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Título original: The Pitt
Año de emisión: 2025
Cadena original: Max (15 episodios de 50 minutos)
Dónde ver: Max (España)
Creador: R. Scott Gemmill
Combine los siguientes ingredientes, ya clásicos: el trabajo al límite en un hospital de la mítica Urgencias, el dispositivo narrativo en tiempo real de 24, un realismo visual extremo que recuerda al shock de CSI Las Vegas y un par de personajes al borde del estereotipo con aroma House. Al agitar esta coctelera uno topa con la convicción de que The Pitt aspira de manera consciente a regresar a la televisión de hace veinte años, más aún cuando en su equipo creativo alternan veteranos como los guionistas R. Scott Gemmill (NCIS: Los Ángeles) y John Wells (Urgencias, El Ala Oeste, Shameless), o una cara tan emparentada con el género del drama médico como Noah Wyle.
Este paso atrás puede saber a déjà vu. Sin embargo, es precisamente esa dulce familiaridad la que persigue The Pitt. En una era donde el streaming intenta provocar artificialmente la innovación y la originalidad para que una serie se diferencie de la competencia, en años en los que el éxito de una tendencia —ya sea por su nicho de espectadores o por su integración en una saga narrativa— se exprime hasta el tuétano, se puede detectar un grupito de series que se han coronado nadando de espaldas. Poker Face, por ejemplo, reivindicaba el procedimental de toda la vida, aludiendo a Colombo sin sonrojo; El agente nocturno lo petó en Netflix con un thriller conspirativo con raíces nítidas en el cine de los setenta, y esta The Pitt ha sido hasta acusada de plagio por los herederos de Michael Crichton, el famoso novelista jurásico que también concibió Urgencias.
El drama médico —como el legal o el policíaco— siempre ha gozado de predicamento por una evidencia dramática: en un hospital no solo se disputa la vida a muerte, sino que la gente que pulula por sus pasillos —profesionales y pacientes— anda con la adrenalina a mil, batallando contra la tragedia desde el mismísimo borde del precipicio. Esta pulsión permite renovar los conflictos cada semana y entrelazarlos con la vida emocional de unos personajes con la guardia baja. Eros y Tánatos en un diálogo tan viejo como el mundo.
La aspiración de The Pitt, pues, es la de relatar historias potentes de lucha contra la enfermedad y el dolor, pero enriqueciéndolas con ramificaciones muy humanas: una madre se ingresa falsamente en urgencias para que alguien auxilie la psique dañada de su hijo, una residente joven ha de soportar la presión de ser descendiente de grandes médicos... Esa coralidad aporta el necesario colorido a la trama, pero también es donde The Pitt resulta más desigual, puesto que hay personajes bien trabajados (el atormentado y eficaz doctor Robby, la deliciosa y rarita Mel o la abrasiva doctora Santos) que se engarzan con otros que parecen cuotas destinadas a cubrir todo el espectro temático-hospitalario-ideológico (los dos facultativos que no se soportan acabarán enrollados, la residente que se desmaya al primer desmembramiento seguro que rebosa seguridad al final de la guardia, y un aborto adolescente se resolverá, ay, a la manera progresista).
Por tanto, sin ser ni mucho menos una serie rompedora o perfecta, The Pitt resulta muy efectiva. Un drama serio, que se ve con gusto, que oscila con inteligencia entre la derrota y la esperanza, y donde la narrativa en tiempo real le aporta un extra de apremio que impulsa su ritmo. Además, al retratar las quince horas de un turno de urgencias, la estructura abraza una jugosa elasticidad: hay peripecias que se resuelven en un episodio y otras que van estirándose a lo largo de la temporada. Esa acumulación también afecta a las relaciones personales y, cómo no, a un cansancio que irá haciendo más dramáticas las decisiones vitales.
Por todo esto parece que The Pitt ha llegado en el momento adecuado. Una serie sólida desde el punto de vista dramático, que crece semana a semana y con una aspiración atrapalatodo… salvo para aquellos espectadores visualmente impresionables. Porque en esa frenética atmósfera de un hospital al límite, la serie no se ahorra escenas quirúrgicas de una crudeza abrumadora. En un escenario donde cada segundo cuenta, la brutalidad de un quirófano asoma un par de veces por episodio, quizá para recordarnos que el bisturí, como la muerte, jamás discrimina.