Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Okrayina

Texto y fotografía: Fermín Torrano [Com 18]

En 1840, el poeta polaco Adam Mickiewicz definió a Ucrania, nación todavía inexistente, como un «campo de batalla» en el que se enfrentaban dos mundos. Dos siglos más tarde, inmersos en una guerra de carácter fundacional, la resistencia del pueblo ucraniano se ha convertido en un símbolo para Occidente. El último muro en el que la democracia, la paz y la vida se resguardan. Una realidad que converge con el significado etimológico de su nombre. Okrayina siempre significó frontera.


1. TERROR

Cansada y en shock tras encontrarse el cadáver de un afgano, Mirella se tapó la nariz para evitar que la respiración acelerada delatara su posición en el bosque. Y avanzó un árbol. Y otro. Y todavía otro. Pero el sonido de las pisadas y los gritos se escuchaban cada vez más cerca. «¿Estás solo?, ¿cuántos vienen contigo?». Unas voces desconocidas preguntaban en ucraniano a un chico que las acompañaba en la huida. La amiga con la que intentaba atravesar la frontera y adentrarse en Europa le suplicó que se entregaran. Les habían pillado. Sin decir una palabra, Mirella le sujetó con tanto ímpetu el brazo «para que no hiciera ninguna tontería» que le causó un moratón. Pegadas a la corteza, rodearon el tronco sin despertar ruido y, varias hileras de árboles después, echaron a correr. Fue la primera vez en tres días que la joven agradeció haber salido de Kiev con su pasaporte y un par de deportivas por único equipaje.

Diferente fue la huida de los ecuatorianos afincados en Kiev Berenice y Jefferson. Hacía seis semanas que ella había dado a luz a la pequeña Zhittya [Vida] y confiaban en que una guerra a gran escala nunca llegaría a producirse. Vladímir Putin alegó durante años defender a la población rusófona y negó que atacaría la soberanía ucraniana. Sin embargo, removió los cimientos del mundo conocido desde el final de la URSS la madrugada del jueves 24 de febrero. «No nos queda otra forma de defender a Rusia y a nuestro pueblo que la que nos vemos obligados a utilizar hoy», leyó. Minutos después, se registraron explosiones por todo el país. Por los alrededores de Kiev se sucedieron columnas de carros de combate y el cielo se cubrió de helicópteros. Mientras, las tropas llegadas desde Bielorrusia tomaron Chernóbil.

LVIV. La estación de Lviv se convirtió en la puerta de salida de Ucrania tanto en autobús como en tren. Todo en el mismo espacio.

2. ÉXODO

Los análisis más generosos vaticinaron que en solo setenta y dos horas caería la capital y, con ella, toda Ucrania. El pánico se propagó y millones de ciudadanos, como esta familia de Ecuador, constriñeron las carreteras y estaciones de tren en dirección al oeste sin saber cuál sería el destino de sus vidas. Pero las detonaciones también sacudieron Leópolis. El mensaje para muchos fue claro: no hay lugar seguro en el país. Largas colas de vehículos quedaron abandonadas en las cunetas y sus ocupantes continuaron a pie la huida. 

Un éxodo de siete millones de personas —el mayor en Europa desde la Segunda Guerra Mundial— colapsó las puertas del Viejo Continente y repitió la misma escena en las fronteras de Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumanía y Moldavia. Mujeres, niños y ancianos huían de la mano, arrastrando bártulos, mientras hombres jóvenes aguardaban en la fila contraria para regresar y defender con la vida una tierra que Putin confiaba en conquistar con la muerte. 

«No tengo miedo. Mi familia está allí y lo mínimo que puedo hacer es alistarme en el Ejército», explicaba un combatiente muy dispuesto y novato, Dennis, en Medyka (Polonia) antes de cruzar. Al otro lado de la valla, mujeres como Helena y Oleksandra les agradecían su sacrificio agitando los brazos. Al cierre de esta edición, en noviembre de 2022, la ley marcial todavía impide salir a los varones entre dieciocho y sesenta años capaces de disparar un arma. 

ODESA. La capital del sur. Con la ópera de fondo en las calles de un centro histórico fortificado ante el temor de un ataque anfibio.

3. GUERRA

Volodímir Zelenski declaró el estado de guerra cuando faltaba un mes escaso para que se iniciara el octavo año de conflicto en el este de Ucrania. El Ejército ocupó las calles y millones de civiles prepararon una contienda casa por casa que a la mayoría de municipios no llegó. A pesar de ser independiente desde 1990, el pueblo ucraniano no logra emanciparse de la «Madre Patria Rusia». Ambas naciones mantuvieron al principio una relación familiar y comercial, pero desde 2014 ese vínculo, ya bélico, desangra a Ucrania.

