Valentín Vallhonrat y Rafael Levenfeld (1955-2023) habían renunciado al proyecto que perseguían desde hacía más de tres décadas, pero una serendipia sacó su sueño del letargo. El 7 de diciembre de 2018, en el despacho de Ernesto Fernández Holmann, en Miami, encontraron joyas bibliográficas fundamentales para responder las dudas que les habían espoleado durante todo este tiempo: ¿cómo se origina la relación entre el arte y la realidad?, ¿cuál es el embrión conceptual de la fotografía? Fue así como los directores artísticos del Museo Universidad de Navarra gestaron «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía», la muestra más importante en la historia de la institución, que se encamina hacia su décimo aniversario.

 

Agosto de 2023. Faltan veintiocho días para que se inaugure «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía»Rafael Levenfeld se aleja lo menos posible de las salas expositivas, donde el equipo del Museo Universidad de Navarra mima cada detalle. Los colores elegidos para pintar las paredes —rojo y azul— recuerdan al Louvre. Se trata de un montaje clásico, pero nunca antes se había abordado un reto de esta magnitud. Desde septiembre de 2023 hasta el 14 agosto de 2024, novecientas piezas se desplegarán por casi todo el edificio.

Solo tras compartir un par de indicaciones con Nacho Miguéliz y Pau CassanyRafael abandona una de las estancias rojas. Valentín Vallhonrat, que está a punto de llegar, le suplirá durante la hora que ha reservado para atender la entrevista de Nuestro Tiempo. Antes de comenzar la grabación, avisa de que está pendiente de una llamada de su mujer, María Jesús. Bebe un sorbo de agua y rehúsa la formalidad del usted. Es más de . «Pues arranca cuando quieras», dice. Mientras, en las plantas inferiores, continúa la metamorfosis. 

En busca de las raíces del proyecto Rafael Levenfeld se remonta a 1988, cuando Valentín y él se incorporaron a la Universidad como asesores del Fondo Fotográfico. Siete años antes el campus había recibido el legado de José Ortiz Echagüe y les encomendaron impulsar la colección de fotografía. En esa época, comenzaron a explorar el origen de la cultura visual contemporánea. Las intuiciones que guiaron los primeros pasos de su investigación tomaron pronto cuerpo de tesis: el fenómeno fotográfico como elemento definitorio de la modernidad en el arte. 

La exposición, según explica Rafaelhace visible la tradición artística y conceptual de la que proviene la fotografía. Durante el Siglo de las Luces, el conocimiento del mundo se plasmó a través de miles de dibujos y láminas. Aquellas imágenes representaban la realidad conforme a los parámetros de la ciencia: detalle, precisión, exactitud, claridad, definición y veracidad. Desde este puerto inicia su viaje «Una tierra prometida» y muestra, sobre fondo azul, los álbumes científicos e intelectuales del siglo XVIII. Entre ellos, los cuadernillos L’Anatomie L’Astronomie de La Enciclopedia de Diderot y D’Alembert, dos dimensiones que ilustran la ambición de la ciencia por desentrañar cualquier área de conocimiento.

Foto: Manuel Castells Rafael Levenfeld, en el centro,  durante los preparativos de la exposición
Últimas decisiones. Rafael Levenfeld, en el centro,  durante los preparativos de la exposición.

Con precisión científica trabajaron también los artistas que se embarcaban en las expediciones —numerosas en ese periodo— para levantar acta del horizonte conocido o de nuevas maravillas. Sus dibujos enriquecieron los compendios sobre cartografía, astronomía, geodesia y nuevas especies, especialmente a raíz de que Carl von Linneo publicara en 1735 Systema naturae, su innovadora propuesta taxonómica para los reinos vegetal, mineral y animal. 

En sala se encuentran, por ejemplo, los grabados coloreados a mano de Plantae Selectae —obra de los botánicos Trew y Ehret (que había conocido a Linneo)—, los dibujos en acuarela incluidos en la enciclopedia Libros ilustrados para niños, los álbumes Plantae officinales de Nees von Esenbeck —que investigó las propiedades médicas de las plantas—, las litografías de orquídeas de James Bateman o el trabajo Historia natural de los loros, a los que François Le Vaillant pintó en sus hábitats, un acercamiento novedoso a la realidad.

 

EL ARTE AL SERVICIO DE LA CIENCIA

La siguiente escala en esta travesía traslada al visitante a tierras egipcias, a donde el general Napoleón Bonaparte se dirigió en 1798 con hambre de conquista. A los más de cuarenta mil soldados se unieron 167 savants, que conformaban la Comisión de Ciencias y Artes. El cometido de estos ingenieros, científicos y artistas era llevar a cabo una investigación exhaustiva sobre el país. Incluso se fundó el Instituto de Egipto. Aunque la campaña militar fracasó, los miembros de ambas instituciones no regresaron a Francia hasta la capitulación del general Menou, en agosto de 1801.

