Revista cultural y de cuestiones actuales
Número 719

Imágenes. Sedimentos de la memoria

Texto: Ana Eva Fraile [Com 99] Fotografía: Vik Muniz  

Vik Muniz (São Paulo, 1961) es un investigador visual. Lleva más de tres décadas explorando el poder de la representación y provocando cortocircuitos en los sentidos del público. Este artista brasileño elige a propósito temas latentes en el subconsciente colectivo, imágenes que ya existían en el archivo mental del observador antes de encontrarse con su obra, y los recrea con materiales inesperados. «Entonces —como él mismo dice— las preguntas comienzan a fluir». Estas páginas ofrecen un recorrido por una colección de ambigüedades que podrá descubrirse en el Museo Universidad de Navarra a partir del 23 de septiembre.


—Imágenes de basura (foto de portada)

Sebastião, Suellen, Carlão, Magna, Irma, Zumbi e Isis sobrevivían en Jardim Gramacho, el mayor vertedero de Río de Janeiro, recolectando objetos reciclables en una montaña de basura. Gracias al trabajo de los catadores, se recuperaban cada día 200 toneladas. 

Vik Muniz les pidió que posaran en el vertedero en situaciones alegóricas. Tião, su representante, se convirtió en Marat, el revolucionario francés apuñalado en su bañera que Jacques-Louis David pintó en 1793.

Ya en el estudio, trabajaron en equipo creando sus autorretratos. Siguiendo las indicaciones del artista, colocaron objetos de desecho sobre una enorme imagen proyectada en el suelo. Para Muniz el arte es capaz de transformar materiales en ideas, y estas en capital y en cambios en la sociedad. Las fotos se subastaron y gracias a los más de 280.000 euros recaudados pudieron mejorar las «desoladoras condiciones» en las que vivían y trabajaban.

La historia detrás de las «Imágenes de basura» se cuenta en el documental Waste Land (2009), dirigido por Lucy Walker y nominado a los Óscar en 2011.

 

Marat (Sebastião)
Pictures of Garbage, 
2008-2011
Digital C print 
94 x 78,74 cm

 

 

—Best of Life.

Recién llegado a Estados Unidos, en 1983, Vik Muniz compró en un mercadillo de objetos usados el libro The Best of Life. Esta historia del siglo XX en imágenes editada por la prestigiosa revista era también un recorrido por los acontecimientos que habían marcado su propia vida. Cuando Muniz perdió el volumen empezó a dibujarlas, a reconstruirlas, de memoria. Cada semana añadía detalles que iba recordando. Después tomó fotografías ligeramente desenfocadas para borrar las marcas de su mano y las imprimió con una trama de medios tonos que imitaba el lenguaje gráfico de la revista estadounidense. Aunque no eran perfectas, Muniz descubrió que la mayoría de espectadores no cuestionaba su autenticidad. «Sentí que mi relación personal con esas imágenes conectaba con una conciencia visual colectiva», confiesa. En ese punto de encuentro, a medio camino entre lo evocado y la imagen original, surgía el diálogo más interesante con el público. 

 

Memory Rendering of Man  Stopping Tank in Beijing
Best of Life, 1990
Gelatina de plata, 
42,2 x 34 x 2,54 cm

 

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—Niños de azúcar.

Vik Muniz reconoce que debe toda su carrera artística a Big James, Jacynthe, Calist, Ten Ten, Valicia y Valentine. Con estos seis niños compartió juegos mientras pasaba unos días de vacaciones en la isla caribeña de San Cristóbal. Cuando uno de ellos le invitó a comer a su casa observó cómo la alegría y espontaneidad de los pequeños contrastaba con el semblante sombrío, exhausto y afligido de sus padres. Trabajar jornadas eternas en las plantaciones de caña de azúcar por un sueldo miserable les había arrebatado la esperanza. Al regresar a Nueva York, Muniz no podía dejar de pensar en el amargo futuro que esperaba a ese grupo de niños. Y entonces decidió reproducir sus retratos espolvoreando sobre una hoja de papel negro cristales de azúcar como los que recolectaban sus padres. Fue la primera vez que Muniz trató la significación propia de la materia en íntima relación con el sentido de la imagen. Las seis pequeñas obras se expusieron al fondo de una galería, pero un crítico de The New York Times decidió hacer «un artículo grande» que cambió por completo la vida del artista. Dos semanas después recibió una llamada del MoMa para que formase parte de la exposición «New Photography».