Alexandr Shyrshyn es una de las víctimas. Escapó de su Crimea natal antes de la ocupación y terminó de voluntario civil en el Donbás. En 2019 rehízo su vida lejos de donde caían las bombas. Casado y con dos hijos, este año decidió empuñar un kalashnikov. «He firmado un contrato: en caso de invasión, pelearé», me escribió el 30 de enero a través de una red social. El mensaje iba acompañado con una foto sujetando un fusil. «Aunque espero que ese estúpido idiota no se atreva», comentaba en referencia al presidente ruso. Cuatro semanas después, los mandos militares desplegaron su unidad en el frente sur. 

BAKHMUT. Una mujer llora el cadáver de su marido en el este de Ucrania tras un bombardeo ruso.

«¿Qué dicen en Odesa? ¿Nos apoyan?», me preguntó Shyrshyn horas después de cambiar de ubicación a causa de un ataque que mató a doscientos de sus compañeros. «Nos vengaremos por cada vida, por cada lágrima. Ten cuidado», escribió a mediados de marzo. Las necesidades del país y su pericia como piloto de drones le llevaron al frente del Donbás, cerca de Lysychansk. Muchos medios aseguraron que se habían desplegado en esa zona tropas de élite, pero había miles de voluntarios recién alistados como él. El 21 de junio, un tanque ruso detectó sus coordenadas, apuntó a su vehículo y disparó. Un movimiento al volante, rápido y a tiempo, salvó la vida de su compañero y la suya propia. Con la cabeza vendada y el alivio de su esposa, abandonó el hospital para recuperarse unas semanas en casa. Antes de la ofensiva de septiembre, todavía sordo por la explosión, pero convencido de mantener en pie la lucha de su país, besó a sus hijos, volvió a filas y me mandó el que hasta ahora es su último mensaje: «Espero que vuelvas a Ucrania, estaré feliz de verte si sigo vivo ese día». 

MYKOLAIV. La imagen es de la mañana de los 200 muertos. La gente apenas salía a hacer la compra.

4. AZAR

«La guerra rasga, desgarra. La guerra rompe, destripa. La guerra abrasa. La guerra desmembra. La guerra arruina», escribe Susan Sontag en su libro Ante el dolor de los demás. Borodyanka, Mariúpol, Izium…, ataques indiscriminados contra la población civil, mediante artillería y bombardeos, que sumar a los miles de cadáveres que se desparraman por donde pasaron los rusos. Mujeres, como Iryna Filkina, salieron un día de casa y no volvieron jamás. El vivo color rojo de sus uñas pintadas en una mano muerta sirvió para identificar su cadáver en la tierra negra de Bucha

Volodímir y Katerina Kondratenko son un matrimonio de 78 y 73 años con una vida dura a cuestas, muchas arrugas y pocos dientes. Los dos ancianos soportaron durante un mes la ocupación en Velyka Dymerka, cuarenta kilómetros al este de Kiev, se salvaron gracias a su perro, Barsik. La primera vez, el animal corrió a esconderse en el sótano y ellos le siguieron. La detonación. Entre cajas de patatas y zanahorias, los ladrillos escupieron arena, y la única bombilla colgada del techo se zarandeó de lado a lado. Un proyectil de gran tamaño impactó a quince metros de su jardín.

Días después, la fortuna volvió a sonreírles. Llevaban semanas a oscuras y Volodymir intuyó que los pasos al otro lado de la verja serían del electricista. En realidad, se trataba de una patrulla invasora que elaboraba el censo de su calle.

¿Cuándo terminará la guerra? —preguntó Kondratenko en ucraniano al percatarse del uniforme militar.

—Cuando dejéis de pisar nuestra bandera —respondió uno de ellos en ruso.

Los ladridos y la aparición de Barsik ahuyentaron a los cuatro soldados que se habían abalanzado sobre el anciano apoyado en un bastón. Su vecino Valera no tuvo tanta suerte. Su cadáver apareció en un sótano, maniatado y con un tiro en la cabeza. 

5. MORAL

Rusia ha cometido crímenes de guerra: ha acaparado escenas de terror con víctimas de entre cuatro y ochenta y dos años que han agitado países habitualmente neutrales y han llegado a empujar a Suecia y Finlandia a iniciar su adhesión a la OTAN. El conflicto, más largo de lo calculado, ya ha pasado por fases muy diferentes, y el timón ha cambiado de manos. El tiempo corre ahora a favor de Kiev, en parte debido a la defensa heroica de posiciones estratégicas, la ayuda internacional y la decisión de Zelenski de permanecer en la capital, pero también por las flagrantes carencias en la logística enemiga. La contraofensiva comenzó desde la capital y el «Slava Ukraini» [«Gloria a Ucrania»] se popularizó en el mundo como un grito en defensa de la libertad. Con el paso de las jornadas, las explosiones y las sirenas se convirtieron en el atrezo de vidas en suspenso por las armas y el miedo. 