BUSCANDO LO IMPOSIBLE

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El Museo Universidad de Navarra presentó a finales de febrero una antología de un centenar de textos sobre el origen y el desarrollo de la fotografía que hasta la fecha no habían sido traducidos, del inglés y el francés, al castellano. Las más de 1200 páginas de Buscando lo imposible se estructuran en tres volúmenes: Utopía, Materialidad y Praxis, en una edición a cargo de Martí Llorens y Rebecca Mutell. La publicación, que abarca el periodo entre 1816 y 1844, es una herramienta clave para  comprender en profundidad el fenómeno fotográfico.

Solo unos meses después, a principios de 1802, comenzó la aventura editorial. El Ejército británico se había incautado de las antigüedades reunidas por los eruditos franceses, entre ellas la piedra de Roseta, pero les permitió conservar escritos, dibujos y otros documentos. Estos trabajos, por decreto de Napoleón el Grande, se publicaron en un proyecto enciclopédico titulado Descripción de Egipto. De las paredes rojas del museo cuelgan, por primera vez, un centenar de obras de este singular tesoro bibliográfico, tantas décadas ensoñado por Valentín y Rafael

«Una tierra prometida» no sería realidad sin aquella conversación fortuita el 6 de diciembre de 2018. Ernesto Fernández Holmann, donante y miembro del patronato promotor del Museo, mencionó dos pinturas que decoraban su despacho, en Miami. Valentín Vallhonrat, director artístico, y Ángel Gómez Montoro, presidente del patronato, se interesaron por confirmar si se inspiraban en las fotografías de Muybridge. Acudieron a su oficina al día siguiente y se quedaron ojipláticos. Valentín telefoneó a Rafael, que estaba en Madrid: «No creerías lo que acabo de ver. Don Ernesto conserva los álbumes de Alexander von Humboldt, de Jean-François Champollion y tantas otras obras capitales. Voy a hacer fotos y te las mando».

Al cabo de un año exacto, en diciembre de 2019, Fernández Holmann facilitó que los dos expertos revisaran y digitalizaran los materiales de Miami. También pudieron visitar en Guatemala, donde residía, la edición imperial de L’Expédition de l’Égypte, una de las piezas de su colección privada. «Pasamos dos días encerrados con los libros», recuerda Valentín. «Sin la generosa ayuda de don Ernesto —remarca Rafael— este proyecto no habría sido posible. Suya es la donación de los álbumes de Napoleón, que desde 2022 forman parte de la colección del Museo, y el préstamo de muchos de los volúmenes de la sala azul». 

Los grabados napoleónicos —sobre monumentos, lugares, flora, fauna y costumbres— son piezas clave en la actual exposición ya que, como señala Levenfeld, permiten comprobar la labor de los artistas al servicio de las ciencias y favorecen la comprensión del fenómeno fotográfico, que se anunció una década después de la publicación del último volumen de esta serie.

 

LA SEMILLA DE LA MODERNIDAD

El 19 de agosto de 1839, François Arago —astrónomo, físico y estadista— compareció en la Academia de Ciencias de Francia para presentar el nacimiento de la fotografía. En su discurso, se refirió a las «inmensas ventajas» que se habrían logrado durante la expedición de Egipto de haberse conocido la fotografía en 1798. Con el auxilio del daguerrotipo, continuó, un solo hombre bastaría para copiar los millones de jeroglíficos que cubren los monumentos de Tebas, Menfis o Karnak. Además, gracias el instrumento de monsieur Daguerre, «un vasto número de verdaderos jeroglíficos reemplazará a los ficticios [...], y superarán en exactitud y color a las obras de los más hábiles pintores».

En las palabras de Arago sobre este medio de reproducción, tan fiel y rápido, Vallhonrat Levenfeld encontraron las pistas que vinculan el desarrollo de la fotografía con el afán de objetividad y su influencia directa en la construcción de las nuevas representaciones de la realidad; a partir de ese momento, las escenas de la vida y sus territorios solo parecerán veraces si son registradas por un dispositivo fotográfico. Pero la difusión gratuita del invento —el Gobierno francés compró la patente y la donó a la humanidad para que su acceso fuera universal— no solo revolucionó la percepción, sino también la deriva del arte.

En los años veinte del siglo XIX, apunta Rafael, mucho antes de que el genio del realismo Gustave Courbet creara Entierro en Ornans (1850), El taller del pintor (1855) y la controvertida El origen del mundo (1866), tres obras con las que los historiadores describen el germen de la modernidad, las primeras fotografías incitaban a alejarse de los sistemas de fabulación palaciegos. El daguerrotipo o el calotipo —y sus derivados, como la placa de cristal al colodión húmedo— posibilitaron la renovación del lenguaje artístico, una tendencia que ha permeado hasta nuestros días. «A ver si encuentro algunas imágenes de la exposición para enseñarte», comenta mientras desliza con urgencia el dedo por la pantalla del móvil. «Esto de tener dos mil fotografías metidas en el teléfono…».