 

Jacynthe Loves  Orange Juice
Sugar Children, 1996
Gelatina de plata
55,9 x 49 x 2,54 cm

 

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—Imágenes de nubes.

Con la intención de colocar algo donde sabes que vas a encontrarlo pero en un formato totalmente distinto, Vik Muniz dibujó su primera Nube Nube en el cielo de la Gran Manzana. Lo hizo poco antes del atentado de las Torres Gemelas. Una avioneta de publicidad trazó líneas blancas en el aire mientras miles de neoyorquinos no podían apartar la mirada de aquel pictograma que parecía diseñado por un niño. Fue su primera experiencia de arte público, en la que el espectador contempla, en tiempo real y sin las barreras de una galería, cómo se desarrolla «el despliegue narrativo del artista en estado puro». La inestable relación entre imagen, idea y realidad a miles de metros sobre sus cabezas consiguió el propósito de Muniz: hacer que el público se olvide de lo que está viendo y que piense en cómo lo está viendo. «La ecuación sería la siguiente: el dibujo de una nube menos una nube equivale a un dibujo», resume.

 

Cloud Cloud 59th Bridge
Pictures of Clouds, 2002
Gelatina de plata
69 x 83 x 4,6 cm

 

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—Earthworks.

Retado por Robert Smithson y su gigantesca Spiral Jetty en el desierto de Utah, Vik Muniz se trasladó durante varios años a unas minas de hierro brasileñas. Con la ayuda de retroexcavadoras, dibujó sobre la tierra motivos lineales muy simples de cientos de metros de longitud. Visibles solo desde el aire, sus obras land art tenían, según admite, un «aspecto un poco estúpido» para poner el foco en el proceso. Después de que la cámara de Muniz inmortalizara desde un helicóptero los surcos gigantes, el artista fotografió en su estudio maquetas similares de unos treinta centímetros, hechas en tan solo una hora. Imprimió todas las imágenes con el mismo formato, las mezcló y las expuso juntas. En este juego de ambigüedad, ¿sería capaz el espectador de descifrar cuáles eran falsas y cuáles verdaderas?, ¿de saltar «la brecha entre las escalas de la realidad y la representación»? 

 

Footsteps (João Pereira, Iron Mine)
Earthworks, 2005 
Gelatina de plata
67 x 82 x 3,6 cm

 

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—Álbum.

Vik Muniz solo conserva ocho fotografías de su niñez. Sus padres no tenían dinero para comprarle una cámara y su álbum se nutría de las imágenes que de año en año les sacaba una tía suya de Miami. Cuando Muniz se mudó a Nueva York, no comprendía por qué la gente vendía sus fotos familiares en mercadillos y empezó a comprarlas. A lo largo de casi cuatro decenios, ha rescatado más de 250.000 instantáneas «huérfanas». Los personajes y los escenarios cambian, pero los hitos, los encuadres, la composición son, como un ritual, siempre los mismos: el retrato de un bebé, el primer cumpleaños, la escuela, la primera bicicleta, la boda… Fascinado por el contraste entre el valor íntimo de esas imágenes y la narrativa universal que las trasciende, por la conexión entre la memoria personal y la colectiva, Muniz ensambló fragmentos de fotos anónimas para componer otras escenas sobre la «historia de nuestra vida».

 

Vik, 2 Years Old
Album, 2014
Digital C print
264,2 x 190 x 5,6 cm

 

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—Postales de ninguna parte.

Muniz fue inmigrante en Estados Unidos. En 1983 alquiló un local muy barato en el Bronx, lo pintó todo de blanco y se sentó en una silla que recogió de la basura «a esperar a que viniera el arte». Pero no llegó, y entendió que el arte es un proceso: «El artista es como un filtro que pasa por el tiempo; cuanto más amplio el filtro, cuanto más salga, cuanto más hable con la gente… mayor posibilidad de que esos sedimentos se transformen en obras o ideas». En sus viajes empezó a preguntarse por qué las personas enviaban y coleccionaban postales como recuerdo de las ciudades que habían visitado. Y se propuso reconstruir esos recuerdos con pedacitos de postales antiguas de otros lugares, pequeñas teselas de memoria tan fragmentadas como las experiencias que vivieron allí. El resultado es un vibrante mosaico, monumentalmente nostálgico, de skylines de todo el mundo.

 

Jerusalem
Postcards from Nowhere, 2015
Digital C print
189,5 x 282 x 5,8 cm

 

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Imagen del montaje: fragmento de Liver (Hepatocytes) Cell Pattern 1, enmarcada en «Colonies», una de las series más recientes de Muniz