Según el Institute for the Study of War, el terreno recuperado por Ucrania entre marzo y octubre se aproxima a los 70.000 km2 —superficie similar a la suma de Navarra, Aragón, La Rioja y el País Vasco—, una sexta parte tan solo en el mes de septiembre. Los más escépticos creen nueve meses después del estallido en la victoria si el envío de armas de Estados Unidos y los aliados continúa sosteniendo a las fuerzas armadas ucranianas. Ese equipamiento militar y el apoyo de inteligencia se ha mostrado crucial en la contienda contra una Rusia muy superior sobre el papel pero incapaz de demostrar el nivel que todos imaginaban en una potencia que alardeaba de contar con el mejor ejército del mundo.

El exceso de centralización en la toma de decisiones, la carencia de material y las numerosas bajas multiplicaron la desmovilización de soldados rusos, que se negaron a servir en Ucrania por ser una «operación militar especial» y no un enfrentamiento entre Estados. Falto de hombres, el Kremlin recurrió a Ramzán Kadírov y sus combatientes chechenos, al grupo paramilitar Wagner y hasta conmutó las penas de los presos que quisieran luchar, mientras algunas voces mediáticas exigían un reclutamiento general. Moscú, San Petersburgo y otras grandes ciudades no mandaron a sus hijos a la trinchera. No obstante, las medidas y coacciones lanzadas por Putin el 21 de septiembre en su discurso a la nación movilizaron a trescientos mil hombres, de los que ochenta y dos mil fueron al frente, según el ministro de Defensa ruso. La seguridad mundial se verá muy amenazada si pone a punto el armamento nuclear.

JÁRKOV. Las puertas de los vagones se convirtieron en ventanas abiertas de hogares improvisados

6. FAMILIA

En la paradoja de una guerra en la que se insulta al enemigo en ruso y se combate con fusiles rusos, hasta las estaciones de metro construidas por el régimen comunista sirven de refugio en las grandes urbes. Allí, familias que habían perdido su hogar y otras que temían perder la vida compartieron vagones y andenes a decenas de metros bajo tierra. «Una persona debería morirse en su casa», lamentaba Nina postrada en una cama. Superviviente de la ocupación nazi, doscientos peldaños han separado a esta mujer de 86 años de la calle de su ciudad durante más de cien días. Donde la artillería golpea, los rayos de sol son un bien escaso.

Sin embargo, en esta guerra de propaganda que empezó mucho antes de lanzarse el primer misil, las pruebas no son siempre suficientes y añaden una nueva víctima: las familias rotas diseminadas en el espacio postsoviético. El hijo de Nina vive en Rusia y ni siquiera cuando los escombros y cristales salpicaban el asfalto de Járkov llegó a creer que Putin fuera el culpable de atacar a su familia. «He tratado de explicárselo, le he enviado fotos de las ciudades destruidas, de mamá tumbada sin apenas poder moverse, pero no nos entiende… y yo no puedo entenderlo a él», confesaba Halyna, su hermana. A finales de mayo, tras casi un centenar de días de cautiverio, los trenes volvieron a funcionar. Ellas y miles de jarkovitas pudieron regresar a sus hogares.

LVIV (cementerio de Lychakiv). Necrópolis que refleja un país complejo. Memoriales con fallecidos de las SS, URSS, polacos (1918-1920) y los fallecidos en la guerra del Donbás.

7. AMOR

No fue el caso del paracaidista Igor Fedorchyk, de 38 años, que servía en la 80.ª brigada de asalto aéreo. Veterano del Donbás, en la tercera jornada de contienda su vida se apagó en la región de Jersón. Hay tantos como él que nadie sabe cuántos son ni qué pensaron antes de morir, pero el dolor de sus familias refleja biografías amputadas antes de tiempo. Militares y civiles que exhalaron su último aliento en una guerra que no ansiaban librar. Para su madre, Miroslava, fueron tres semanas de silencio y padecer entre el último te quiero y el último adiós. 

«Los defensores se sacrifican por amor a nosotros, a nuestros familiares, a Ucrania. En su corazón no hay odio. Él cumplió con su deber por amor. Todo el mundo tiene una misión y él cumplió la que Dios le encomendó», alabó Natalia, cuñada del fallecido, mientras arropaba a su esposo, que depositaba la última corona de flores sobre la tierra que acababa de cubrir el féretro de Igor en el cementerio de Lviv.

