Andor

Andor: un excelente y maduro claroscuro galáctico

5 de mayo de 2025 4 minutos


Título original: Andor
Año de emisión: 2022-25
Cadena original: Disney+ (12 episodios de 50 minutos cada temporada, emitidos de tres en tres)
Emisión en España: Disney+
Creador: Tony Gilroy

«Estoy condenado a usar las herramientas de mi enemigo para derrotarlo. Quemo mi decencia por el futuro de otro. Quemo mi vida para crear un amanecer que sé que nunca veré». Con esta sombría confesión del décimo episodio de la primera temporada, Luthen Rael —ese estratega invisible, ese muñidor de resistencias— marca la enrevesada brújula moral de Andor. Tampoco es que haya mucha épica en su discurso ni asomo de redención. Ni lo quiere ni lo necesita. Al contrario: parte de la frialdad de quien sabe que la victoria se macera en la sombra y conlleva inmolaciones. 

Algo similar le ha ocurrido a Andor, la serie más adorada por la crítica (y buena parte del público) dentro de un universo de Star Wars que en demasiadas áreas creativas padece una alarmante falta de pegada. A su primera temporada le costó arrancar, pero acabó cogiendo velocidad de crucero y erigiéndose en un éxito. Ahora, en los dos años y medio que han pasado desde entonces, ha continuado amasando fidelidad del público y talento creativo para despedirse por todo lo alto, sin estirar el chicle más de la cuenta. 

Se dice, con razón, que Andor se suma a la estirpe galáctica más adulta. No en vano, la presentación del protagonista incluía cargarse a dos tipejos con una violencia seca, sin espectacularidad; como si fuera una mera constatación del precio que hay que pagar. Aquella ambigüedad moral, pura declaración de intenciones, venía adobada en una atmósfera noir: callejones alumbrados por focos mortecinos, mercaderes de información traficando secretos con mirada huidiza, alianzas forjadas en antros clandestinos, agendas dobles, máscaras triples. 

Esto implica una densidad argumental —de nuevo, el linaje adulto— que reclama tiempo para asentarse. Quizá por eso Disney+ la emite en tandas de tres episodios, para que resulte más compacta y cohesionada la narración. Aún así, el espectador nuevo ha de ser consciente de que está ante una narrativa que reclama una mirada expandida, de conjunto. Porque ahí es donde van ganando fuerza los secundarios —algunos realmente fascinantes, como el inesperadamente profundo Syril Karn o la implacable Dedra Meero— y, sobre todo, donde las maniobras políticas y las estrategias insurgentes van adquiriendo forma, sin prisa, pero sin pausa. 

En todo este claroscuro visual y moral, Andor deja sentir el crujido de los engranajes imperiales y la duda, propia del cine de espías, de qué amenaza, desgaste o traición se esconde tras cada nueva escaramuza de rebeldes e imperiales. Es decir, la peripecia narrativa se entrecruza con la corteza política. Hay minas, fábricas y colonias explotadas por el Imperio. No es solo la fuerza, también la economía. Por eso, la insurrección que hierve en Andor se cuece en esa tensión entre cálculo y desesperación.

La serie se desarrolla cinco años antes de los sucesos de Rogue One (2016), cuando Luke, Leia y Han aún no habían entrado en escena. En aquella película, un grupo de rebeldes lograba robar los planos de la Estrella de la Muerte, tan relevantes en la saga inaugurada por George Lucas en los setenta. Uno de los valientes de Rogue One era Cassian Andor (Diego Luna), cuyo carisma convenció a Disney de que merecía la pena narrar su historia desde el principio: su metamorfosis de ladrón cínico a revolucionario con ideales. Al tratarse, pues, de una precuela, el desenlace de Andor ya está escrito, como en toda buena tragedia. La pregunta, entonces, no es tanto «¿Qué ocurrirá al final de la historia?», sino «¿Cómo se llega hasta allí y a qué precio?». Esa condena al futuro confiere a Andor una inquietud atípica: cada paso hacia la Rebelión pesa como un sacrificio inevitable. 

Cassian Andor es un asesino que tiene cara de amigo y viceversa. Esa fricción entre apariencia y acción es el terreno fértil donde mejor florece Andor, una serie que, con el tiempo, ha crecido hasta convertirse en un referente de las últimas teleficciones. Eso sí, reclama paciencia: sus primeros episodios avanzan con sigilo y densidad, pidiendo al espectador un voto de confianza. Pero la recompensa llega. Gracias a una suculenta mezcla de thriller galáctico, cine de espías, películas de atracos, resonancias políticas y pulsos existenciales sobre identidad, pertenencia y sacrificio, Andor teje un relato absorbente, sin prisas ni concesiones. Y cuando uno se quiere dar cuenta —parafraseando la conversación de Luthen con Mon Mothma en el séptimo episodio—, es demasiado tarde: la serie te ha atrapado… y «ya no habrá vuelta atrás».


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