Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Ecuador: oro negro, oro verde

Texto Laura Juampérez [Com 05]  Fotografía Íñigo Chalezquer

América Latina en general, y Ecuador en particular, viven un momento de profundo cambio, entre una economía basada en la explotación de recursos y la búsqueda de nuevas formas de desarrollo sostenible. Trece estudiantes de Ciencias han conocido de cerca proyectos que fueron un desastre ambiental y otros que pueden representar la única opción para la supervivencia de su riquísima biodiversidad natural y cultural.


«Dinero, recursos naturales, injusticia, contaminación, intereses enfrentados. Ecuador ha ampliado nuestro conocimiento sobre realidades muy complejas que afectan a millones de personas. Pero en la mochila nos hemos traído muchas preguntas a las que toca buscar respuesta: ¿de quién es la tierra? ¿Tiene precio la naturaleza? ¿Y la contaminación que provocamos con nuestro modo de vida?». Quien dice estas palabras es Andrés Fernández de Quincoces [Amb 19], uno de los trece estudiantes de cuarto de Ciencias Ambientales —o del doble grado con Biología— que se han embarcado, en este último curso, en un viaje formativo más allá de lo puramente académico. Ha sido gracias al Programa Paisajes de la Facultad de Ciencias, un proyecto innovador de aprendizaje que proporciona a los alumnos conocimiento in situ —a través de cuarenta salidas locales, nacionales e internacionales— de los territorios, de sus gentes y sus problemáticas. 

Decantarse por Ecuador no es casual. Se trata de uno de los países con mayor riqueza natural del planeta —posee grandes reservas de petróleo, pero también de cobre, oro o plata— y el 40 por ciento de la biodiversidad de todo el mundo está representada en sus 283 561 km2 (la mitad de la Península Ibérica). A pesar de ser el cuarto estado más pequeño de su continente, en él conviven trece poblaciones indígenas distintas —cada una con su cultura y su lengua diferenciadas— hasta un total de seis millones de personas. Aparte quedan las comunidades denominadas «aisladas», pues solo de forma ocasional —o nunca— han entrado en contacto con otras civilizaciones. 

De la mano de expertos, emprendedores, jefes locales e investigadores, entre otros, los jóvenes deben hacerse cargo de este auténtico crisol de culturas y campo de pruebas de un nuevo desarrollo. A caballo entre la preservación del medio y su explotación, en su economía sigue primando la extracción de recursos pero crecen, cada vez con más fuerza, las iniciativas de turismo sostenible. 

Todo ello en un viaje de once días articulado en forma de charlas, talleres, debates, presentaciones, visitas, recorridos por la selva amazónica, el páramo o la ciudad de Quito. A Diego Antoñanzas [Bio-Amb 20], una de las experiencias que más le marcó en Ecuador «fue conocer culturas indígenas como los siona o los cofanes; acercarnos a su forma de vida y su compromiso con la naturaleza. Me evocó la frase del surfista y documentalista vizcaíno Kepa Acero: “Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva manera de ver la vida”». 

Una máxima que también asumió el profesor Jordi Puig al diseñar este programa formativo, que este curso ha culminado con la primera promoción del doble grado en Ciencias Ambientales y Biología con mención especial del Programa Paisajes. 

«Todo nació de la necesidad de entrar en contacto con la Tierra y con el propio ser humano —rememora el profesor Puig. De responder con una conducta a la altura de su riqueza y de sus problemas. Con una experiencia de aprendizaje que haga crecer al estudiante en lo ambiental, en lo paisajístico y, por encima de todo, en lo humano». El relato de sus protagonistas constata que el objetivo, lograr que los alumnos tomen conciencia de la realidad del país y de la posibilidad de mejorarla con su trabajo, se ha cumplido con creces.