Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Más series que lentejas

Texto: Alberto N. García [Com 00 PhD 05], profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural.

La guerra del streaming ha traído una inabarcable hemorragia de títulos. ¿Estamos viendo series por encima de nuestras posibilidades?


11%

más de hogares en 2021 han pagado por plataformas como Netflix, HBO o Amazon Prime, comparado con datos de 2020.

 

1000

millones de dólares es el presupuesto que se calcula para Los anillos de poder. La primera temporada ya ha costado 462 millones.

 

La mayor repercusión del modelo Netflix —el gigante del streaming que revolucionó las reglas del juego seriéfilo hace menos de una década— es que el espectador ha pasado de reinar a gobernar. La audiencia ostenta hoy mucho más poder ejecutivo: decide cuántos capítulos seguidos ver y escoge el horario. Para colmo, el seriéfilo está emancipado del aparato televisivo en torno al que, durante décadas, se organizaba el salón de casa. Ahora vemos las series también en un móvil, una tablet o un ordenador, en el tren, en la habitación o en el baño. Aunque se podían grabar los episodios para disfrutarlos después o verlos en DVD cuando la serie hubiera terminado, las plataformas de streaming le han pegado una voltereta al proceso. Lo que antes era una posibilidad hoy es la norma.

Como ocurre en cualquier innovación, la competencia se ve obligada a renovarse o morir. El terremoto que supuso el éxito de Netflix forzó a mover ficha: cadenas generalistas que reforzaron su plataforma (CBS All Access en USA, HBO creando filiales regionales que, además, apostaban por el contenido local, como en el caso de Patria), empresas nativas de internet que producen contenidos seriales propios (Hulu, Amazon, YouTube), conglomerados que apuntalan sus estrategias de consumo online (Movistar Plus en España, Stan en Australia) o, por citar el último en llegar a la fiesta, multinacionales tecnológicas que empiezan a crear series de boutique (Apple). 

Esta generalización del modelo Netflix —que, como evidencia el reciente estancamiento de sus suscriptores, parece haber tocado techo— ha fortalecido una tendencia que la serialidad llevaba más de una década alimentando: la globalización de los contenidos. Todo el mundo quiere ver el último episodio de The Mandalorian o La casa del dragón cuanto antes, por lo que ya hace años que se acortaron los tiempos entre la emisión en un país y otro. Pero con la generalización del streaming la cosa ha ido un paso más allá: series que hace años tendrían un público muy reducido y local cuentan ahora con muchas más posibilidades de viajar por los seis continentes. Por ejemplo, Netflix ha popularizado una estupenda y vibrante producción israelí (Fauda) o ha convertido en fenómenos planetarios la española La casa de papel y la coreana El juego del calamar. Hay decenas de casos similares en todas las plataformas con lo que, a pesar de lo que predican los apocalípticos, una vez más se demuestra que la globalización y el libre movimiento de ideas y productos… ¡benefician la diversidad en lugar de constreñirla!

Este nuevo paisaje de cadenas, plataformas, cuentas compartidas y fondo de armario ha convertido la ficción televisiva en un universo ingente, inmanejable. Como investigó Mikel Labastida en un reportaje publicado en Las Provincias, en junio de 2022 un español tenía a su alcance un catálogo de 4382 series. Ante esta situación, habrá quienes sufran ansiedad y caigan en un lamento de rico: que si la burbuja va a estallar, que si se estrena mucha morralla, que si la edad dorada ha pasado, etcétera. Es una queja que se puede hacer desde el privilegio: el precio que paga el público por la abundancia, por la facilidad de acceso a las grandes series clásicas en los archivos de las plataformas, por propuestas muy segmentadas para sus nichos de edad o de gustos, el precio, decíamos, es que las horas del día son limitadas. Peor es trabajar en una mina. 

Sí, puede que la inmensa oferta esté haciendo que el umbral de aguante del espectador mengüe, puesto que existen tantas otras cosas interesantes por ver que, vaya, uno puede cambiar de serie más fácilmente. Pero si le damos la vuelta al argumento también emergen beneficios: se ofertan más teleficciones con una longevidad mayor. Quizá ya no recordemos que antes nos gustaba un relato y, de repente, zas, lo cancelaban en su noveno capítulo por su escasa audiencia. Eso ya no ocurre en el streaming; la temporada completa está asegurada. De igual forma, ahora tenemos acceso a muchas historias minoritarias que sobreviven precisamente porque no solo hay más abundancia de series para el público, sino que hay más abundancia de públicos para las series. Así, ese producto que solo ven cuatro gatos en Estados Unidos, al sumar cientos de gatos en otros países, se convierte en rentable y puede terminar de contar su arriesgada historia en una segunda temporada. De modo que, ante la pregunta de la entradilla, bastaría con traer la sabiduría del refranero español: «Si tienes pan y lentejas, ¿de qué te quejas?».

 

Hermanos de sangre de la aviación

 

Steven Spielberg y Tom Hanks regresan como productores a la pequeña pantalla. Si Band of Brothers y, en menor medida, The Pacific han sido hitos, parece que Masters of the Air también volará alto. La miniserie narra las aventuras de los pilotos aliados que lucharon contra los alemanes en la II Guerra Mundial. Épica.

 

Jodie Foster en True Detective

 

Desde aquella hipnótica primera temporada con Matthew McConaughey y Woody Harrelson patrullando las marismas de Luisiana, True Detective se ha reseteado por completo en cada nueva entrega. Para su cuarta temporada contará con Jodie Foster, que investigará la desaparición de seis hombres en el largo invierno de Alaska. Gélida.

 

 

Quedan horas de La noche más larga

 

Una de las series españolas recientes más efectivas ha sido La noche más larga, estrenada por Netflix en verano. Este infartado thriller —inspirado en el clásico Río Bravo de Hawks— narra el asalto a una prisión psiquiátrica. Disparos, persecuciones, acción y dilemas morales que tendrán segunda temporada. Adrenalínica.

 


Categorías: Cine, Comunicación, Tecnología