos que bordeaban el sendero de grava, algunos de ellos rosales silvestres. Por indicación de Jane, el jardinero plantó lilas y laburno, y dedicaron una parte a las grosellas y las frambuesas.

Podemos imaginar que Cassandra madre cuidaba del jardín, ya que era una de sus aficiones y fue su principal tarea cuando se trasladaron a Chawton. El de Chawton Cottage era más grande en 1809 de lo que es ahora. Parterres de flores, un huerto frutal, un paseo entre arbustos y un amplio huerto de hortalizas. En mayo florecían las peonías al pie del abeto, y comenzaban a despuntar los colores de los claveles y las lilas. 

La primera novela escrita entre sus muros fue Mansfield Park. La comenzó en febrero de 1811, cuando ya sabía que le iban a publicar Sentido y sensibilidad. Desde entonces hasta su muerte se fueron entrelazando revisiones de manuscritos de las novelas redactadas en Steventon y la creación de los títulos que conforman «la trilogía de Chawton».

Mansfield Park es la favorita de Lizzie Dunford, la directora de la casa-museo. Catalina León comenta que se trata de «una novela difícil, oscura, llena de matices, en un registro diferente, incluso en un escenario radicalmente opuesto». Por su parte, en la guía de lectura para las novelas de Austen, Sofia Cuddeback la describe como «una novela sobre disposiciones morales: cómo se forman —y qué ocurre cuando no se forman—, lo que se requiere para cambiar la propia disposición moral (y si es posible), y el papel del amor en el deseo moral».

Aunque para MacIntyre tanto su heroína, Fanny Price, como la Anne de Persuasión son un ejemplo de constancia —una virtud sin la cual, según escribe el filósofo, todas las demás pierden su objetivo hasta cierto punto—, señala que justamente ambas protagonistas suelen ser consideradas por los críticos como las menos atractivas entre las novelas de Austen. Beatrice Scudeler, máster en la Universidad de Oxford en literatura inglesa y experta en la autora británica, escribe en Seen and Unseen una defensa de Fanny. Desaprueba que su insistencia en que debe seguir su conciencia y sus principios hayan conformado la idea de que es un personaje aburrido: «Nuestra cultura lectora está profundamente incómoda ante la bondad, y la piedad de Fanny nos hace sentir muy incómodos». Frente a los hermanos Crawford, pura fachada que intenta ocultar su falta de educación moral, Scudeler comenta que, si miramos más allá de la superficie, «Fanny surge no como un personaje pasivo o mojigato, sino como alguien valiente y resiliente. Puede que no sea ingeniosa, pero no es débil ni manipulable». 

No sabemos si Jane preveía que su Fanny iba a ser tan mal comprendida, aunque recogió opiniones diversas sobre el personaje entre su propia familia. De quien sí sospechaba que no iba a caer bien era de su Emma: «Voy a crear una heroína —dijo— a la que casi nadie, salvo yo misma, apreciará», según cuenta su sobrino en sus memorias. Aunque no acertó del todo en su predicción. Unos meses después de que Emma se publicara, el escritor sir Walter Scott reseñaba en The Quaterly Review: «El conocimiento del mundo que posee la autora y el peculiar tacto con que presenta personajes que el lector no puede dejar de reconocer recuerdan, de algún modo, las virtudes de la escuela flamenca de pintura. Sus temas [...] están representados con fidelidad a la naturaleza y con una precisión que encanta al lector». 

Hacía cuatro meses que había finalizado Persuasión y ya contaba con cuatro novelas publicadas cuando se puso a escribir Sanditon (The Brothers, en su título original), en enero de 1817. No pudo avanzar en el manuscrito más de tres meses. En abril apenas salía de la cama e hizo testamento dejando casi todo lo que tenía a su «queridísima hermana Cassandra». Los síntomas de una enfermedad sobre la que los expertos no se ponen de acuerdo habían aparecido ya el año anterior: dolor reumático (en especial en la espalda y las rodillas), un sarpullido cutáneo, episodios de fiebre, ataques biliosos… En mayo se trasladó con Cassy a Winchester, a 17 millas de su hogar, para estar más cerca del doctor que podía tratarla. No volvería a Chawton Cottage, ni a sus peonías ni a su mesa de doce lados. Su última creación son unos versos dictados a Cassandra. Murió en los brazos de su hermana el 18 de julio de 1817, a los 41 años.

El entierro fue seis días después, en la catedral de Winchester, y solo acudieron sus hermanos Henry, Edward y Frank, y su sobrino James Edward. En esa época, las mujeres no asistían a estos actos. Cassandra había escrito a su sobrina Fanny, tras el fallecimiento: «He perdido un tesoro, una hermana y una amiga que jamás podrá ser igualada. Era el sol de mi vida, la que iluminaba cada placer, la que aliviaba cada pena; no le ocultaba ningún pensamiento, y es como si hubiera perdido una parte de mí misma». Además de la lápida en el suelo, de mármol negro, una segunda placa se añadió en la pared, financiada con los beneficios de las ventas de las memorias publicadas por su sobrino: «Jane Austen, conocida de muchos por sus escritos, amada por su familia por los variados encantos de su carácter, y ennoblecida por la fe cristiana y la piedad, nació en Steventon, en el condado de Hampshire, el 16 de diciembre de 1775, y fue enterrada en esta catedral el 24 de julio de 1817». Seguido de una cita de Proverbios: «Abre su boca con sabiduría, y la ley de la bondad está en su lengua».

Esta inscripción se añadió en 1872. Para entonces, los lectores de la escritora ya sabían que tras el «By a lady» con el que aparecen firmadas las primeras cuatro novelas publicadas, se encontraba el nombre de Jane Austen. En el prólogo a los cuatro volúmenes donde se reunieron La abadía de Northanger y Persuasión, su hermano Henry la nombra y la identifica como la autora de las novelas anteriores. Esa fue la primera vez que «Jane Austen» apareció en letra impresa, aunque la propia escritora no llegó a verlo.

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