En la puerta de la morgue de Dnipro, el oficial Ilya Stavrati relataba con aplomo: «A todas las regiones las están castigando, sufren bajas, pero es la única forma de defender Ucrania. Las familias lo entienden. Lo más difícil es abrir una bolsa y ver a alguien que conocías». Las cifras y estadísticas se ocultaron hasta junio, cuando Zelenski reconoció alrededor de cien soldados muertos al día tan solo en el este, y terminó con todo el secretismo que permite cavar millares de agujeros en los camposantos del país. Ahora que Ucrania recupera terreno ha vuelto el silencio. Son los datos de la propaganda: los muertos que olvidan las derrotas y encubren las victorias.

 

8. NACIÓN

«Estoy convencido de que esta guerra es el momento crucial de la historia moderna de Ucrania, porque ahora mismo se está resolviendo la cuestión de la existencia de nuestro país como nación, como nombre, como identidad…», plantea Dmytro Hainetdinov, jefe del departamento de Trabajo Científico y Educativo del Museo de la Segunda Guerra Mundial de Kiev.

Sus palabras recuerdan los conceptos del poeta Adam Mickiewicz hace dos siglos, cuando calificó a Ucrania como «país de fronteras» y «campo de batalla». En su curso «Los eslavos», en El Collège de France de París, subrayó entonces las diferencias entre el mundo de las culturas europeas y el de sus enemigos más allá de los límites orográficos. 182 años más tarde, pese a las diversas sensibilidades de la población y su historia reciente, la invasión rusa ha fortalecido a una patria que vive una guerra fundacional. Mientras rellenaba sacos con arena en una playa de Odesa para fortificar la ciudad, un voluntario que antes había sido patrón de barcos, Dennis, lo resumía de forma sencilla: «Lo único bueno que ha hecho Putin es unirnos como nación».

Y aunque el futuro revelará divisiones y rencillas internas en el último dique que protege a Europa de un mundo olvidado, es cierto que el Kremlin ha logrado lo que ninguna medida política consiguió en tres décadas de independencia: coser un país complejo bajo la misma bandera. No es fácil doblegar a un pueblo que recibe a sus muertos de rodillas.

LVIV (ciudad). Recepción de féretros antes del funeral en la catedral jesuita de San Pedro y San Pablo.

 

CRONOLOGÍA DE LOS ÚLTIMOS NUEVE MESES

 

Febrero: El 24 de febrero, Putin declara el inicio de una «operación especial» en Ucrania. Se bombardean instalaciones ucranianas en Kiev, Járkov y Dnipro. Las tropas rusas toman Jersón.

 

Marzo: Rusia asedia la ciudad estratégica de Mariúpol. Los rusos toman Chernóbil. Bombardean las ciudades de Járkov, Sumy y Odesa. Rusia toma Irpin, muy cerca de Kiev. Zelenski decide permanecer en la capital. Ucrania se apunta su primera victoria al recuperar Irpin y evitar el asedio de Kiev. Los rusos se reagrupan en el este.

 

Abril: Los ucranianos liberan varias ciudades, entre ellas Bucha, donde se descubren más de 400 cadáveres de civiles. Los rusos centran su ofensiva en el este y toman finalmente Mariúpol, que llevaba varias semanas bajo asedio. Solo resisten unos pocos ucranianos en la acería Azovstal, entre ellos civiles que serán finalmente evacuados. Rusia anuncia una segunda fase de la guerra, orientada a conquistar la región del Donbás.

 

Mayo: Se rinden los militares que seguían en Azovstal. Rusia cerca la ciudad de Sverodonetsk.

 

Junio: Sverodonetsk cae en manos rusas.

 

Julio: Rusia toma Lisichansk y, con ella, toda la región de Lugansk. Centra sus esfuerzos en la región de Donetsk. Ambas facciones pactan un corredor marítimo para exportar cereales. Ucrania asedia la ciudad de Jersón, tomada por los rusos en febrero.

 

Agosto: Combates alrededor de la central nuclear de Zaporiyia. La contraofensiva ucraniana se intensifica en Jersón.

 

Septiembre: Ucrania da por recuperados 8.500 km2. Se descubren más de cuatrocientas tumbas sin identificación en Izium. Las regiones de Donetsk y Lugansk, bajo dominio ruso, convocan referéndums para integrarse en Rusia. Putin moviliza reservistas y comienza a reclutar a civiles. Más de 250.000 rusos huyen del país para no servir en el Ejército.

 

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