Los avances combinados de la óptica, la física y la química se concentraron en un procedimiento para crear una copia más exacta del universo y de las huellas de la actividad humana. «Las fotografías aspiraban a ser analogías de la realidad», afirma Levenfeld. Para reflejar el sinfín de autores que contribuyeron a forjar esta nueva iconografía, los comisarios han agrupado cerca de quinientas imágenes en polípticos de hasta 68 piezas. 

Foto: Manuel Castells Cambiar por descripción de la imagen
Viaje por dos siglos.El visitante sigue la transformación icónica desde el dibujo y el grabado a la fotografía.

La ruta que propone la exposición desemboca en Oriente. Se trata de un viaje de ida y vuelta, de Palestina a Al-Ándalus, que entronca con el espíritu científico de la misión napoleónica. En España, los monumentos del denominado «Oriente al sur de Europa» —el Alcázar de Sevilla, la Alhambra y la Mezquita de Córdoba— atrajeron a los calotipistas franceses e ingleses. «Sus instantáneas —explica— construyeron un relato, a menudo distorsionado, de un país misterioso, empobrecido y prácticamente en ruinas».

El recorrido por «Una tierra prometida» se cierra con la anhelada aparición del color a finales del siglo XIX, como las imágenes del Estudio Photochrome Zurich. En el minuto cuarenta y seis, la conversación se pausa. También el ánimo de Rafael quiebra: «Perdóname, con la medicación que tomo, cuando llevo un rato hablando, me quedo realmente sin aire, sin aire mental también, y no quiero empezar a decir tonterías. Solo necesito descansar un poco. Incluso podríamos continuar después. ¿Qué nos quedaría?». 

Hablar de lo que está por venir. De la masterclass programada para el estreno, del catálogo de la exposición, del libro Buscando lo imposible, de los proyectos de Vik Muniz y Joan Fontcuberta… Y de lo inevitable. El 2 de noviembre Rafael Levenfeld fallecía tras haber superado cuatro años de lucha contra el cáncer. Como director artístico del Museo dirigió 54 exposiciones. Con la última, el colofón perfecto de su trayectoria, alcanzó la tierra prometida.

UNIVERSO CREATIVO

Inspirándose en la exposición «Una tierra prometida. Del Siglo de las Luces al nacimiento de la fotografía» y fruto de sendos programas de residencias artísticas, Vik Muniz, Joan Fontcuberta y María Pagés han presentado sus propuestas en el Museo Universidad de Navarra. 

 

—«Florilegium».  Desde los años ochenta, a Joan Fontcuberta le interesa la fotografía de la naturaleza para llegar a la naturaleza de la fotografía. Cuatro décadas después, construye mediante mecanismos de inteligencia artificial una flora imaginaria como la que cautivó a los exploradores del siglo XVIII. El diálogo entre los paisajes de «Florilegium» y la exposición «Una tierra prometida» lleva a Fontcuberta, galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en 1998 y el Premio Nacional de Ensayo en 2011, a reflexionar sobre el concepto terra incognita, que ya no solo se limita a lo geográfico, sino que puede expandirse en el universo de los nuevos imaginarios, a la vida virtual y a la impresionante capacidad alucinatoria de las tecnologías de visualización generativa más avanzadas.

Foto: Joan Fontcuberta Cambiar por descripción de la imagen

 

—«Tierra prometida». Danza flamenca, fotografía y escenografía museística se entrelazan en la pieza performática que María Pagés y El Arbi El Harti han creado ex profeso para interactuar con la exposición homónima, que se acerca a la génesis de las representaciones de la realidad. Si una fotografía es una instantánea que narra una historia, una coreografía es la sucesión de instantáneas que desean contar la Historia desde la emoción ética de un imaginario creativo.

Foto: Manuel Castells Cambiar por descripción de la imagen

—«Flora Industrialis». Siguiendo los pasos de los grabados y dibujos de los álbumes de flora latinoamericana del siglo XIX, algunos de los cuales forman parte de la muestra «Una tierra prometida», Vik Muniz convierte un puñado de flores artificiales de tela en un delicado catálogo botánico nacido de su propia creatividad. A través de noventa obras, que el artista brasileño ha donado al Museo, «Flora Industrialis 2023» cuestiona la aproximación a la realidad en un mundo tecnificado y ultrarrepresentado.

Foto: Manuel Castells Cambiar por descripción de la imagen

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