Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

... o trabajar en una editorial

Texto: Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor @dosvecescuento  

Más que profesionales expertos en hacer dinero vendiendo lo que sea, una buena editorial sigue necesitando hoy especialistas formados —formadas— en disciplinas humanas y técnicas. No vendría mal un máster útil.


«Querida Lucy:

»Escribí para ti este relato, pero cuando lo empecé no me di cuenta de que las niñas crecen más deprisa que los libros. En consecuencia, tú eres ya demasiado mayor para cuentos de hadas, y para la fecha en que se imprima y se encuaderne serás todavía mayor. Pero algún día tendrás la edad suficiente para comenzar a leer de nuevo cuentos de hadas. Podrás sacar el libro de algún estante de los de arriba, desempolvarlo y decirme qué te parece. Probablemente me habré quedado demasiado sordo para oír y me habré hecho demasiado mayor para entender ni siquiera una palabra de lo que me digas, pero seguiré siendo

»tu afectuoso padrino».

 

C. S. Lewis (1898-1963) le envió en mayo de 1942 a su ahijada Lucy Barfield el manuscrito completo de El león, la bruja y el armario con esa breve y cariñosa carta que acabo de traducir. El 16 de octubre de 1950, cuando la novela se publicó en Londres, esas líneas se convirtieron en la dedicatoria. Fotos de esa época retratan a Lucy como toda una señorita de su tiempo: iba a cumplir quince primorosos años, quería ser bailarina y sin saberlo le prestó su nombre a la heroína del libro, a Lucy Pevensie, la primera niña en adentrarse en Narnia a través de un armario. Tras los abrigos que cuelgan de las perchas se despliega el frío mágico que se hace blanco en ese reino donde falta el león Aslan.

Que los niños crecen más deprisa que los libros podría ser la máxima de todo editor consciente. Y valiente. Han variado, es cierto, la manufactura y el proceso de engendrar un libro. Y de incubarlo. La rapidez tecnológica ha avanzado siglos en unos decenios. Y la legítima aspiración de todo negocio de ganar dinero debe estar presente en una editorial. Aunque una criatura crezca más rápido que las hojas de papel o las pantallas que se suceden en un dispositivo, cada etapa requiere su tiempo. Se trabaje azuzado por la presión y los plazos o con parsimonia. Un libro necesita un equipo coherente de unas cuantas personas, no solo un autor. Y más si se trata de ir engrosando una colección digna y un fondo con personalidad. Porque no es lo mismo editar una comedia del Siglo de Oro castellano, un cuento infantil, un manual de Bioestadística, una novela gráfica, una guía de viaje o un poemario o el catálogo de una exposición. Mantienen similitudes y algunas diferencias. Y no es lo mismo editar que vender. Siguen haciendo falta editores. 

Imprescindibles

 

Dos españoles, José Martínez de Sousa y Euniciano Martín (1925- 2016), han escrito obras todavía indispensables para el conocimiento de qué es editar. Con ellos se aprende a preparar con esmero originales para la imprenta y que de los talleres salgan ejemplares dignos. Los renovados manuales de estilo de don José, tan juiciosos, y las lecciones de 1981 del salesiano —maestros de artes gráficas en España— sobre Cómo se hace un libro son de verdad útiles.

 

Los graduados universitarios pueden aspirar a ejercer ese oficio de preparar textos —con palabras, imágenes, sonidos…— y trabajar para redondear los resultados. Increíblemente, tres mil editoriales declaran estar activas en España en estos tiempos nuestros.

Por editor se entiende hoy una vertiente doble. El inglés diferencia dos palabras: publisher y editor. El publisher es un gestor que se dedica empresarialmente a descubrir nombres y temas novedosos, a sacar libros asumiendo los riesgos financieros de la publicación. Decide qué títulos lanzar, necesita conocer el público y sus expectativas y preferencias y por supuesto la legislación de derechos de autor; tener aptitudes mercantiles y de organización para cualquier proyecto. Editor es en la actualidad también quien hace editing, o sea, quien revisa y prepara —y procura mejorar— el contenido del original, «con la anuencia del autor». Este editor puede trabajar en una editorial o en una agencia literaria, o en un gabinete de prensa, en una multinacional, en un bufete… y no debe manifestar dotes solo para despiojar erratas en las pruebas, ni siquiera embalsamar cadáveres de textos sin reflejos de vida, ni cazar líneas huérfanas o viudas en una página o justificar por qué el nombre de origen hebreo Míriam lleva tilde en nuestro idioma. Además de esa imprescindible habilidad para captar los detalles y minucias, necesita más cualidades. Como en toda dedicación profesional, hace falta unir conocimientos, comportamientos y destrezas con rasgos personales. Lo complejo es precisarlos.

Por eso, hoy promete posibilidades de empleo el afinar saberes —de escritura y de empresa— y el relacionarse con especialistas en ese quehacer cultural. 

Quien se embarque en esas aventuras averiguará si la vida de Lucy Barfield, con sus dificultades y obstáculos, creció más que su personaje.

 

Posibilidades de máster

 

Varias universidades imparten un máster en edición. Se dirigen a graduados recientes, a jóvenes profesionales del sector y a emprendedores. La Universidad Pompeu Fabra, la Autónoma de Barcelona y la Autónoma de Madrid iniciaron esa docencia, casi siempre en colaboración con grandes casas editoriales o con agencias literarias donde asentar las prácticas.

 

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